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Una Grecia en ruinas toma el timón de la UE en el primer semestre de 2014

Atenas asume el 1 de enero la presidencia europea con el Gobierno dividido por los recortes La izquierda contraria al ajuste encabeza los sondeos de intención de voto La desesperación y la pobreza ahogan a la sociedad

Un agricultor se encara con la policía en una protesta frente al Parlamento.
Un agricultor se encara con la policía en una protesta frente al Parlamento.LOUISA GOULIAMAKI (AFP)

Grecia asume el 1 de enero la presidencia semestral de la Unión Europea en un estado próximo a la asfixia, por la suma de recortes y ajustes que desde 2010 —fecha del primer rescate— han depauperado a buena parte de la población, pero también, y literalmente, por la nube tóxica que, alimentada por los fuegos de leña que sustituyen a la calefacción convencional, ha disparado los niveles de contaminación en varias zonas del país.

La densa boina de smog que atenaza estos días a Atenas o Salónica es también una metáfora de la asfixia política: el Gobierno insiste en no bajar el impuesto que grava el gasóleo de calefacción hasta límites inabordables para amplias capas sociales, pero un grupo de 41 diputados de la conservadora Nueva Democracia (ND), rectora del Ejecutivo bipartito, ha planteado —sin éxito— una moción parlamentaria para reducirlo. Una auténtica rebelión a bordo del partido del primer ministro Andonis Samarás. ND y el socialista Pasok suman hoy apenas 152 escaños en una Cámara de 300, y los diputados rebeldes suponen aproximadamente un tercio en las filas de ND.

El motín de los conservadores es solo el penúltimo capítulo de una crisis intestina, económica, pero con claras consecuencias políticas, fruto de seis años de recesión y el hartazgo insondable de la ciudadanía ante los recortes sin fin: el último, un ajuste complementario de 3.000 millones en los presupuestos de 2014 por exigencias de la troika. Un paro del 27,4% (casi el 52% entre los menores de 24 años), 3,8 millones de griegos en situación de pobreza o exclusión social en 2012 (400.000 más que el año previo), 350.000 hogares sin luz por impago de las facturas y un 30% de la población (más de tres millones de habitantes de un total de 11) sin acceso a la sanidad pública —muchos por haber dejado de cotizar o agotado el año de subsidio de desempleo— son solo algunos de los factores que explican la fragilidad del país a la hora de encarar la presidencia europea.

Las estadísticas a duras penas logran ocultar dramas humanos, como los casos de embarazos malogrados a los siete u ocho meses de gestación por el recorte en pruebas diagnósticas que han denunciado varias ONG, por no hablar de los 700 euros que cuesta un parto en un hospital público, o los 1.200 euros de una cesárea; la cancelación de toda intervención quirúrgica no imprescindible en varios centros; el ralentí, o por mejor decir la práctica paralización, de las universidades, que desde septiembre funcionan casi sin personal por el despido de funcionarios, o, peor aún, las tres víctimas mortales por asfixia que se cobró a primeros de diciembre la última crisis energética por culpa de fuegos caseros para calentarse. Cuatro de cada cinco bloques de viviendas afrontan el invierno sin calefacción por la imposibilidad de costearla, según el principal grupo de consumidores del país, Inka.

Un parto cuesta 700 euros en un hospital público, y una cesárea, 1.200. El 30% de la población no tiene acceso a la sanidad pública

En paralelo a tanta penuria, el Gobierno no ha dejado de debilitarse desde su constitución tras las elecciones de junio de 2012. Al abandono del Ejecutivo de Izquierda Democrática (Dimar, en sus siglas griegas) tras el cierre inopinado de la televisión pública (ERT), hace seis meses, se suma el transfuguismo de un rosario de conservadores y socialistas. El último caso ha sido el de un parlamentario de ND que votó en contra de un nuevo impuesto sobre fincas agrarias que según la oposición va asestar el tiro de gracia a la exangüe economía.

