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Elián González vuelve a viajar

'El niño balsero' cumple 20 años y viaja por primera vez fuera de Cuba desde su llegada en el año 2000

Elián González, en el congreso de las Juventudes Comunistas en 2010
Elián González, en el congreso de las Juventudes Comunistas en 2010Olivares García (EFE)

Elián González tenía seis años de edad cuando el bote de aluminio en el que viajaba desde Cuba, junto a su madre y otros diez inmigrantes que no sobrevivieron a la travesía, zozobró antes de alcanzar las costas de Estados Unidos. Después de pasar varios días aferrado a una cámara de aire de neumático y a la deriva en aguas del Estrecho de Florida, Elián, que fue sacado de Cuba sin la autorización de su padre, fue rescatado por una pareja de pescadores estadounidenses. Era 25 de noviembre de 1999 y lo que siguió fue una batalla legal de siete meses por la custodia del niño entre su tío abuelo paterno, residente en Miami, y su padre, que aún vive en Cuba. Un proceso polémico, que involucró al Congreso de Estados Unidos y a los Tribunales Federales, marcado por las diferencias políticas entre Washington y La Habana y que cada bando asumió como una cruzada al estilo de la Guerra Fría. El pasado 6 de diciembre, Elián González cumplió 20 años y esta semana, viajó por primera vez fuera de la isla desde aquel episodio, como parte de la delegación cubana que asiste al XVII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Quito, para debatir sobre las luchas globales contra el imperialismo y defender el legado de la revolución.

La imagen que el mundo recuerda de Elián González es la de un niño aterrado ante el cañón del fusil semiautomático MP5 de un agente federal que le apunta, mientras uno de los pescadores que le rescató, Donato Dalrymple, intenta protegerlo. Una fotografía de Alan Díaz, de la agencia Associated Press, tomada el 22 de abril de 2000: el día que un grupo comando del Servicio de Naturalización e Inmigración de Estados Unidos (INS, por sus siglas en inglés) tomó por asalto la casa del tío abuelo de Elián, Lázaro González, para llevarse al niño consigo, envuelto en una sábana, y entregarlo a su padre, Juan Miguel González, en la base aérea de Andrew, en Washington. La operación militar se llevó a cabo por orden del Departamento de Justicia de Estados Unidos, luego de que los parientes de Elián se rehusaran a acatar la sentencia que negaba el asilo para el niño.

Elián y su padre permanecieron en Estados Unidos hasta el 1 de junio de 2000, cuando sus familiares en Miami agotaron todas las instancias de apelación. En La Habana fueron recibidos como héroes. De aquella celebración aún queda la Tribuna Antiimperialista, levantada frente a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana para reclamar la devolución del niño desde donde el propio Elián pronunció su primer discurso a los 11 años, y aún empleada en las ocasiones en que la revolución requiere un baño de masas. En Cárdenas, el pueblo natal del niño, a unos 150 kilómetros de distancia de la capital cubana, el Gobierno construyó el “Museo de la Batalla de Ideas”, donde hay una sala dedicada a la gesta por la custodia de Elián y una estatua del niño, con el puño en alto. Fidel Castro asistió a la celebración del cumpleaños número 7 de Elián y él mismo le entregó su primer carnet de la Unión de Jóvenes Comunistas, el 5 de junio de 2008. Ya se había convertido en un símbolo de la revolución.

Al cumplir los 16 años, Elián González se apuntó en la Escuela Militar. Con ese uniforme verde olivo y de charreteras rojas desfiló dos años más tarde para pedir a Estados Unidos otra liberación: la de los cinco cubanos acusados de espionaje y detenidos en Estados Unidos desde 1998, de los cuales cuatro aún cumplen penas de entre 15 y 30 años de cárcel. Se ha declarado dispuesto a morir por la revolución y a Fidel Castro, lo considera un padre. Ya convertido en adulto y ante la pregunta de qué habría sido de su vida de haberse quedado en Estados Unidos, responde: “Como los intereses del imperio son monopolizar el mundo, desarrollar industrias, obtener capital, tal vez podría tener mucho dinero. O tal vez no. Podría ser manipulado como un juguete (...) quién sabe qué pueda hacer el imperio con tal de continuar con sus patrañas. Me tomarían como una figura política para manipularme a su forma”.

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