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La Gran Guerra sigue viva

Los cambios políticos, sociales y tecnológicos que surgieron con la I Guerra Mundial continúan vigentes en su centenario

Guillermo Altares
Un soldado británico come en una trinchera durante la contienda
Un soldado británico come en una trinchera durante la contiendaCORBIS

El año 2014 ha nacido mirando hacia el pasado, hacia 1914, cuando Europa comprobó que el Siglo de las Luces, la revolución tecnológica de la modernidad, la esperanza y la confianza en el futuro podían quedar destrozados en la gran carnicería de la Primera Guerra Mundial.

El conflicto estalló en el verano de hace un siglo, unas semanas después del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, el 28 de junio en Sarajevo. Pocas conmemoraciones históricas han provocado un aluvión similar de novedades editoriales y un debate tan profundo. La Primera Guerra Mundial es el conflicto más influyente, sobre todo para Europa, incluso más que la segunda, pero el problema está en que todavía no hay un acuerdo global sobre su origen.

 EL PAÍS y sus socios periodísticos europeos ('Le Monde', 'La Stampa', 'Gazeta Wyborzca', 'Süddeustche Zeitung' y 'The Guardian') hemos dedicado un especial al centenario de este conflicto, cuyas huellas pueden verse en muchos aspectos de la actualidad. Más allá de las fronteras europeas y de Oriente Próximo, profundamente marcadas por el resultado de aquella contienda que acabó con la desaparición de los imperios Austrohúngaro y Otomano, la técnica se convirtió en un elemento esencial de las guerras, el reclutamiento forzoso se generalizó, el movimiento obrero se hizo fuerte, estalló el movimiento de emancipación de la mujer y también el pacifismo.

Conocida como la Gran Guerra hasta que llegó la Segunda Guerra Mundial, todavía más grande, movilizó a 70 millones de soldados y mató a unos nueve millones de combatientes. Somme o Verdún se cuentan entre las batallas más sangrientas de la historia. Fue también la primera guerra en la que se utilizaron armas químicas y los avances del progreso y de la ciencia dieron lugar al desarrollo de una industria militar y armamentística.

Pero la Gran Guerra fue grande por otros muchos motivos. Se implantó un nuevo equilibrio político, cayeron imperios, de los que surgieron nuevos Estados, y desaparecieron tres dinastías. La Alemania derrotada y humillada en Versalles acabaría por convertirse en la Alemania nazi. Y no hay que olvidar que la Revolución Soviética forma parte de la Primera Guerra Mundial.

Pero, por encima de todo, hay un factor que nos conecta directamente con lo ocurrido en 1914: ¿Por qué? El historiador Christopher Clark, autor del influyente ensayo Los sonámbulos (The sleepwalkers) sobre el arranque del conflicto, reflexiona sobre las causas que motivaron el estallido de la Primera Guerra Mundial, que son todavía, 100 años después, objeto de un encendido debate político y historiográfico. “En los últimos años, las afinidades se acumulan. Es ya casi un tópico decir que el mundo en el que vivimos se parece cada vez más al de 1914”, escribe Clark,  quien evita lo que llama paralelismos fáciles pero deja muchas preguntas inquietantes sobre la mesa. Hablar de 1914 es hablar de 2014: quizás la única respuesta segura.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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