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Chile inicia su gran batalla contra la desigualdad

Michelle Bachelet asume la presidencia en medio de enormes expectativas sobre la reforma educativa

Francisco Peregil
La presidenta electa de Chile, Michelle Bachelet, este lunes con la mandataria argentina, Cristina Fernández
La presidenta electa de Chile, Michelle Bachelet, este lunes con la mandataria argentina, Cristina FernándezREUTERS

La socialista Michelle Bachelet, la pediatra de 62 años que se convirtió el pasado 15 de diciembre en la primera mujer reelecta en Chile, asume este martes en el Congreso de Valparaíso la presidencia de un país que no está para bromas. El conservador Sebastián Piñera deja en sus manos una nación que lleva cuatro años creciendo a un ritmo del 5,5%, un punto por delante de la media de América Latina. Bachelet hereda “una economía sana, una democracia estable y una ciudadanía empoderada y consciente de sus derechos”, como ella misma reconoció el día de su victoria. Pero hereda también uno de los países más desiguales del continente, un país donde la educación de calidad es algo inconcebible para cualquier familia humilde. Bachelet llegó a la presidencia con la promesa firme de erradicar la desigualdad y ya ha anunciado cincuenta medidas urgentes para los tres próximos meses. Enfrente le espera una sociedad tan expectante como exigente; una sociedad que ha forzado, antes de que asuman el poder, el cese de cuatro personas designadas para su Gobierno.

Bachelet anunció la composición de su Gobierno a finales de enero. Después el país entró en un periodo de vacaciones estivales donde no suele moverse ni una rama en el panorama político hasta que comienza en marzo el curso legislativo. Pero a principios de febrero ya renunció Claudia Peirano, la que iba a ser subsecretaria de Educación. Peirano se había convertido en blanco del movimiento estudiantil por declararse en contra de la educación universal gratuita y ser dueña de una consultora que asesora a colegios subvencionados. Bachelet daba así su primer paso en falso justo en educación, donde más sensible se muestra la sociedad chilena.

Poco después, el que iba a ser viceministro de Agricultura, Hugo Lara, dimitió al estar implicado en un delito económico. Casi al mismo tiempo renunciaba el futuro subsecretario de Bienes Nacionales, Miguel Moreno, quien fue multado por “ofensa al pudor”, tras tocar el glúteo a una mujer en el metro. Finalmente, hace solo cuatro días, Bachelet tuvo que soltarle la mano a su futura viceministra de Defensa, Carolina Echeverría. Varias organizaciones de derechos humanos acusaron a su padre, Víctor Echeverría, oficial de Ejército retirado, de haber sido torturador durante la dictadura de Pinochet. Echevarría condenó el golpe “sin reservas”, pero declaró en una entrevista que ama a su padre y que cree en la justicia.

Ahora Bachelet tiene por delante cuatro años para convertir a Chile en un país de mayor justicia social. A partir de ahora, tal vez Bachelet podría inspirarse enel discurso que pronunció el presidente uruguayo, José Mujica, cuando asumió el mando en 2010: “Educación, educación, educación… Y otra vez educación. Los gobernantes deberíamos ser obligados todas las mañanas a llenar planas, como en la escuela, escribiendo cien veces: `debo ocuparme de la educación`. ¡Porque allí se anticipa el rostro de la sociedad que vendrá”.

Bachelet declaró la semana pasada que su desafío más grande es “hacer una reforma educacional que permita dar oportunidades a todos”. Para financiar una educación gratuita y de calidad necesitará reformar el sistema de impuestos, otra de sus grandes promesas. Y todo eso, sin olvidar uno de sus mayores compromisos: la redacción de una constitución nueva. Además, tendrá que impulsar la despenalización del embarazo en casos de violación, inviabilidad del feto o peligro para la vida de la madre. También se espera de ella que se una a Uruguay y Argentina en la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo. Todas ellas son tareas hercúleas si se tiene en cuenta que su formación, la Nueva Mayoría, no es un partido disciplinado y homogéneo, sino una alianza con un anchísimo espectro ideológico que va desde los comunistas hasta los democristianos. La asistencia a Valparaíso del presidente venezolano, Nicolás Maduro, ya ha aireado las primeras diferencias entre los democristianos y comunistas de su alianza.

La Nueva Mayoría de Bachelet obtuvo en las legislativas del 17 de noviembre 68 diputados (sobre un total de 120) y 21 senadores (sobre 38). Fue un resultado suficiente para afrontar las reformas prometidas, aunque no holgado. En cualquier caso, suficiente para superar las carencias de un modelo de consumo y crecimiento del que millones de personas se sienten excluidas.

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Tras conocer su victoria el 15 de diciembre, Bachelet reconoció la obra de otros Gobiernos: “Hemos construido un país del que podemos sentirnos orgullosos”. Y también las carencias: “Porque hemos construido todo esto este martes debemos ponernos un desafío muchísimo más alto”. El desafío se lo puso ella y se lo ha venido recordando la sociedad.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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