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En Honduras, la desnutrición tiene nombre y apellido: Corredor Seco

Más del 90% de la población de esta zona vive con menos de dos dólares diarios

Tegucigalpa -
Habitante del Corredor Seco en Honduras
Habitante del Corredor Seco en HondurasAngels Maso

Castigada por las altas temperaturas, las tierras reflejan, a través de los tonos amarillentos de sus valles, los colores de la aridez. Vacías, las cuencas de los riachuelos que discurren por estos montes confirman la ausencia de lluvia. Sólo de vez en cuando una pequeña laguna aparece en esta zona, donde los caminos desconocen el asfalto.

Bienvenido al Corredor Seco, donde 6 de cada 10 niños menores de cinco años sufren de desnutrición crónica.

Es aquí en la aldea las Pitayas, situada a unas tres horas de Tegucigalpa, la capital de Honduras, donde Lilian Esperanza cría a sus tres hijos de uno, siete y 11 años. “Siempre hay problemas para dar de comer a los niños”, explica su marido, Santo Celestino, quien relata que aunque logran alimentarse tres veces al día, casi siempre las comidas se limitan a tortilla y frijoles. La familia obtiene esos productos de una pequeña parcela de tierra que alquila.

Como él, también Eli de Petronila, madre de 5 hijos, tiene su propio cultivo de maíz para consumo familiar. Si las condiciones climáticas son buenas, la tierra les brinda el alimento necesario para subsistir. Cuando no es así “uno tiene que ver cómo salir adelante”, cuenta.

Vista del Corredor Seco, en Honduras
Vista del Corredor Seco, en HondurasAngels Maso

“Acá hay dos cosechas al año, de maíz, arroz y frijoles en general. Pero sale poco”, lamenta Arturo Donaldo, regidor de la alcaldía de San Antonio, a la que pertenece la aldea de las Pitayas. La problemática es evidente para Marco Tulio Licona, presidente del Consejo de Microcuencas Apasilina. “Esta zona es seca, carecemos de agua para producir”.

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Precisamente la escasez de lluvia que caracteriza a esta región es lo que le ha dado el nombre del Corredor Seco, una franja que cruza Honduras de sudeste a sudoeste. Un territorio donde se concentra, a su vez, la mayor parte de la pobreza que afecta este país centroamericano.

Según cifras del Banco Mundial, en Honduras un 66% de la población vive en situación de pobreza, mientras que la malnutrición afecta a uno de cada cuatro niños. En el Corredor Seco la situación es más crítica: 60% de los niños menores de cinco años sufren desnutrición crónica.

La agricultura es la principal fuente de ingresos y de seguridad alimentaria en Honduras y en los últimos años su productividad ha aumentado en algunas partes del país. No obstante, los pequeños y medianos productores quedan rezagados de estos avances debido a las grandes desigualdades que existen entre las zonas urbanas y rurales.

Además de ser altamente vulnerables a las condiciones meteorológicas extremas, los productores del Corredor Seco tienen un acceso limitado a los mercados y una baja diversificación de los cultivos, afirma Eli Weiss, experto en agricultura y desarrollo rural del Banco Mundial, quien recordó que el 91.7% de la población de esta zona vive con menos de 1,81 dólares diarios.

Alianza para el Corredor Seco

Para contribuir a solucionar este problema, el gobierno, multilaterales y donantes internacionales, lanzaron a finales de enero la Alianza para el Corredor Seco, un esfuerzo conjunto para fomentar el desarrollo de esta zona rural en los próximos cuatro años.

“El objetivo es lograr sacar a 50,000 familias de la pobreza extrema, así como reducir la desnutrición crónica de los niños menores de cinco años en un 20%”, explicó Weiss.

Para ello, se capacitarán a los productores en el cultivo de productos más diversos y de mayor calidad, así como se potenciarán alianzas con compradores y exportadores para facilitar la comercialización de los productos. La iniciativa también promoverá la participación de los pobladores en actividades de subsistencia alternativas a la agricultura y mejorará la nutrición y la higiene de la población.

Asimismo, también se facilitará el acceso a los mercados agrícolas a través de la construcción, la reparación y el mantenimiento de unos 280 kilómetros de carreteras en las comunidades destinatarias.

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