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Cuatro inmigrantes magrebíes se cosen la boca en un centro temporal de Roma

Los extranjeros protestaban por el largo periodo de cautividad que permite la ley italiana

Centro de Internamiento de Extranjeros de Lampedusa.
Centro de Internamiento de Extranjeros de Lampedusa.ALBERTO PIZZOLI (AFP)

Con un encendedor han fabricado la aguja. De una manta han desprendido los hilos. Y la desesperación ha hecho el resto. Al menos cuatro inmigrantes magrebíes (algunas cifras aumentan la cifra hasta ocho) se han cosido la boca en el Centro de Identificación y Expulsión (CIE) de Roma para protestar por el largo periodo de tiempo –hasta 18 meses– que la ley italiana permite tenerlos en cautividad. Según el alcalde, Ignazio Marino, del Partido Democrático (PD), la protesta “impone con fuerza la reapertura de un debate nacional sobre estos lugares inhumanos y sobre una ley, la Bossi-Fini, que equipara con criminales a quien huye de guerras, violencias y pobreza”.

Según las autoridades del CIE de Ponte Galeria (situado junto a la autovía que une la ciudad con el aeropuerto de Fiumicino), cuatro inmigrantes tunecinos, de entre 20 y 40 años, que llevaban varios días allí internados se cosieron la boca a primeras horas de la mañana utilizando como aguja la parte metálica de un encendedor. Todos fueron atendidos por trabajadores del centro, que no consideraron necesario su traslado a un hospital. Uno de los inmigrantes iba a ser repatriado a Túnez el lunes próximo. Aunque los medios italianos discrepan en las cifras, al menos otro inmigrante –de nacionalidad marroquí— habría emulado por la tarde la acción de protesta de sus compañeros de infortunio.

El alcalde, Ignazio Marino, manifestó: “No podemos, y no queremos, acostumbrarnos a las tragedias. Al contrario, debemos implicarnos todos contra la indiferencia”

A través de su cuenta de Facebook, el alcalde, Ignazio Marino, manifestó: “No podemos, y no queremos, acostumbrarnos a las tragedias. Al contrario, debemos implicarnos todos contra la indiferencia”. Una indiferencia que quedó patente, de forma vergonzosa, hace solo unos días, cuando la televisión pública RAI2 difundió unas imágenes grabadas con un teléfono móvil por uno de los inmigrantes confinados en el centro de internamiento de Lampedusa. En ellas se veía cómo los jóvenes eran fumigados contra la sarna delante de todos, sin miramientos ni ningún tipo de delicadeza, todos en fila, desnudos, con los brazos en cruz.

Las imágenes del vídeo de la vergüenza, grabadas tan solo dos meses después de la muerte de más de 500 inmigrantes –muchos de ellos niños-- frente a las aguas de la isla, dejaba al descubierto que las promesas del Gobierno de mejorar las condiciones de vida de los extranjeros no se habían cumplido. El escándalo provocó que los responsables del centro fueran despedidos y que, ante la amenaza de Bruselas de retirar las ayudas, el vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior, Angelino Alfano, del Nuevo Centroderecha, haya prometido: “Aquellas imágenes no se volverán a repetir. Lampedusa no puede ser una zona franca donde se pisotean los derechos humanos”.

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