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Sinfonía de esperanza al norte de México

Unos 800 niños y jóvenes de Tijuana, una ciudad golpeada por la violencia, estudian música en el Centro de Artes Musicales de Baja California

Niños ensayan en una sesión de la orquesta, en Tijuana
Niños ensayan en una sesión de la orquesta, en TijuanaA. SANTIBÁÑEZ (CAM)

Dicen en Tijuana, al norte de México, que los barrios del este son los más bravos de la ciudad. La mayoría de sus calles están hechas de tierra, y a unos metros se erige el muro que separa al american dream de sus vecinos pobres del sur. Y, por muchos años, la violencia, el narcotráfico y la muerte eran cosa de todos los días. Pero ahora, de esas casas, salen decenas de niños todas las tardes. Cargan violines, flautas, oboes, violonchelos. Se dirigen al Centro de Artes Musicales (CAM), construido en 2012, pero sede de un proyecto que comenzó hace más de 20 años. Su objetivo: que los niños tijuanenses eligieran la música y no la violencia. Comenzaron siendo unos 15. Suman ya casi 800.

“Sabemos que es un granito de arena, pero nos da mucho orgullo ver cómo ha crecido el proyecto”, afirma Alma Delia Ábrego, directora de la Fundación de Artes Musicales, una institución creada en 1990 que promueve la idea de sanar con música —al menos en parte— las tragedias que ha sufrido la ciudad.

Por muchos años, “Tijuana y crimen” eran sinónimos. En sus calles los muertos se contaban por decenas. En los seis primeros días de 2010, que acabaría siendo uno de los años más violentos de su historia, 24 personas fueron asesinadas. Cuatro al día. Tres de esas víctimas eran adolescentes, y los mataron enfrente de su escuela.

Los instrumentos no tienen ningún costo para los niños.
Los instrumentos no tienen ningún costo para los niños.CAM

Tijuana es uno de los principales motores de la industria maquiladora del país. En muchos hogares, todos los adultos trabajan y muchos niños pasan las tardes solos. “Los chicos encuentran que un instrumento les puede dar satisfacciones que no esperaban y que los pueden mantener alejados de otros vicios”, explica Ábrego. El proyecto Redes 2025, que resume la estrategia del CAM, espera que, para ese año, haya por lo menos 2.000 alumnos en el centro. De estas aulas han salido tres orquestas comunitarias y, se espera, que en una década los músicos de la Orquesta Sinfónica de Baja California sean, en su mayoría, egresados del CAM.

“Te sientes único, especial, que estás en tu lugar favorito. Es un sentimiento que es muy difícil de escribir pero que creo que siente cada músico”, explica Mariana Madrigal, una pequeña violinista egresada del CAM en el documental Un lugar para quedarse, de Alex Montalvo (México, 2013). Ábrego mira las imágenes con orgullo y presume: “Esa niña es buenísima. Está estudiando ahora un curso en Nueva York”. Siete de cada 10 niños que acuden al CAM reciben algún tipo de apoyo económico. Los instrumentos son gratuitos. “La única condición es que los cuiden y que vengan a clases”, recuerda. Hay lecciones de más de una decena de instrumentos y de canto.

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En la misma película sale Yared García Romero, un chelista de gafas de apenas unos 10 años. A él le gusta “inventarse” canciones. “Si estoy enojado toco algo fuerte, si estoy triste toco algo tranquilo, y si estoy alegre toco lo que lo muestra”, afirma en Tijuana. Una de sus profesoras cuenta que el niño toca con lo que llega a sus manos. Un lápiz, una regla, un cajón. Yared continúa asistiendo a sus lecciones en el CAM. En un pasillo corre con otros niños. Cuando un visitante que recién ha visto el documental se acerca para elogiarle, Yared lo mira sorprendido. Le desconcierta que un extraño se acerque para felicitarlo por lo que hace con el chelo. “No tienes idea de lo que hace para los niños un elogio”, comenta Ábrego. “Muchos de ellos no están acostumbrados a recibirlos”.

En los pasillos del CAM se escuchan las notas de los violines, los cantos de unos niños, el silbido de las flautas. “Está a punto de terminar el ensayo de la orquesta, aprovechen”, advierte un colaborador del centro.

Tijuana ha sido uno de los escenarios más violentos de la guerra contra el 'narco'
Tijuana ha sido uno de los escenarios más violentos de la guerra contra el 'narco'CAM

Una profesora de origen ucraniano —“pero mexicana”, subraya— dirige a casi un centenar de niños y niñas. Los chiquillos miran nerviosos al puñado de visitantes que escuchará su ensayo. “Pequeña Serenata Nocturna”, ordena la profesora con solemnidad. Los alumnos buscan en sus libretos las notas de Mozart. Y de la nada surge la música. El milagro será pequeño, son apenas unas decenas de niños. Pero suena también a esperanza, aunque sea lejana. Cerca de 600.000 menores de Tijuana que corren riesgo de caer en las garras de las bandas criminales.

Hace unos meses, los profesores y los niños organizaron un concierto en uno de esos barrios bravos del este. Se detuvieron a unos pasos del muro que separa a México de Estados Unidos, no muy lejos de las decenas de cruces que recuerdan a los inmigrantes que han muerto en el intento de llegar al otro lado. Una bandera mexicana ondea tímida al fondo. De repente, un coro de voces infantiles cruza la frontera. “Yo le canto a sus volcanes / A sus praderas y flores / Que son como talismanes / Del amor de mis amores… / Mé-xi-co, Lindo y Querido…”. No muy lejos asoma una pintada que reza: “De este lado también hay sueños”.

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