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Obama hace una apasionada defensa de la igualdad de oportunidades

El presidente anuncia durante el discurso del estado de la Unión que prescindirá del Congreso para aprobar nuevas medidas

El presidente, Barack Obama (c), pronuncia su discurso anual sobre el Estado de la Unión ante el Congreso.
El presidente, Barack Obama (c), pronuncia su discurso anual sobre el Estado de la Unión ante el Congreso.JIM LO SCALZO (EFE)

Con las cifras económicas estableciendo que el país va bien pero –paradójicamente- los ciudadanos expresando su frustración en las encuestas con el trabajo de su presidente, Barack Obama ha acudido esta noche al Capitolio a establecer con su discurso del estado de la Unión lo que será la hoja de ruta del final de su presidencia y hacer una defensa apasionada de la igualdad de oportunidades.

Declarado que este año será “el año de la acción”, el presidente anunció así su intención de romper el inmovilismo al que ha condenado el Congreso su agenda legislativa y se declaró dispuesto gobernar a golpe de orden ejecutiva, algo que hasta el momento ha hecho 168 veces, y que le aleja por bastante diferencia de sus dos últimos predecesores (George W. Bush, 291; Bill Clinton, 364).

“Hagamos de este año el año de la acción”, anunció el presidente. “Eso es lo que la mayoría de los americanos quieren, que nosotros, desde esta Cámara, nos centremos en sus vidas, sus esperanzas y sus aspiraciones. Porque creo que lo que une a la gente de esta nación, sea cual sea su raza, religión o partido político, sean jóvenes, viejos, ricos o pobres, es la simple pero profunda creencia en que hay oportunidades para todos, la noción de que si trabajas duro y eres responsable puedes salir adelante”, declaró el presidente.

Establecido que se independizaba del Congreso para honrar uno de los valores americanos –la oportunidad de triunfar si se trabaja duro-, el presidente dijo que tras cuatro años de crecimiento económico los beneficios empresariales y los precios de las acciones nunca habían sido tan altos y que a los más ricos nunca les había ido mejor. “Pero los salarios medios apenas se han modificado”, dijo Obama. “La desigualdad se ha hecho más profunda”, prosiguió. “El lado más amargo”, reconoció entonces Obama, “el lado más duro es que incluso en medio de la recuperación demasiados estadounidenses están trabajando más que nunca pero solo consiguen sobrevivir”. Muchos ni siquiera tienen trabajo, añadió.

“Nuestro trabajo es revertir esa situación”, anunció el presidente para a continuación anunciar su determinación de usar su poder ejecutivo para elevar el salario federal mínimo de 7.25 dólares a 10.10. “EE UU no espera y yo tampoco voy a hacerlo”, aseveró. “Así que tomaré todas las decisiones que sean necesarias sin necesidad de leyes para expandir las oportunidades".

Con los peores índices de popularidad desde que llegó al poder y similares a los que tuvo George W. Bush en sus peores momentos, Obama insistió en recordar el daño que está haciendo a la nación la parálisis de Washington, que impide a los estadounidenses salir adelante y superarse. Fue entonces cuando puso varios ejemplos personales, entre ellos el que hizo referencia al presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, hijo de un camarero –fue entonces cuando las lágrimas de Boehner intentaron ahogar sus ojos- o a él mismo, hijo de una madre soltera que logró ser presidente de la nación más poderosa del planeta.

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Con la que quizá fue una de las frases más contundentes y poderosas de la noche, Obama declaró que si alguien cocina el rancho de las tropas o lava sus platos no debería jamás de tener que “vivir en la pobreza”.

Sin jugarse la reelección en 2016, lo que si quita el sueño al presidente son las próximas elecciones legislativas de noviembre que podrían resultar en una pérdida del Senado para los demócratas, lo que dejaría a la Casa Blanca en manos de un Congreso republicano. Con esa pesadilla recurrente en la mente, Obama intenta con su puesta de largo ante el Congreso asegurar que, al menos, puede sacar adelante logros sociales que salven su última etapa en el poder.

Atrás queda el fracaso por el control de las armas. Por delante está el asalto al roto sistema inmigratorio, que en la noche del martes apenas fue una mención dentro del largo discurso del presidente. “Economistas independientes han dicho que la reforma migratoria va a hacer crecer nuestra economía y reducirá nuestro déficit en casi 1 billón de dólares en las próximas dos décadas”, declaró Obama dentro de los apenas dos minutos dedicados a inmigración. “Cuando la gente viene aquí para hacer realidad sus sueños - estudiar, innovar y contribuir a nuestra cultura - hacen de nuestro país un lugar más atractivo para que las empresas se establezcan y creen puestos de trabajo para todos”, dijo. “Logremos que la reforma migratoria sea una realidad este año”, finalizó.

En la agenda exterior, Obama defendió la diplomacia –para la que pidió una oportunidad- como una herramienta útil que, apoyada por la amenaza de la fuerza en este primer caso , “ha forzado a Siria a entregar su arsenal de armas químicas” y ha llevado a Irán a sentarse en la mesa de negociaciones. “Estas negociaciones han sido difíciles y puede que no tengan éxito", declaró el mandatario, que enunció entonces otra lapidaria sentencia: “Si Kennedy o Reagan pudieron negociar con la URSS, entonces EE UU también puede hacerlo con un adversario más débil".

Si su apuesta por la diplomacia fue fuerte, tan solo de pasada habló Obama del uso de los drones o aviones no tripulados, sobre los que dijo –tibio- que había impuesto “límites prudentes”. Sin embargo, a diferencia del discurso que pronunció el año pasado, en esta ocasión el presidente no prometió más transparencia sobre los ataques que se llevan a cabo contra objetivos terroristas en Yemen, Pakistán o Somalia.

Si el año pasado Guantánamo fue el gran olvidado del presidente –lo que en cierta medida fue el detonante de una grave huelga de hambre desatada en el centro de detención norteamericano en la isla de Cuba-, en la noche del martes Obama pronunció una frase que, quizá, finalmente tenga que satisfacer también con la estrategia del bolígrafo y el teléfono (el primero para firmar órdenes ejecutivas y el segundo para movilizar voluntades). “Este tiene que ser el año en el que el Congreso levante todas las restricciones y cerremos Guantánamo”. La cuenta atrás comenzó ayer por la noche.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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