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El portazo ucranio a la UE abre una brecha en la política exterior europea

El episodio obliga a los Estados miembros a reconsiderar el reto de estrechar lazos con Europa del Este

Lucía Abellán

Ucrania es, para la mayoría de los europeos, un Estado postsoviético alejado de sus intereses, pero el inesperado portazo que ha dado a la UE supone un serio revés para la política exterior comunitaria. El episodio obliga a los Estados miembros a reconsiderar uno de los principales retos internacionales que se habían marcado: estrechar lazos con los vecinos del Este y consolidarse como alternativa a la tiranía rusa. La victoria de Vladímir Putin en esta batalla pone en aprietos a la diplomacia europea, que lleva meses intentando buscar un éxito en este terreno.

Europa es imbatible en las negociaciones de guante de seda, pero se maneja con dificultad en el chantaje. “Nuestra propuesta nunca va a consistir en competir en un concurso de belleza ni en ver quién pone más sobre la mesa”, explica gráficamente un alto cargo europeo. Esta fuente detalla que los temores sobre la presión rusa surgieron en febrero de este año, en una reunión entre representantes comunitarios y sus homólogos rusos en Moscú. La UE dejó claro que el acuerdo que había ofrecido a Ucrania –un amplio paquete de libre comercio a cambio de reformas democráticas en el país- era incompatible con la unión aduanera que proyectaba Rusia. Moscú empezó entonces a jugar sus cartas con las autoridades ucranianas y a poner dinero sobre la mesa.

El principal punto de fricción residía en el encarcelamiento de la ex primera ministra Yulia Timoshenko

La decisión del jueves ha llevado a la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, a hablar de “decepción, no solo para la UE, sino para el pueblo de Ucrania”. Pero lejos de sentirse perdedores y menospreciados, los responsables comunitarios no renuncian a retomar el proyecto. “No nos damos por vencidos; estamos decididos a trabajar con Rusia para aclarar los mitos y los malentendidos de estos días”, ha explicado a un grupo de periodistas el comisario de Ampliación, Stefan Fülle, directamente implicado en las negociaciones con el Gobierno ucraniano. Su departamento incluso contempla la posibilidad de firmar el acuerdo de asociación en los próximos meses, antes de la primavera.

La capacidad de influencia que ha demostrado Moscú, incluso a costa de una población que parece mayoritariamente favorable a estrechar lazos con la UE, pone en duda ese entusiasmo. Y sitúa a Europa ante un escenario inesperado. Hasta este jueves, las dudas respecto a la firma del proyecto de asociación con Ucrania residían en si este país sería capaz de ofrecer las suficientes garantías democráticas para ser aceptado como socio por Europa. El principal punto de fricción residía en el encarcelamiento de la ex primera ministra Yulia Timoshenko por haber firmado unos contratos de gas que se consideraron perjudiciales para el país. Europa exigía la liberación de Timoshenko para ser tratada de la enfermedad que padece en Alemania. Pero ese gran cisma ha pasado a un segundo plano tras las maniobras de Rusia para atraerse a Kiev.

El giro de esta historia sitúa a los europeos ante una perspectiva difícil de asumir: no es la exigente UE la que rechaza a Ucrania, sino el Ejecutivo ucraniano el que da la espalda al proyecto comunitario. Fuentes europeas insisten en que lo que el presidente Víctor Yanukóvich tiene en mente es “una pausa” en la relación, no un punto y final, pero lo ocurrido revela lo vulnerable que puede ser la voluntad ucraniana ante el gigante ruso.

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El fracaso con Ucrania vacía de contenido la estrategia europea de mirar hacia el Este y que pretendía dar frutos visibles la semana próxima. Kiev era la única capital con la que la UE iba a firmar un acuerdo de libre comercio en la cumbre del 28 y 29 de noviembre el Vilna, un encuentro al que el cuerpo diplomático de la UE había otorgado el máximo nivel. Ahora solo queda que otros dos Estados de ese proyecto de vecindad (Georgia y Moldavia) firmen un preacuerdo para explorar una mayor integración con la UE. Una ínfima ganancia para una Europa necesitada de éxitos.

La oferta de Bruselas

-Acuerdo de libre comercio. Es el principal atractivo para Ucrania (un tercio de su comercio exterior va a parar a la UE). Además de intercambio de bienes, el pacto incluiría servicios, propiedad intelectual, trámites legales, energía y competencia, entre otros.

-Ganancia económica. Eliminar las barreras comerciales inyectaría un 6% adicional en el PIB ucraniano a largo plazo, según estimaciones comunitarias. Además, los mercados comunitarios se abrirían a Ucrania de inmediato, mientras esta economía tendría un periodo de transición para ir acogiendo sin aranceles los productos de la UE.

-Diálogo sobre visados. La UE se comprometería a estudiar la supresión de visados para los ciudadanos ucranios y promovería la eliminación inmediata en algunos países para casos particulares.

-Reforma judicial. Bruselas exige cambios en la justicia que garanticen la independencia de los jueces, una reforma del código penal y de la policía para garantizar estándares internacionales.

-Otras reformas democráticas. El acuerdo incluye una serie de cambios en la Constitución (para garantizar el equilibrio entre poderes), una lucha eficaz contra la corrupción, así como garantías para la libertad de expresión, especialmente la de los medios de comunicación.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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