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La crisis ahonda las divisiones étnicas

Crimea, de mayoría rusohablante, alerta contra el auge del nacionalismo ucranio

Pilar Bonet
Dos heridos en los disturbios, el martes en Kiev.
Dos heridos en los disturbios, el martes en Kiev. Oleksandr Ratushniak (afp)

Un minuto de silencio por los tres oriundos de Crimea muertos en los enfrentamientos con las “fuerzas radicales de Kiev en el cumplimiento de su deber”. Así comenzó el miércoles por la mañana la sesión de la Rada (Parlamento) de la República Autónoma de Crimea en Simferópol, la capital de esta península del mar Negro poblada por algo menos de dos millones de personas, la mayoría de cultura rusa.

Para el Parlamento local —100 diputados—, se trataba de una sesión muy especial porque se conmemoraba el 60º aniversario de la decisión del dirigente de la URSS Nikita Jruschov, que en 1954 transfirió Crimea —como si fuera un regalo— desde la república soviética rusa a la república soviética de Ucrania, dos territorios que entonces eran parte de un mismo país. Hoy, muchos en Crimea lamentan esa decisión que dejó de ser un accidente burocrático en 1991, cuando la URSS se desintegró y Rusia y Ucrania se convirtieron en dos países distintos. Casi un cuarto de siglo después, en Crimea, base de la flota rusa del mar Negro, unos aceptan mejor que otros el hecho de ser ciudadanos de un Estado en plena convulsión.

La diputada Svetlana Sávchenko calificó el miércoles la entrega de Crimea a Ucrania como “una experiencia dolorosa”. “No se ha realizado el resultado del referéndum de marzo de 1991 [la mayoría de los ciudadanos soviéticos se pronunciaron por la conservación de la URSS] y los derechos de esta autonomía no se han puesto en marcha, por eso esta rica región está en la periferia de Ucrania, un Estado construido sobre el principio viciado de la negación de uno de sus pueblos”, señaló Sávchenko, del partido Soyuz, el más prorruso de la Rada local.

“Si la situación en Ucrania no se estabiliza debemos plantear la restitución de Crimea a Rusia”, advirtió en la sesión el diputado Nikolái Kolesnichenko, del Partido de las Regiones (el del presidente Yanukóvich). Sus palabras fueron recibidas con aplausos.

Este grupo tiene la mayoría parlamentaria, 82 diputados; el resto están dispersos entre distintos grupos, desde Soyuz a Kurultai-Ruj. Este último integra a los tártaros, una comunidad deportada por Stalin a Asia Central en 1944 y que fue regresando progresivamente a su tierra de origen. Los tártaros de Crimea están por una reforma constitucional que reconozca sus derechos y quieren una cuota del 15% en el Parlamento. Los intereses de los tártaros han servido a Kiev para contraponerlos con los de los rusos locales y conseguir así un cierto equilibrio. Sin embargo, la comunidad tártara está insatisfecha: no todas sus pretensiones (financiación y tierra para su reasentamiento, derechos culturales) se ven satisfechas.

Los sucesos en Kiev han provocado desazón en la península y también el sentimiento en la comunidad rusohablante de que es necesario defenderse de las fuerzas que amenazan su condición de autonomía territorial, la única que existe en el Estado unitario ucranio. Los tres oriundos de Crimea fallecidos en Kiev son dos tenientes de la comandancia de las tropas del Ministerio del Interior en Crimea y un suboficial del batallón de tropas de intervención especial (las Berkut). Los diputados guardaron un minuto de silencio por ellos y, más tarde, otro minuto por “todos” los que han perecido en los sucesos en la capital ucrania.

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La víspera, el presídium del Parlamento de Crimea se dirigió al presidente Víktor Yanukóvich para advertirle que “si la escalada de enfrentamientos civiles continúa” la Rada Suprema de la República Autónoma de Crimea “se reserva el derecho” a exhortar a los habitantes de la República “a la defensa de la paz cívica y la tranquilidad en la península”.

“Hoy le exigimos que, como jefe del Estado, actúe de forma decidida y tome medidas extraordinarias. Esto es lo que esperan centenares de miles de habitantes de Crimea que le votaron con la esperanza de que habría estabilidad en el país”, señaló el presídium.

El 4 de febrero, ese mismo presídium abordó la situación de una forma más radical: decidió formar un grupo de trabajo para enmendar la Constitución local y aprobó un llamamiento al presidente de Rusia, Vladímir Putin, y al Parlamento ruso para que estos se constituyeran “en garantes de la inviolabilidad del estatuto de autonomía de Crimea”. Sin embargo, entre el 4 de febrero y el 18 de febrero, el Servicio de Seguridad de Ucrania inició una investigación por si el llamamiento de los diputados de Crimea podía ser considerado como una muestra de separatismo. El resultado ha sido una fórmula mucho más suave de expresar la preocupación de la península.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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