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México cambia su historia energética a contrarreloj

En 72 horas el Congreso mexicano aprueba los cambios constitucionales para abrir el petróleo a la inversión privada

Sonia Corona
Una legisladora del PRD en la toma de la Cámara de Diputados.
Una legisladora del PRD en la toma de la Cámara de Diputados.MARCO UGARTE (AP)

La histórica reforma energética de México ha sido aprobada a una velocidad vertiginosa por las dos cámaras que componen el Congreso. En 72 horas, el acuerdo entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI, del Gobierno) y el Partido Acción Nacional (PAN, de derecha), ha logrado concretar con contundencia la apertura del sector energético a la inversión privada. La reforma plantea modificaciones a los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución para permitir que el Estado celebre contratos de servicios, utilidad y producción compartida, y licencias con compañías privadas. La aprobación en el Senado y en la Cámara de Diputados solo deja pendiente para los próximos días el visto bueno de 17 de las 32 legislaturas de los Estados para que después el presidente, Enrique Peña Nieto, la promulgue.

Este jueves, la Cámara de Diputados aprobó definitivamente –con 354 votos a favor y 134 en contra— la reforma en una maratónica sesión de 20 horas en las que el debate se encendió con las críticas que la izquierda ha hecho al PRI y el PAN al acusarlos de “vender la patria”. Además de la ríspida discusión, el proceso legislativo en la Cámara baja estuvo precedido de la toma del salón de sesiones por algunos diputados de izquierda que cerraron con cadenas y candados los accesos al recinto, bloqueado durante 20 horas.

La discusión tuvo que celebrarse en otro lugar, en un auditorio del mismo edificio en medio de tensas escenas. El diputado Antonio García Conejo, representante del Partido de la Revolución Democrática (PRD, de izquierda), se quitó la ropa hasta quedar en calzoncillos para argumentar que las reformas del PRI y el PAN despojaban al país hasta dejarlo desnudo. “Solamente me queda esto, de esto no me van a poder despojar, no lo van a lograr”, expresó, mientras se quitaba la ropa y algunos legisladores lo abucheaban. También el diputado de Movimiento Ciudadano, Ricardo Monreal, aprovechó una de sus intervenciones para llamar “canallas” y “vendepatrias” a quienes apoyaron la reforma. Las diputadas Karen Quiroga, del PRD, y Landy Berzunza, del PRI, se enfrentaron a manotazos por un lugar en la lista para hablar ante el micrófono.

La aprobación de la reforma energética en tres días por ambas cámaras legislativas supone un récord para el Congreso mexicano en materia de cambios constitucionales, explica Khemvirg Puente, investigador de estudios parlamentarios de la UNAM. “Los procesos legislativos en México suelen ser muy lentos, suelen ser muy tardados que incluso pueden llevar un año desde que entran las iniciativas hasta que se aprueben en definitiva”, asegura. Los legisladores mexicanos generalmente consultan con expertos y grupos de interés mientras construyen las iniciativas de ley. Puente advierte que la rapidez del proceso puede llevar a fallas legislativas que tendrán que ser corregidas en los próximos años.

El camino legislativo comenzó formalmente el martes en el Senado. Los legisladores presentaron una iniciativa compuesta por las propuestas del PRI y el PAN, resultado de una negociación previa en la que la derecha logró la mayor apertura del sector energético posible y el desplazamiento del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) del Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos (Pemex). La construcción del proyecto llevó más de 10 meses, aseguró en noviembre en entrevista con EL PAÍS el senador David Penchyna, uno de los responsables de la redacción de la reforma. La izquierda nunca tuvo acceso a ella.

El proyecto que los senadores analizaron durante 20 horas incluía importantes adiciones al texto, como la frase “entre otras” al referirse a los tipos de contratos que el Estado puede celebrar con las compañías para la extracción de hidrocarburos y que abre la posibilidad a casi cualquier tipo de acuerdo, así como la expulsión del sindicato petrolero del Consejo de Administración de Pemex. A pesar de que los senadores de izquierda se opusieron al proyecto, los votos del PRI y el PAN consiguieron que la reforma llegara a la Cámara de Diputados. Una vez allí la discusión se centró más en la descalificación y defensa del Gobierno que en el contenido material de ley. “Aunque digan que hablar de la soberanía se escucha ya muy antiguo, este es un asunto de seguridad nacional, que está tanto de moda”, espetó la diputada del PRD Amalia García ante sus compañeros.

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Desde el comienzo de la administración de Peña Nieto, el presidente se pronunció por la urgencia de sacar adelante la reforma energética para sanear a la petrolera estatal que en último año ha generado pérdidas por 7.121 millones de dólares y cuya producción ha disminuido. A su llamado se sumó el director de Pemex, Emilio Lozoya, quien ha asegurado que la petrolera estatal necesita 60.000 millones de dólares en inversión en tecnología que son imposibles de obtener mientras la petrolera entregue el 67% de sus ingresos al Gobierno mexicano.

Los legisladores que propusieron la reforma tenían como objetivo que fuese votada y discutida antes del 15 de diciembre, cuando termina el periodo legislativo. El PRD ha argumentado que los representantes del PRI y el PAN eligieron estos días para su discusión por su cercanía a las fiestas navideñas, para evitar que la gente se volcara a las calles para rechazar la reforma. “Está calculado muy bien el tiempo para hacer estas reformas”, ha dicho el presidente nacional el PRD, Jesús Zambrano. La aprobación definitiva de las dos cámaras del Congreso ha quedado concluida el 12 de diciembre, el día en que en México se celebra a la Virgen de Guadalupe, un festivo no oficial pero que es celebrado por millones de mexicanos.

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Sobre la firma

Sonia Corona
Es la jefa de la redacción de EL PAÍS en México. Cubre temas de Política, Economía, Tecnología y Medio Ambiente. Fue enviada especial para las elecciones presidenciales de 2020 en EE UU. Trabajó en Reforma y El Huffington Post. Es licenciada en Comunicación por la Universidad de las Américas Puebla y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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