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Yanukóvich, Rusia y fantasías

Pilar Bonet

Lo que escribo a continuación son solo fantasías que, por una vez, quisiera compartir con ustedes. Los activistas militarizados que han estado luchando en el “Maidán” (en Kiev y en otras regiones de Ucrania) buscan con ahínco a Víctor Yanukóvich. No me queda ninguna duda y es más, mis fuentes confirman que el “Sector de Derechas” ya ha estado en un monasterio ortodoxo que a mi juicio podría haber sido un buen escondrijo para él. Conociendo la voluntad y disciplina de esos activistas, cabe suponer que han estado también en otros y que revuelven bajo las piedras en su busca.

Está claro que la vida de Yanukóvich peligra y está claro también que una buena parte de sus compatriotas, (desde luego de una forma poco cristiana pese a esos sacerdotes del Maidán), se alegraría, si el ex presidente desapareciera.

¿Imagínese que usted fuera Yanukóvich y estuviera en Crimea? Es más, que estuviera en Sebastópol o en Balaklava, la antigua base de submarinos soviéticos, que ahora es un museo, pero que está a 10 kilómetros de Sebastópol, la base principal de la Flota Rusa del Mar Negro y la ciudad más rusa de toda Ucrania.

La flota rusa del Mar Negro debería haberse marchado de Crimea en 2010, pero Yanukóvich prolongó el acuerdo para su estacionamiento hasta 2042 con la opción a quedarse hasta 2047. Aquel gesto, pocos meses después de llegar a la presidencia, tuvo como contrapartida concesiones en los precios del gas que, sin embargo, no lograron arreglar el desaguisado organizado por Yulia Timoshenko en 2009, cuando firmó gravosos contratos porque esperaba granjearse el apoyo de Vladímir Putin para las elecciones presidenciales que al final acabó perdiendo ante Yanukóvich en enero de 2010. Asi pues, ¿no sería razonable pensar que Yanukóvich hubiera intentado refugiarse en un buque de guerra o en alguna de las instalaciones rusas en Crimea? Y si así fuera, ¿acaso eso no produciría una situación extremadamente delicada y poco deseable para el presidente Vladímir Putin, que se vería obligado a optar entre entregar a su antiguo amigo a las nuevas autoridades de facto de Ucrania o ponerlo a salvo (ahora que su valor de cambio en este mundo de la política pragmática es negativo) y afrontar las consecuencias, a saber, constituirse en cómplice real de la chapuza que el oriundo de Donetsk ha dejado en su país.

Me atrevo a decir que desde luego ese no es un escenario que Vladímir Putin quisiera. El Yanukóvich que él necesitaba era un dirigente complaciente y estable y al mando de la situación. Lo que no necesita de ninguna manera es que el perdedor le involucre en su derrota de una forma tan patética.

Suponiendo que Yanukóvich se hubiera refugiado en un barco ruso, ¿Acaso los activistas radicales del Maidán no iban a atreverse a asaltar una nave rusa de la misma manera que han asaltado los edificios gubernamentales en Kiev y otras ciudades, e incluso con más saña, porque se sentirían “patriotas” y tendrían motivo para opinar que Rusia respaldaba a su dictador y lo protegía en su hora de la verdad. Y de ahí se podría pensar que, a tenor de tal protección, los nuevos dirigentes de Ucrania habrían encontrado una buena razón para intentar librarse de la Flota rusa del mar Negro. Y además, todo este conflicto podría tener algunas ventajas (digamos que pírricas) para los nuevos dirigentes ucranianos. Refiriéndose a los problemas que supone desarmar al Sector de Derechas, uno de los grupos más aguerridos del Maidán (que según sus dirigentes cuenta con varios miles de personas), un alto mando subordinado a la nueva dirección ucraniana, suspiró y me dijo: "como son muy buenos luchadores, tal vez podrían dirigir sus energías contra Rusia y así nos libraríamos de ellos". ¿Bromas? ¿Ingenua esperanza de solucionar un problema menor creando un problema mayor? Ciencia ficción, claro.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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