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Columna
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El mapa secreto del poder mundial

El nuevo orden en el submundo del espionaje refleja el nuevo reparto de poder en el mundo

Lluís Bassets

Josep Pla clasificaba a la gente según tres categorías: amigos, conocidos y saludados. Los espías de Estados Unidos hacen algo similar a la hora de negociar sus asuntos: con los amigos establecen una cooperación que denominan exhaustiva, con los aliados una cooperación a la que llaman focalizada y con los saludados una cooperación limitada. El resto son rivales o directamente enemigos, sujetos a un espionaje total y sin relación cooperativa alguna.

Creemos saber mucho de los servicios secretos, pero también debiéramos saber que siempre será poco lo que sabemos en comparación con lo que no sabemos: the unknown unknown, “lo desconocido que no conocemos” con que Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Bush, se refería a las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein. Sabemos que el círculo más estrecho de los amigos de Washington se fraguó durante la II Guerra Mundial, a partir de la Carta Atlántica, y fue luego denominada Five Eyes (Cinco Ojos), un acuerdo entre estadounidenses y británicos para espiar sobre todo a los soviéticos, al que se añadieron más tarde Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Pero poco sabíamos, hasta la irrupción de Edward Snowden con sus documentos y sus revelaciones, de los siguientes círculos de conocidos y saludados de Washington.

Hay muchos mapas del mundo. El geográfico trata del emplazamiento y la extensión de los países y es absolutamente superficial, aunque nos orienta sobre la cuestión crucial del espacio geopolítico, su vecindario o sus fronteras. El demográfico también nos explica mucho sobre el poder potencial de los países, escaso para los que tienen una pirámide de población que envejece y mayor para los que poseen un ancho zócalo de población joven. El económico —PIB, crecimiento, empleo, productividad— se acerca algo más a la realidad; como el militar —tanques, aviones, flota, tropa, cabezas nucleares—, bien revelador en las zonas o puntos calientes. También sigue valiendo el político, con sus colores ideológicos, instituciones y sistemas de alianzas, a pesar de las crisis de gobernanza.

Todos nos dan alguna dimensión del poder efectivo de los países y de quienes los gobiernan, pero ninguno se acerca a la verdad desnuda de la dominación y de la hegemonía como puede hacerlo el mapa del espionaje. Es el único que describe con cierta exactitud las jerarquías y relaciones de poder, las dependencias y los intercambios, pero tiene el inconveniente de que es secreto y además inabarcable, gracias a la cantidad astronómica y creciente de datos que contiene desde que el Gran Hermano se ha asociado a los Big Data.

Apenas hemos levantado la punta de esa gran alfombra que oculta la extensa y espesa capa de suciedad que acompaña al poder de los Estados

El vendaval levantado por las revelaciones de Edward Snowden sobre el espionaje global tiene muchas derivadas, pero la más interesante, al final, es la vaga idea que nos proporciona sobre el mapa del poder mundial. Apenas hemos levantado la punta de esa gran alfombra que oculta la extensa y espesa capa de suciedad que acompaña al poder de los Estados, pero lo poco que nos dice explica mucho sobre las relaciones de poder entre ellos, las dependencias y subordinaciones y la profusa ración de engaño y de hipocresía que emplean.

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Ya hemos visto que el círculo más estrecho alrededor de las 16 agencias de espionaje que tiene Washington es la alianza Five Eyes, con países de “largo historial de confianza mutua y de riesgos asumidos en su alianza con EE UU”, según reza uno de los documentos filtrados por Snowden. Con ellos se establece una “cooperación exhaustiva” (comprehensive cooperation) que significa que comparten casi toda la información y teóricamente no se espían unos a otros sin permiso, con una salvedad: la regla básica de cualquier espía es que toda regla tiene su excepción y que la excepción siempre es más interesante que la regla. El filósofo del derecho que sirve e inspira al espionaje es Carl Schmitt, inspirador del nazismo y autor de una sentencia capital: “Soberano es quien decide sobre el estado de excepción”. Hay pocas dudas de que jefes de Estado y de Gobierno de los Five Eyes se han espiado unos a otros. Apenas puede quedar duda alguna de que los que no pertenecen al primer círculo han sido espiados sistemáticamente, como Angela Merkel.

El segundo círculo es el de los aliados de la OTAN, entre los que se encuentran España y Alemania. Con ellos existe una estrecha cooperación, focalizada o centrada en los intereses estratégicos comunes, que no excluye que luego se espíen unos a otros. Según las revelaciones de Snowden, no están Francia ni Israel, países de larga tradición de espionaje, a los que sería una grosería y un imposible pedirles que no espiaran, y pertenecientes al tercer círculo, el de los saludados de Pla, donde se encuentran con India o Pakistán, todos ellos objeto de una cooperación limitada y de un espionaje masivo cuando conviene.

En parte se sabía y en parte puede leerse ahora en los papeles de Snowden, pero ahora hay algunas cosas nuevas que se deducen de esta vieja historia de espías aderezada por la novedad digital. Por ejemplo, que caben dudas sobre el emplazamiento de algunos países en un círculo o en otro de este infierno del espionaje. Pakistán oscila entre el círculo exterior de los enemigos, al lado de Rusia y China, y el de las amistades circunstanciales en que aparece ahora. Sus servicios secretos juegan siempre a las dos barajas, a diferencia de otros servicios secretos, que solo juegan a veces, muchas veces, a dos barajas. Francia e Israel debieran pertenecer naturalmente al segundo círculo y es difícil entender que Alemania no esté en el primero. De las dudas surge una conjetura sobre el actual conflicto: quizás el problema surge precisamente porque Alemania no quiere seguir estando en el segundo círculo.

Al final, solo sabemos una cosa: que estamos inaugurando un nuevo orden en el espionaje y que, como no podría ser de otra forma, es expresión fiel de un nuevo reparto del poder mundial en el que indefectiblemente unos salen ganando y otros perdiendo. Adivinen quiénes.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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