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Pese a todo, Samarás, ha descartado, de nuevo, la convocatoria de elecciones antes de 2016. Aunque no es la primera vez que asume la presidencia semestral de la Unión un país rescatado (ya lo hizo Irlanda de enero a junio de este año que termina, y sin estrépito), la conjunción de una economía técnicamente en ruinas —tras 21 trimestres continuados de recesión— y una llamada anticipada a las urnas resultaría un cataclismo político y un hueso difícil de roer para los prestamistas internacionales.

La izquierdista Syriza, contraria a los rescates, encabeza casi todos los sondeos de intención de voto por delante de ND, y el 47% de los griegos cree que podría ganar ahora unos comicios, según la encuestadora Pulse.

Los neonazis de Aurora Dorada (AD) acarician entre el 9% y el 11% de los votos y se consolidan como tercera fuerza política, mientras que solo el 33% de los ciudadanos cree posible una victoria de ND si las elecciones se celebrasen hoy, según la misma fuente. El otrora poderoso Pasok, durante décadas, y junto con ND, puntal del sistema clientelista en que ha devenido la democracia griega, no alberga más expectativas que un ramplón 5% de apoyos, frente al holgado 44% de votos que logró en 2009. En paralelo a la crisis social y económica, se ha abierto en Grecia un abismo de representatividad política e institucional en apariencia insalvable, y en el que medran las propuestas extremas (AD, sin ir más lejos).

Cuatro de cada cinco bloques de pisos afrontan el invierno sin calefacción por no poder costearla, denuncia la principal asociación de consumidores del país

Samarás ha abortado, al menos sobre el papel, la actual crisis energética mediante un gabinete de crisis reunido el día de Navidad y la adopción de una serie de medidas excepcionales, como el cierre de colegios y guarderías en los días de mayor polución, o la reducción de la actividad industrial, ya de por sí alicaída (bajó un 5,2% entre 2012 y 2013). El primer ministro insiste en que, como le impone la troika, no habrá modificaciones en el impuesto que grava el gasóleo, que en octubre rechazó una propuesta para reducirlo en un 15%.

Si el bipartito bajara el impuesto sobre el combustible para calefacción, añadiría otra incógnita a la complicada ecuación de los presupuestos para 2014, recién aprobados por el Parlamento, pero pendientes del beneplácito de la troika, que exige que se tape un agujero de alrededor de 1.200 millones. La moratoria antidesahucios se ha prorrogado un año más —si se hubiese materializado su final antes de enero, como estaba previsto, habría echado a la calle a unas 150.000 personas—, pero la presidencia europea de Grecia comenzará —y puede que continúe— tambaleándose como un templo en ruinas.

Seis años de implacable recesión

  • Grecia ha recibido dos rescates, en 2010 y 2012, por un importe total de 240.000 millones de euros. La mayor parte del préstamo se ha destinado a la recapitalización de los bancos y al pago de los intereses de la deuda, que hoy supone el 157% del PIB.
  • Grecia suma 21 trimestres seguidos de recesión. En 2013, el PIB habrá caído en torno a un 4%; desde 2008, fecha en que empezó la crisis, la economía se ha contraído cerca de un 25%.
  • El Gobierno espera que el país vuelva a crecer en 2014: entre un mínimo del 0,6% y el 1,5%. La troika alberga serias dudas sobre estos pronósticos.
  • El desempleo se ha disparado desde 2008 (7,5%). En septiembre el paro ascendía al 27,4% (el 52% entre los menores de 24 años) y castigaba más a las mujeres (31,4%) que a los hombres (24,5%). Grecia dobla con creces el promedio de la eurozona (11,6%, en septiembre).
  • En 2012, el 34,6% de la población griega (3,8 millones de personas de una población de 11) se hallaba en riesgo de pobreza o exclusión social, 10 puntos por encima de la media europea. Ese porcentaje era del 28,1% en 2008.

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