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Los camisas rojas de Tailandia, la infantería de Taksin

La oposición busca anular las elecciones en los tribunales

Naiara Galarraga Gortázar
Manifestantes antigubernalentales tras una barricada en Bangkok.
Manifestantes antigubernalentales tras una barricada en Bangkok. DAMIR SAGOLJ (REUTERS)

Los camisas rojas, que en 2010 protagonizaron unas protestas similares a las actuales en Bangkok (Tailandia) en las que los papeles estaban cambiados respecto a ahora, mantienen un perfil bajo en este episodio. Su líder, Tida Tawornseth, una antigua profesora de microbiología de 70 años que asegura llevar cuatro décadas luchando por la democracia en su país, trabaja en una sede ubicada en la quinta planta de un centro comercial de Bangkok. Esta organización política afín a Taksin Shinawatra tiene cientos de miles de seguidores que son fieles al magnate metido a político en las elecciones pero quizá no tanto durante las legislaturas.

Pero la confrontación, por ahora, no es en las calles sino en los tribunales. El Partido Demócrata, que lleva dos décadas sin ganar unas elecciones en Tailandia, acude una vez más a los jueces en busca de un triunfo que el electorado le niega. La formación opositora ha pedido este martes a los tribunales que anulen las elecciones por "violar la Constitución" y que disuelvan el partido gobernante, Pheu Thai. Si la maniobra prospera, se habrá producido lo que los tailandeses denominan "un golpe legal" contra los seguidores de Taksin. Opción más incruenta y sin las posibles consecuencias de un golpe tradicional. El jefe del Ejército, Prayuth Chan-ocha, aseguró este martes que los militares no intervendrán: "Soy un adulto. Nadie me puede forzar a hacer nada. Trabajo en concordancia con las normas y regulaciones. No haré nada más allá de los límites", según el diario Bangkok Post. Los militares han dado 18 golpes desde 1932.

Taksin, primer ministro desde 2001 hasta su derrocamiento en 2006, es el personaje central de la grave crisis política en la que está sumido el país aunque vive a 5.000 kilómetros, en Dubái. Controla desde allí el Gobierno que lidera su hermana pequeña, Yingluck Shinawatra. Así describe Tida así la relación entre los camisas rojas y Taksin: "Esto es una organización popular, él es un buen amigo, somos socios". Y añade que "lo que él controla es el partido [Pheu Thai]". Esta formación es la última encarnación electoral de los seguidores del exprimer ministro, con el que Yingluck se presentó a la reelección como primera ministra el domingo. Preguntada si Taksin les financia, responde que sí, que el Pheu Thai está entre los que aportan fondos.

Los camisas rojas nacieron tras el golpe militar contra Taksin, en 2006. Son rojos porque es el color que animaron a vestir a quienes estuvieran en contra de la Constitución aprobada en 2007 bajo tutela de los militares, explica uno de sus dirigentes en la sede. El movimiento social original se ha convertido en una organización política con filiales y programas que, según recalca Tida, lucha "por la igualdad, la democracia y la justicia".

Los camisas rojas insisten que esta vez el pulso no es entre rojos y amarillos (el color de la monarquía y el resto de la élite tradicional). "Luchamos por la democracia, no por Taksin ni por el Pheu Thai. Que quede claro que aquí unos apoyan la democracia y otros quieren destruirla", subraya la líder. Se refiere Tida, enfundada en una chaqueta de seda roja, a los manifestantes que a golpe de acampada y protesta demandan desde hace tres meses en las calles de la capital que el Gobierno electo (ahora interino) sea sustituido por un comité de sabios que erradique la corrupción que carcome el sistema, empezando por Taksin y toda su familia.

El exprimer ministro huyó del país —a Camboya, luego a Reino Unido para acabar en Emiratos Árabes— para eludir una condena de dos años por corrupción, que según Tida "está basada en falsedades". Junto a la corrupción, su creciente autoritarismo y su desprecio por los derechos humanos en una campaña contra la droga que causó 2.500 muertos le restaron el apoyo inicial de las clases medias progresistas.

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Los camisas rojas, oficialmente denominados Frente Unido por la Democracia y contra la Dictadura, casi no se han movilizado desde que comenzaron las protestas de sus adversarios políticos hace tres meses salvo para celebrar un gran acto de masas el pasado noviembre, cuando llenaron el estadio Rajamangala de la capital. La líder del grupo explica esa táctica: "Tenemos que ser muy prudentes, mantener la calma para evitar que tengan excusas para dar un golpe [de Estado], hay que evitar la confrontación entre colores". La cuestión es qué ocurrirá si finalmente se produce lo que en Tailandia denominan "un golpe legal", la anulación de la votación o la disolución judicial del partido.

Tampoco sería la primera vez. El Partido Demócrata ostentó el poder en el periodo 2008-2011 tras la ilegalización de la anterior marca electoral de Taksin. Tida insiste en que, si se produjera un golpe legal, demandar "elecciones una y otra vez. No es la democracia plena pero es el estándar mínimo democrático". Pero advierte de que podría derivar en un conflicto civil.

Las protestas de 2010 concluyeron en un asalto de los militares a la acampada de los camisas rojas. Murieron 80 manifestantes y diez agentes. Algunos de los primeros siguen aún en prisión. Por eso levantó ampollas entre parte del movimiento que Taksin maniobrara para que su hermana introdujera en una ley de amnistía que exoneraba a los vinculados con aquella movilización la posibilidad de que él regresara a Tailandia. Esa opción desató la ira de la oposición y la ley fue aparcada. Los camisas rojas están indignados porque pusiera sus intereses personales por delante.

La primera ministra y su Gobierno están en un limbo, pendientes de unas elecciones parciales en los bastiones de la oposición donde fue imposible votar el domingo, trabajando fuertemente custodiados fuera de sus oficinas habituales y a la espera de los recursos contra los comicios y otras batallas legales planteadas por sus adversarios políticos. Y por si fuera poco, el descomunal fiasco de un plan de subvenciones a los productores de arroz se agrava. China ha anunciado este martes que retira su oferta de comprar más de un millón de toneladas de arroz mientras el banco gubernamental se ha sumado a los prestamistas que se niegan a dar más crédito al Ejecutivo. Este plan populista le ha costado al contribuyente tailandés 200.000 millones de bath (4.500 millones de euros) además de haber arruinado a los agricultores afectados, que pertenecen a la base electoral tradicional de Taksin.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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