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El río de sangre y la lanza de la nación

El entierro de Mandela precede en un día a la fiesta nacional, que nació de aniversarios antagónicos

Un matrimonio homenajea a Mandela mientras suenan salvas en su honor, en Qunu.
Un matrimonio homenajea a Mandela mientras suenan salvas en su honor, en Qunu.Christopher Furlong (Getty Images)

Ayer enterraron a Nelson Mandela, el campeón de la paz. Hoy es el aniversario de la fecha en la cual Mandela declaró la guerra. No fue ninguna casualidad.

 El 16 de diciembre era una fecha sagrada para la tribu mayoritaria blanca, los afrikáners, los inventores del apartheid. Ese día en 1838 los pioneros afrikáners consolidaron su dominio sobre las tierras zulúes del noreste de lo que hoy es Sudáfrica tras la llamada batalla de Blood River, el río de sangre, aunque más bien de lo que se trató fue una masacre. Los hombres blancos utilizaban armas de fuego y los zulúes solo lanzas.

El 16 de diciembre de 1961 Nelson Mandela anunció la creación del ala armada del Congreso Nacional Africano, de la que fue su primer comandante y que eligió bautizar Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación). Ocho meses después fue detenido por la policía, acusado de terrorismo y —aunque durante aquel breve período cuando estuvo al mando de la guerrilla antiapartheid no hubo ninguna víctima mortal— condenado a cadena perpetua.

Hasta que Mandela salió de la cárcel en 1990 y fue electo, cuatro años después, presidente de Sudáfrica cada bando celebraba la fecha en paralelo: los negros, la fundación de Umkhonto; los afrikáners, la victoria de Blood River. Pero a partir de la llegada de Mandela al poder todo cambió. Se fundieron los dos aniversarios y se creó una nueva designación.

Hoy, fiesta nacional en Sudáfrica, es el Día de la Reconciliación.

Mucha gente —más bien gente en el extranjero con poco conocimiento de Sudáfrica— se preguntaba qué pasaría el día después de que enterraran a Mandela. Pues ahí tienen la respuesta. Se celebra formalmente lo que el país lleva diez días celebrando en las calles, la unidad nacional representada en la figura del líder más venerado que jamás tendrá Sudáfrica a lo largo de toda su historia.

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Sí, existen grupúsculos histéricos afrikáner que denuncian lo que denominan un inminente “genocidio” contra su gente. Estos se alimentan a su vez de la reciente creación de un nuevo partido negro formado por disidentes del Congreso Nacional Africano que piden una solución en Sudáfrica a lo Zimbabue: la expropiación de tierras y bienes en manos de la minoría blanca. Ninguno de los dos prosperará.

Los unos porque los blancos sudafricanos saben muy bien, cuando se ponen a pensar, que son unos afortunados, que la venganza racial que durante décadas —o siglos— temían nunca llegó, ni llegará. Los otros porque los sudafricanos negros son, en general, gente conservadora, políticamente madura y pragmática consciente en el fondo de que una huida masiva de sus compatriotas blancos resultaría en una catástrofe económica. Como ocurrió en Zimbabue.

Ahora que se ha ido el icono global que fue Mandela la política interna sudafricana será de interés solo para los sudafricanos. Como la política interior española solo es de interés para los españoles. Sudáfrica no es ni será, en un futuro previsible, ni Zimbabue, ni Siria, ni Egipto, ni siquiera Venezuela. Tendrá mínima repercusión en los medios de comunicación internacionales. Otro feliz legado de la aparición en la tierra de Nelson Mandela.

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