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Los restos de Huber Matos descansan en Costa Rica hasta que caigan los Castro

El cuerpo del comandante revolucionario y disidente del castrismo, enterrado esta semana, serán trasladados a la isla "el día que sea un país libre"

Imagen de Huber Matos cuando era revolucionario en Cuba.
Imagen de Huber Matos cuando era revolucionario en Cuba.J. A. (EFE)

En la casa de Huber Matos Araluce, repleta de orquídeas y plantas tropicales, hay un ataúd metálico vacío. Está listo para el momento que deseó durante décadas su padre, Huber Matos Benítez, comandante revolucionario cubano convertido en una poderosa voz disidente del régimen castrista, que se extinguió hace dos semanas en Miami. Sus restos fueron enterrados en esta capital centroamericana, como escribió en su testamento, con el añadido de que se trasladase su cuerpo a Cuba “el día que sea un país libre y democrático”.

Cuba no es ni libre ni democrática, acabó diciendo Matos este jueves 27 de febrero. “La lucha continúa. Viva Cuba libre”, exclamó después de pedir que le quitaran el respirador artificial, según contó este jueves su hijo en la casa donde tuvo tres días de la semana pasada el cuerpo de uno de los comandantes de la revolución de 1959. Mientras Cuba siga gobernada por el apellido Castro, los restos reposan en un ataúd recubierto de madera en una bóveda de mármol negro en el Cementerio General de San José, adornada con una estrella de bronce. El ataúd metálico está para cuando puedan exhumarlo y trasladarlo a su natal Yara, en la antigua provincia de Oriente.

De momento, su cuerpo queda en el país donde se refugió durante la dictadura de Fulgencio Batista, el país de donde él se llevó las primeras armas para el alzamiento guerrillero dirigido por Fidel Castro en 1958 y el país que lo recibió enfermo 21 años después, convertido en un notable disidente del gobierno de Castro. La vida de Matos, fallecido a los 94 años por un infarto masivo, resume en buena parte el papel de esta nación centroamericana en la historia contemporánea de Cuba.

Huber Matos fue a Costa Rica a finales de 1956 a buscar el arsenal para la guerrilla escondida en la Sierra Maestra de Cuba

Aquí vino Matos a buscar el arsenal para la guerrilla escondida a finales de 1956 en la Sierra Maestra. Un excombatiente de la fugaz guerra civil en Costa Rica en 1948 lo contactó con el entonces presidente José Figueres Ferrer, un caudillo de sangre catalana y carácter resuelto, fundador del Partido Liberación Nacional (PLN) y convertido en una suerte de héroe nacional por su obra en tres administraciones. Matos lo conoció cuando estuvo exilado en San José en 1956 perseguido por Batista.

Don Pepe, como le llamaban, le facilitó las cosas para cumplir con el pedido del abogado Fidel Castro. “Yo lo que necesito son armas”, le habría dicho el joven abogado a Matos, como recordó su hijo en una entrevista con EL PAÍS. Aquí las halló y las trasladó en un avión de carga C46 bimotor, propiedad de Manuel Guerra, un excombatiente costarricense amigo de Figueres. “Eran ametralladoras y municiones, las armas que hicieron posible repeler la ofensiva de las tropas de Batista”, cuenta sobre los hechos que vivió siendo un adolescente.

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Las armas llegaron, pero el avión privado de Aerolíneas Nacionales fue quemado por los rebeldes antes de que llegaran los hombres de Batista. Matos se internó con los guerrilleros en la Sierra Maestra, opuesto al deseo de Fidel Castro de seguir buscando armas por otros países. Ya había divergencias entre ambos, cuenta su hijo, pero igual Matos dirigió una de las tres columnas que bajaron a las ciudades; las otras las encabezaban el argentino Ernesto ‘Che’ Guevara y el cubano Camilo Cienfuegos.

Matos se instaló en Santiago. Ya era comandante de la guerrilla. Ahí estaba el 31 de diciembre del 58, cuando Batista, acorralado por las fuerzas guerrilleras huyó a República Dominicana. Empezó a ver la influencia marxista en las ideas y las acciones de Castro, que lo envió a la complicada provincia de Camagüey. Desde ahí envió la carta de renuncia a la revolución en octubre del 59 y, tras ser arrestado por Cienfuegos, enfrentó dos meses después un juicio militar dirigido por Castro. Matos fue condenado a 20 años de cárcel por sedición y traición.

