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La oposición venezolana muestra su fuerza en la calle a pesar de la discordia

Los desencuentros entre los líderes opositores a Nicolás Maduro no merman nutridas manifestaciones en Caracas y otras ciudades

Un manifestante en la marcha de este domingo en Caracas
Un manifestante en la marcha de este domingo en Caracas Miguel Gutiérrez (EFE)

Una multitudinaria marcha de la oposición en Caracas y otras ciudades del país, mostró este domingo que los sectores contrarios al gobierno de Nicolás Maduro todavía no se cansan a pesar de tener más de un mes de protestas en las calles. Casi simultáneamente, sin embargo, expusieron a través de las medios las desavenencias, cada vez más abiertas, que separan a sus líderes.

Si el sábado el oficialismo puso a manifestar –contra cualquier rezago de institucionalidad que quedara de las fuerzas armadas- a los militares, al día siguiente la oposición venezolana convocó a la calle a sus seguidores con un motivo que, si bien tiene fundamento en datos concretos de la realidad, se aproxima con riesgo a la xenofobia: llamaba a protestar “contra la injerencia cubana”.

Desde dos puntos del este caraqueño caminaron decenas de miles de personas con rumbo al aeropuerto de La Carlota. El destino tenía su significado. Ese aeropuerto, enclavado en pleno corazón del valle de Caracas pero a punto de ser convertido en un enorme parque público, sirve tanto a la aviación civil como a una base de la Fuerza Aérea. La base ha sido cuartel y retaguardia para los equipos antimotines de la Guardia Nacional durante cuatro semanas de refriegas y dura represión de los manifestantes.

A la postre, los mismos soldados de la GN impidieron a la columna de manifestantes acercarse a La Carlota, a pesar de lo cual no hubo desórdenes ni incidentes violentos.

En la marcha se vieron innumerables pancartas de confección casera con lemas que fustigaban la presunta tutela cubana sobre el gobierno venezolano. “No nos da la gana una dictadura como la cubana”, “De Cuba, sólo la música” y hasta una paráfrasis de las palabras célebres de Porfirio Díaz: “Pobre Venezuela, tan lejos de Dios y tan cerca de Cuba”. Entre todas, no obstante, destacaba omnipresente la etiqueta de las redes sociales, ahora impresa en franelas y garabateada sobre cartones, de la campaña opositora conocida como La salida: “El que se cansa, pierde”.

De hecho, la convocatoria, aunque atendida masivamente, pareció provenir solo de una parte de la oposición, esa que repite la palabra “calle” como un mantra y que sostiene que no hay tiempo para esperar que se cumpla el calendario electoral con tal de desalojar al chavismo del poder. El camión que hacía las veces de tarima y guía de los marchantes, iba forrado con la fotografía del Leopoldo López, máximo líder del partido Voluntad popular y dirigente de esa tendencia, ahora prisionero en una cárcel militar a las afueras de Caracas.

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Desde esa plataforma, Lilian Tintori, la esposa de López, habló a quienes se reunieron para marchar desde Chacao, bastión inexpugnable de las fuerzas opositores. Recomendó a todos leer con calma la entrevista publicada este domingo por el diario El Universal de Caracas, en la que desde su celda López responde a un cuestionario por escrito. “Allí el mensaje de Leopoldo queda muy claro”, dictaba Tintori por el megáfono una especie de lectura dirigida. “Hay que perseverar, no podemos dejar las calles”.

En la entrevista, el exalcalde de Chacao ratifica su convicción de haber hecho lo correcto cuando llamó a salir a las calles. Se pregunta, incluso, si no lo hizo tarde. Y recalca que “quienes pensaban y piensan que el régimen se cae solo y claudica por la situación económica, se equivocan. Veámonos en el espejo de Cuba. ¿Cuánto más íbamos a esperar? ¿Cincuenta años? Ya van quince”.

El mensaje no era una botella arrojada al mar sino que tenía un destino muy específico: el excandidato presidencial y gobernador de Miranda, Henrique Capriles Radonski, quien defendía la tesis dentro de la oposición de aguardar a que la crisis económica expresara todo su potencial para, solo entonces, usar ese malestar y reclutar a sectores populares descontentos y no movilizar al electorado opositor de siempre. Incluso dentro de las ásperas condiciones de la cárcel militar de Ramo Verde, donde lleva recluido dos semanas, López se las arregla para enviar a Capriles un “abrazo de lucha por Venezuela”, como indicio de que la sangre de un posible cisma no llega todavía al río.

Pero mientras López se muestra como un paladín desde su prisión, para desmayo de sus seguidores, y casi al mismo tiempo que circulaba el matutino con la entrevista, en un canal de televisión, Henrique Capriles admitía que mantiene contactos con el presidente Maduro para participar “en las próximas horas” en un debate público con el heredero de Hugo Chávez.

Maduro ha venido convocando desde hace un par de semanas a una muy incompleta “Conferencia Nacional de Paz” a la que sistemáticamente los voceros de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se han venido negando a integrar. Las sesiones que ya han tenido lugar se transmiten en vivo por el sistema de medios del gobierno, pero terminan pareciendo maratones verbales irresolutos que apenas sirven para caracterizar frente a las cámaras al gobierno como un bando abierto al diálogo.

El anuncio de Capriles contraría lo que el ala radical de la oposición estaría a dispuesta a aceptar respecto a un diálogo con el gobierno que, sostienen sus líderes, en las actuales circunstancias sólo conseguiría legitimar a un gobierno tambaleante.

"El diálogo no es un show de televisión, no nos vamos a prestar a una comparsa”, declaró Capriles al respecto, “pero creo que sería un error no abrir un espacio para decirnos las cosas a la cara; eso creo que tiene mucho más valor: que el país vea un debate de ideas".

Anticipándose a las críticas que, de seguro, le lloverán desde los sectores más insurreccionales de la oposición frente a lo que parecería una concesión al gobierno difícil de explicar, el dos veces candidato presidencial dijo, sin aludir a nombres concretos, que "hay extremos del lado de la oposición que se entienden (con el Gobierno) (...), casi que tienen un pacto, se necesitan, los extremos se alimentan".

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