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La prohibición de las corridas de toros sobrevuela otra vez la Plaza México

Diputados del DF intentan reactivar una iniciativa bloqueada sobre la abolición de la fiesta brava en la capital del país

Juan Diego Quesada
Enrique Ponce, en una faena en la Plaza México
Enrique Ponce, en una faena en la Plaza MéxicoEFE

En el salón de actos de la asociación nacional de matadores de toros y novillos del DF se representa una obra de teatro del catalán Albert Boadella. Un toro explica en el escenario lo que sufre durante una corrida, la tristeza que lo invade. Después un torero replica que eso es arte y que el morlaco no tiene esa clase de pensamientos. No es más que una invención de Walt Disney el hecho de humanizar a los animales. "Ni ellos nos van a convencer a nosotros ni nosotros a ellos. Eso me quedó claro viendo la representación. Solo se trata de a ver quién gana la batalla en la Ciudad de México", concluye el exmatador mexicano Antonio Urrutia.

La propuesta de abolir la fiesta lleva estancada más de un año en la Asamblea de la ciudad pero el empuje de varios diputados ha alertado una vez más a los taurinos. El legislador Jorge Gaviño acaba de tramitar una excitativa, una petición urgente a las comisiones que están debatiendo el asunto, para que se agilice el proceso: "Estamos empujando el tema, hay un gran consenso. Hay una mayoría absoluta de diputados que quiere abolir la tauromaquia. 34 de 66, o sea mayoría absoluta, hemos firmado para que el debate se vuelva a abrir".

Los legisladores de esta iniciativa pretenden modificar la ley de maltrato animal del DF que, cuando fue aprobada en 2002, excluía las corridas de toros, las peleas de gallos y la charrería, un espectáculo en el que un jinete atrapa con el lazo y derriba a una yegua o una vaca. Lo han intentado en otras ocasiones, la última vez durante la pasada legislatura, pero el tema resulta muy polémico. Las corridas fueron prohibidas por el presidente Benito Juárez en 1867 y se vivió otra época prohibicionista, entre 1914 y 1920, impulsada por Venustiano Carranza. Un sobrino nieto de este último, Manolo Martínez, El Mandón, acabó siendo años después un torero de relumbrón. Pese a todos estos obstáculos políticos, México es uno de los países más importantes en el mundo del toreo. La plaza México es la más grande que existe en cuanto a aforo (41.000 espectadores) y faenar en su coso supone simbólicamente la consagración de los grandes matadores.

"Desde la llegada de los españoles hay tres cosas que sobreviven: el idioma, la religión y los toros. Es tradición, es cultura", enumera Urrutia, presidente de la asociación de matadores. El antiguo torero considera que el debate lo suelen despertar políticos de bajo perfil que buscan destacar. "Es un tema muy amarillista, muy chicharronero. En realidad no hay amenaza de ningún tipo", conviene. Su labor de cabildeo en conjunto con la de ganaderos y empresarios se intensifica en periodos en los que vuelve a surgir el debate, como ocurre en estos momentos. En el estado de Sonora, al noreste, y en la ciudad de Durango la prohibición ya es una realidad.

Los apoyos con los que cuenta el diputado Gaviño, reflejados en un escrito, sirven para exigir a las comisiones, en este caso la de medio ambiente y la de administración pública, que emitan una resolución pero en ningún caso son vinculantes. Es práctica común entre los legisladores capitalinos intercambiar firmas entre unos y otros sin que eso signifique un apoyo expreso a la hora de la votación en la Cámara. Gaviño, del partido Nueva Alianza, fue abucheado por otros colegas, entre ellos el perredista (izquierda) Daniel Hernández, cuando expuso el tema en la Asamblea pero él cree que detrás de ese rechazo solo se esconden los intereses económicos de la industria del toro. "Hay mucho dinero en juego, de ahí que sea un asunto tan espinoso. La iniciativa está en la nevera y de ahí la estamos intentando sacar. No es fácil", dice. De todos modos, el diputado dice estar dispuesto a dialogar con los empresarios y destinar partidas presupuestarias para paliar la crisis que supondría para el sector el cierre de las plazas.

El conflicto se ha reavivado en plena temporada grande en la Monumental. Los ganaderos creen que se trata también de un movimiento oportunista. "Con la inseguridad que hay en el país, que quieran quitar fuentes de trabajo se me hace más allá de lo ridículo", conviene Alejandro Martínez Vertiz, un matador que ha destacado en el mundillo por costearse él mismo la carrera, por lo que hace las veces de matador y empresario. Posee una importante ganadería familiar, reconocida en las revistas especializadas del sector.

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Los antitaurinos mexicanos se fijan en Cataluña. El Gobierno de esa región española prohibió las corridas en 2010 y, según sus informes, el empleo perdido por el cierre de la industria taurina fue reemplazado, y con creces, por el turismo que atrajo la decisión. La plaza es ahora un centro comercial. Jordi Portababella i Calvete, presidente de la Comisión de Cultura catalana, le hizo llegar estos datos por carta a los diputados defeños. Hanna Hurí, portavoz Movimiento Consciencia, encuadra el asunto como un problema estructural de la sociedad: "En un país hundido en la transgresión y criminalidad como lo es México, ¿es coherente mantener y fomentar estas prácticas que además de su barbarie implícita, generan malestar y división social?". Su asociación se mantiene en continuo contacto con los diputados que apoyan su causa y mediante actividades tratan de inculcar en la gente el rechazo al maltrato animal.

Llegados a este punto de desencuentro, unos y otros se acusan de lo mismo. De salvajismo. El extorero Urrutia recuerda que grupos ecologistas intentaron quemar los corrales de La Patatera, la plaza de Colima. Esa tarde le rayaron la camioneta y le rompieron los vidrios. Los defensores de los animales argumentan que solo ocho países de las Naciones Unidas consienten la fiesta brava, y no en todo su territorio. También que el DF, una ciudad con leyes vanguardistas como el aborto y el matrimonio homosexual, no puede consentir esa barbarie. El toro, representado por activistas, y el torero, figura que encuadra a ganaderos y aficionados, continúan su eterno debate en la Ciudad de México.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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