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Cuando el pop se hizo político

La lucha ‘antiapartheid’ fue en los años ochenta causa común para los músicos occidentales. Las estrellas en bloque tomaron partido en el conflicto

Wembley Stadium, Londres, 11 de junio de 1988. El concierto de 10 horas 'The Nelson Mandela 70th Birthday Tribute' fue visto por 70.000 aficionados en el estadio y televisado a 60 países.
Wembley Stadium, Londres, 11 de junio de 1988. El concierto de 10 horas 'The Nelson Mandela 70th Birthday Tribute' fue visto por 70.000 aficionados en el estadio y televisado a 60 países.GILLIAN ALLEN (ASSOCIATED PRESS)

Una generación de occidentales conoció la lucha contra el apartheid por el pop. Los músicos, de habitual tan pacatos, ayudaron a expandir una lucha política que se libraba a miles de kilómetros, en el país más austral de África. Era omnipresente, incluía a grandes y pequeños. Los vascos Kortatu utilizaban sus letras con la misma pasión con la que lo hacía U2.

Sudáfrica resultaba una lucha perfecta, pura, con buenos y malos

 La fiebre surgió a finales de los setenta, cuando empezó a arreciar en Reino Unido el flujo de refugiados de la minoría blanca anglófona. Profesores universitarios o periodistas, fervientes propagandistas del boicot a los intereses sudafricanos. Entonces surgía el punk. Un movimiento que al principio apostó por el nihilismo y flirteó con la parafernalia nazi. Pero pasarse la vida provocando es agotador. Un sector muda de discurso hacia lo militante. Simpatiza con las minorías y las causas perdidas en una suerte de internacionalismo socialista de salón. Billy Bragg o The Clash metían en el mismo saco a la Segunda República, el sandinismo o la causa palestina. Pero desde finales de los setenta el crecimiento comercial de muchas de aquellas bandas es exponencial. La rebeldía punk se diluye en los libros de contabilidad y se suavizan las posturas políticas.

Una generación conoció la batalla contra el racismo a través de la cultura

Live Aid, en julio de 1985, resulta providencial para las conciencias de los músicos. Bob Geldof, hasta entonces conocido por haber sido el vocalista de The Boomtown Rats, una banda menor del punk, organiza un macroconcierto para recaudar fondos contra la hambruna en Etiopía, que se terminaría convirtiendo en un evento faraónico televisado a todo el mundo. El éxito es mayúsculo. Y, aunque mucha ayuda no llegó a los etíopes, la solidaridad se convierte en una ocupación. El sufijo Aid (ayuda) se mundializa, es cool. Las bandas más grandes del momento, U2 y The Police se embarcan en una gira con Amnistía Internacional a favor de los derechos humanos.

Aunque la política es terreno vedado. Hay demasiados grises hasta que aparece Sudáfrica. Un año antes de Live Aid se concede el Nobel de la paz a Desmond Tutu. Los telediarios empiezan a tratar el racismo institucionalizado de Sudáfrica con asiduidad y lo que se descubre deja pasmado. Era una causa pura, casi de cómic. El sueño de todo revolucionario pop. El régimen de los boers era tan maligno que ni siquiera se esforzaban en disimularlo. Policías disparando a estudiantes en Soweto. Torturas, matanzas... Había malos y buenos, héroes y secundarios de lujo: el mártir, Steve Biko; la madre coraje, Winnie Mandela. Y villanos magníficos. Era perfecto. Por fin una lucha política que se podía abrazar.

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Ese año, Jerry Dammers, de The Special AKA, compone Free Nelson Mandela. Él mismo reconoce que no había oído hablar de Madiba hasta un año antes. Pero se convierte en un himno, entra en el Top Ten en Reino Unido, y descubre a miles de adolescentes la historia de ese luchador que llevaba entonces 20 años en prisión. Un héroe limpio; una persona admirable. Un icono pop.

La ONU decretó un boicot cultural en 1980 que Paul Simon se saltó

A partir de ahí la pasión sudafricana se dispara. 1985 es el año en que la lucha antiapartheid se instala en el pop. Hasta Stevie Wonder se suma con It’s Wrong (apartheid). Obsesiona lograr el aislamiento internacional total del régimen. La ONU había decretado el boicot cultural en 1980 y la música pop se convierte en su ariete. Steve Van Zandt, guitarrista de Springsteen, compone Sun City. La idea es convertir en apestado a Sun City, un resort que quedaba excluido del boicot por estar situado en un bantustan, un área nominalmente independiente pero que no era más que una marioneta al servicio de Pretoria.

El concierto por el 70 cumpleaños de Mandela, en 1988,  fue la apoteosis

En 1985 se publica como sencillo, al estilo Live Aid, firmado por el colectivo Artist United Against Apartheid. Es un grupo abigarrado en el que caben músicos de jazz como Miles Davis (que al año siguiente publicaría Full Nelson); estrellas como Bono, Dylan o Tom Petty; actrices como Daryl Hannah, así hasta 40.

Es la primera postura puramente política en un conflicto internacional que toma el rock convencional. Cierto que U2 había dedicado canciones al conflicto irlandés, pero como en el caso de la guerra de Vietnam en los sesenta, son parte implicada, se considera política interna. Respaldados o no por la ONU, se pide el boicot, que es una postura política.

No todos están de acuerdo. Paul Simon se salta el boicot al grabar en Johanesburgo. Dice que los músicos locales sufren un doble aislamiento. El externo y el interno, por ser negros. Graceland, (1986), se convierte en un monumental éxito. Millones de copias vendidas, mejor disco en los Grammy. Significa la visibilidad internacional para músicos como Johnny Clegg, Miriam Makeba o Ladysmith Black Mambazo. En su defensa sale Hugh Masekela, exiliado por su lucha contra el régimen de Pretoria.

En 1987 entra Hollywood. Richard Attemborough, dirige Grita libertad, la biografía del activista negro Steve Biko, muerto en la cárcel en 1977. Peter Gabriel graba otra vez, Biko, la canción que le dedicó en un álbum en 1980. Otro éxito. De las tres candidaturas al Oscar, una es para Denzel Washington, que interpreta a Biko. Las restantes para la música, compuesta en parte por el sudafricano Jonas Gwangwa.

La traca final llega en 1988. The Nelson Mandela 70th Birthday Tribute, en el estadio de Wembley. Fue el segundo Live Aid: 600 millones de personas en 67 países vieron por televisión las 100 actuaciones. La causa sudafricana ya era la causa pop por excelencia, y la victoria se sentía cercana.

Mandela sería liberado en 1990. Los homenajes seguirían, pero la transición incluyó pragmatismo, concesiones y peleas tribales que hicieron que se enfriara el romance. Después llegaron las excentricidades. Los festivales 4664, el número de preso de Mandela, con madrinas como la supermodelo Naomi Campbell y noches de flamenco o de pop español, en Madrid, en 2005, con Presuntos Implicados o El canto del loco entre los participantes.

En 2008, se celebró el 90 cumpleaños de Mandela en Hyde Park. Él, ya muy mayor, subió al escenario. La noche terminó con Free Nelson Mandela, cantada por Amy Winehouse, muchos invitados y un coro de niños. Ella aprovechó para mandar un mensaje a su marido, encarcelado. Pretendía ser apoteósico pero fue grimoso. Aunque fuera por oportunismo, el pop había cumplido una función en la lucha contra el apartheid y no supo gestionar su éxito.

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