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La protesta de Ucrania se desborda

Cientos de miles de manifestantes salen a la calle determinados a derrocar al régimen Los líderes opositores pierden el control de la revuelta popular

Pilar Bonet

La resolución popular de acabar con el régimen de Víctor Yanukóvich ha ido en aumento este domingo en Kiev, donde los líderes de la oposición no controlaban a los manifestantes, que erigieron sólidas barricadas, plantaron tiendas de campaña junto a la sede del Gobierno y destruyeron una estatua de Lenin en un céntrico bulevar de la ciudad. El incremento de la tensión en la capital ha propiciado conversaciones telefónicas de alto nivel entre el presidente Víctor Yanukóvich y líderes internacionales, como el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

Barroso y Yanukóvich se pusieron de acuerdo sobre la visita esta semana a Kiev de la jefa de la política exterior de la UE, Catherine Ashton, con el fin de ayudar a “buscar un camino de salida a la crisis política de Ucrania”, según informa la página de la Comisión Europea. Yanukóvich y Barroso subrayaron la necesidad de “resolver de forma política la tensa situación mediante el diálogo con la oposición y la sociedad civil”. Barroso subrayó que la UE está dispuesta a firmar el Acuerdo de Asociación con Ucrania “en cuanto se cumplan las condiciones” para ello.

La visita de Ashton a Kiev podría transformarse en la primera mediación internacional seria en los acontecimientos de Ucrania, aunque llega algo retrasada, después de que varios políticos extranjeros, entre los que se incluyen el expresidente de Georgia Mijaíl Saakashvili; el ex jefe de Gobierno de Moldavia Vlad Filat, y varios eurodiputados del Partido Popular Europeo, se subieran en la noche del sábado a la tribuna para apoyar a los manifestantes. Saakashvili echó leña al fuego de la exaltación popular y exhortó a los países postsoviéticos a unirse para evitar que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, reconstruya el imperio soviético.

A la calle han salido este domingo 500.000 personas, según los organizadores, y 100.000, según el Ministerio del Interior. Fuera cual fuera la cifra, ambas eran algo inferiores a las del domingo anterior (donde la oposición calculó 800.000 personas y la policía 200.000) pero, en todo caso, el número de personas movilizadas resultaba más que suficiente para colapsar el centro de la ciudad y también para bloquear las instituciones. El monumento a Vladímir Lenin que se alzaba en el cruce entre bulevar Shevchenko y la avenida Jreschatyk fue derribado por unos jóvenes que se ayudaron para ello con unas sogas y unas cuerdas. Entre ellos había gente que llevaba la bandera del partido nacionalista Libertad. El domingo anterior el monumento había sido protegido por un doble cordón policial, pero ayer las fuerzas de intervención especial que estaban en las inmediaciones no hicieron nada para proteger la estatua del fundador de la Unión Soviética. Visualmente, el suceso recordaba el derribo de la estatua del fundador de la policía política soviética Felix Dzherzhinski, frente al edificio central del KGB, en Moscú tras el golpe de Estado de agosto de 1991. Pero el Lenin caído de Kiev no podrá acabar como la estatua de Dzherzhinski, que hoy se encuentra en un museo al aire libre en Moscú, porque, a diferencia del fundador del KGB, fue mutilada con ensañamiento a martillazos para convertirse en esquirlas-recuerdo de mármol rosa.

Las manifestaciones y mítines a favor de la integración europea se suceden en Kiev desde que el Gobierno anunció el 21 de noviembre que congelaba la firma del Tratado de Integración con la UE prevista para el 29 de noviembre en la cumbre de Vilna. El tono de las protestas subió después de que ese día se disiparan las últimas esperanzas de que el presidente Yanukóvich firmara el documento y subió aún más desde la carga policial que en la noche del 1 de diciembre disolvió violentamente la manifestación pacífica en la plaza de la Independencia.

En los días transcurridos desde aquella fecha, Yanukóvich ha estado en China, en busca de inversiones y ayuda financiera, y también en la localidad rusa de Sochi, a las orillas del mar Negro, donde se entrevistó con su colega Vladímir Putin y donde se trató del futuro de las relaciones bilaterales. Ambos países se disponen a firmar un nuevo acuerdo de colaboración estratégica, lo que desde la plaza y desde la oposición es interpretado como un documento que reforzará la dependencia ucrania de Rusia. El Kremlin insiste en que Ucrania ingrese en la Unión Aduanera, que es parte del proyecto para formar una Unión Euroasiática a partir de 2015.

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En la plaza de la Independencia la palabra que más suena es revolución, y en aras de ese concepto (al que se le da una connotación positiva), se recogen donativos, se cantan canciones, se corean consignas y se bloquean y se ocupan edificios públicos (la central de los sindicatos y el Ayuntamiento de Kiev). Sin embargo, en la multitud que se concentra en el Euromaidán (tal como se designa la protesta popular) convergen muchas cosas, desde visiones y proyectos de desarrollo institucional y democrático a rechazos viscerales al régimen de Yanukóvich, pasando por esperanzas idealistas que pueden resultar difíciles de comprender desde la óptica de los ciudadanos que sufren la crisis en los países de la UE.

Entre los que gritan a favor de Europa hay también quien muestra nula tolerancia hacia los valores europeos y quienes expresan un rotundo rechazo a los derechos de las minorías sexuales y hay también quienes cierran los ojos a los excesos cometidos desde las propias filas. Y todos estos ucranios, con sus contradicciones, sus problemas y sus expectativas, quieren ir hacia la UE, una organización que de hecho no está preparada para recibirlos y que infravaloró el potencial de protesta y resolución de este país clave para la estabilidad de Europa.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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