De ahí salió exactamente 20 años después, el 21 de octubre de 979. Ahí estaba Mario Carazo, el hijo del entonces presidente de Costa Rica, Rodrigo Carazo, que había gestionado la expatriación de Matos. Eran tiempos convulsos. La guerrilla sandinista acababa de triunfar en la vecina Nicaragua con el apoyo decidido de Cuba, cuando Centroamérica era uno de los campos calientes de la Guerra Fría.

“Me trajeron a un hombre muy debilitado, muy golpeado y tremendamente aprehensivo. Él nos pidió el pasaporte a mí y a los dos viceministros que estaban conmigo en esa casa a donde, en la noche anterior, había llegado Fidel Castro a contarme su versión de quién era Huber Matos. Ese hombre era Matos. Se retiró a un jardín a revisar que los pasaportes fueran legítimos y al final nos dijo ‘tengo que creerle a Costa Rica”, relata Mario Carazo.

“No quería volar en un avión de Cubana de Aviación y después de horas de insistirle, aceptó con una condición, que trajéramos una bandera de Costa Rica. En el consulado conseguimos una y él exigió que ondeara en ese avión para viajar a San José. Un eufemismo”. El avión llegó de madrugada y ahí estaban parte de la colonia cubana, el presidente Rodrigo Carazo y José Figueres, que al ver el cuerpo débil de Matos se saltó el saludo y rápido le preguntó “¿qué te han hecho?”, cuenta su hijo. “A él lo torturaron y los dejaban sin comer. Tengo mi sospecha de que el día anterior a la excarcelación le dieron su buena pasadita”, comenta Mario Carazo.

Matos fue condenado a 20 años de cárcel en Cuba por sedición y traición y al salir se retiró a vivir a Miami

Los pilotos y agentes de seguridad ni siquiera bajaron del avión. Rechazaron bocadillos de cortesía y solo pidieron combustible para regresar a La Habana. Costa Rica no tenía relaciones diplomáticas con La Habana. Se habían roto desde 1961 ante la presión de Estados Unidos. Solo había una relación consular establecida en inicios del gobierno de Carazo, fallecido en 2009.

Matos no venía a quedarse a Costa Rica. El propio Mario Carazo lo acompañó en el avión hacia Miami y escuchó el relato sobre Fidel Castro desde la perspectiva de Matos. Lo oyó pronunciar un discurso en Liberty City Park de Miami de agradecimiento a Costa Rica y de inicio a una dura pelea de disidencia desde Estados Unidos, sobre todo con una potente emisora de radio diseñada por un ingeniero costarricense a solicitud de Matos hijo, uno de los miles de cubanos que ha llegado a Costa Rica por residencia, refugio o solo como tránsito para emigrar a Estados Unidos. El censo del 2011 registró unos 8.700 cubanos establecidos, pero la cifra real suele ser mayor, según autoridades migratorias. A ellos se suman 760 refugiados.

“Costa Rica es para nosotros un ejemplo de a dónde ir, un país democrático, abierto a la autocrítica y tolerante”, justifica Huber Matos Araluce en su casa en un barrio acomodado de Moravia, en el centro del país donde hijos de disidentes cubanos han ocupado cargos de dirección en dos de los principales medios de comunicación, como el noticiario de Canal 7 y el diario La Nación.

Huber Matos Benitez fue y vino varias veces de Miami a Costa Rica. La última fue el miércoles 5 de marzo, tras su muerte, para ser enterrado en Costa Rica, como escribió en el testamento certificado hace cinco años. En Cuba gobierna Raúl Castro en un proceso de apertura económica insuficiente para cualquiera de los miembros de la comunidad cubana instalada en Costa Rica, aquel a quien siempre cuestionó su valentía en el combate. En Costa Rica gobierna Laura Chinchilla, la primera gobernante costarricense en visitar La Habana en funciones presidenciales. Ocurrió a finales de enero, para la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), cuatro años después de que su antecesor, Óscar Arias, restableció el lazo diplomático. Para él se trató un acto de adaptación “a las nuevas realidades”; para Huber Matos hijo fue “un golpe terrible”. “Yo creo que Arias lo hizo en coordinación con el Departamento de Estado de Estados Unidos, creyendo que podían convencer a Raúl Castro de una apertura real”.

Tres meses después de Costa Rica, El Salvador finalizó también su distancia diplomática con La Habana. Solo falta Washington, pero eso quizá ocurra solo cuando el cuerpo de Matos pueda ocupar el ataúd metálico que guarda su hijo para enviar a su pueblo de Yara, en lo que antes era Oriente y ahora se llama Granma.

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