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La pobreza gana terreno en Italia

El 7% de las familias vive en la miseria absoluta y el 13% ganan menos de 990 euros En solo dos años se ha duplicado la tasa de quienes admiten privaciones

Ciudadanos sin recurso en la comida de Navidad de una parroquia de Roma.
Ciudadanos sin recurso en la comida de Navidad de una parroquia de Roma. claudio peri (efe)

Piero Di Filippo nunca se preocupó por el precio del pescado fresco y nunca le negó algún antojo a su mujer. Por ejemplo, a ella le encantaba acudir al puerto de Nápoles, subirse a un barco-restaurante, cenar con la música de fondo y admirar desde el mar el Vesubio y la ciudad que trepa obstinada sus laderas. Hace año y medio, el parque de diversión cerca del estadio de San Paolo cerró y sus 50 trabajadores se quedaron en casa. Entre ellos, Di Filippo, que pasó de tener contrato fijo y nomina de 1.800 euros a cobrar apenas los 800 de la seguridad social. Su familia, de un día para otro, empezó a comprar pescado congelado y a guardar con diligencia los bonos de descuento del supermercado. Él, su esposa y las dos hijas, están acompañados por un “ejercito multitudinario de nuevos vulnerables”, como los define Giovanni Vecchi, catedrático en la Universidad de Roma 2, asesor del Banco Mundial y experto en temas de pobreza y desigualdad.

El Instituto Nacional de Estadística (Istat) certifica el diagnóstico: un estudio publicado el 30 de diciembre revela que en 2012 el 13% de las familias país vive en condiciones de pobreza relativa, es decir, con menos de 990 euros mensuales. Se trata de los valores más altos desde que comenzaron a medir esos datos en 1997. El 7% de los hogares pasó el año en pobreza absoluta, el doble que en 2005 y se ha multiplicado por tres en las regiones más ricas del Norte.

“Vivíamos bien, sin preocupaciones”, resopla Di Filippo, que tiene 35 años y desde los 24 era empleado de Edenlandia. Su mujer es contable y trabaja en una asesoría fiscal. Se enamoraron y realizaron sus proyectos. Celebraron una boda por todo lo alto, escogieron “un pisito nada mal” en un barrio discreto. Pidieron una hipoteca, compraron dos coches, se iban a la playa en verano y cuatro días a esquiar en invierno, tuvieron dos niñas y siempre compraban el pescado fresco. “En pocos meses tuvimos que renunciar a un coche; dimos de baja a la pequeña en la guardería, y nos conformamos con ir una vez al mes con una pizzería”. “Y no me puedo quejar a mi alrededor veo gente que ni puede llevar la comida a la mesa. Lo que está pasando es que los ricos se enriquecen cada vez más, los pobres se empobrecen y los que estábamos en una mitad más que digna, nos estamos escurriendo hacia abajo”, resume.

“Lo que impresiona es la intensidad y la rapidez del empobrecimiento”

El análisis de Di Filippo es aplicable a muchos italianos. “De 2010 a 2012 se ha doblado la tasa de privación”, evalúa Linda Laura Sabbadini, jefa del departamento de estadísticas sociales del Istat. “Preguntamos a los encuestados si tuvo que bajar la calefacción el pasado invierno, si pudo garantizar a su familia una comida proteica al menos una vez por semana, si podría afrontar un gasto imprevisto de 800 euros o pagar una semana de vacaciones, desgrana. Las familias que admitieron privarse de al menos cuatro de estos factores fueron el doble que hace dos años. “Ya no son solo los que lindan con el umbral de pobreza o que siempre se encontraron en dificultad. Quien se aprieta el cinturón es la clase media”.

“De estos datos lo que me impresiona es la intensidad y la rapidez” del empobrecimiento, analiza Vecchi que escribió En riqueza y en pobreza, un ensayo en el cual analiza cómo los italianos llevan 25 años perdiendo poder adquisitivo. “No tenemos que olvidar que la crisis no es la única culpable, sino también la falta de políticas a largo plazo”.

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La pobreza aumenta mucho más en el sur. “La fractura territorial con la cual Italia nació hace 150 años y nunca saneada por completo, ahora vuelve a ampliarse”, explica Vecchi. Y el desempleo se ceba en los jóvenes. “Un paro juvenil del 40% es digno de un país en vía de desarrollo, para ser claros”, zanja Vecchi. “Por suerte”, suaviza Sabbadini, “muchos chavales que perdieron el trabajo o no lo encuentran, viven con sus padres, cuyos ahorros amortiguan los efectos de crisis”.

Pero las arcas se están vaciando: “Los italianos siempre fuimos las hormiguitas de Europa. Incluso me atrevería a definirnos el pueblo más ahorrador del planeta”, comenta el catedrático. Solo cuatro de cada 10 familias logran ahora ahorrar algo. Ante ese panorama desolador, Piero di Filippo no vislumbra su futuro. “Me cuesta demasiado esfuerzo imaginarlo”.

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