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Asesinado en Italia un niño de cuatro años en un ajuste de cuentas mafioso

Es el segundo menor víctima de la delincuencia organizada en pocos meses

Hace tres años, cuando tenía 27, Carla María Fornari se quedó viuda y con tres hijos pequeños después de que su marido fuese asesinado en un ajuste de cuentas de la Sacra Corona Unita, la organización mafiosa de la región de Apulia, en el sur de Italia. Y anoche, en una carretera de Taranto, unos sicarios acribillaron el vehículo que conducía y en el que viajaban sus tres hijos y su nuevo compañero, Cosimo Orlando, de 43 años, condenado por complicidad en dos asesinatos y que disfrutaba de un permiso carcelario. La lluvia de proyectiles –una veintena según las primeras investigaciones— acabó con la vida de Carla Maria, de Orlando y de uno de los niños, de cuatro años. Sus hermanos, de seis y siete años, resultaron ilesos. El pasado 20 de enero, otro niño pequeño, Nicola, de tres años, también resultó asesinado junto a su abuelo en un ajuste de cuentas de la mafia calabresa.

Según la primera reconstrucción policial, los hechos se produjeron sobre las 21.30 del lunes, en la carretera nacional 106, que une Taranto con Reggio-Calabria. Un vehículo se situó en paralelo al que conducía Carla Maria Fornari y sus ocupantes comenzaron a disparar sin preocuparles que sobre el regazo de Cosimo Orlando –seguramente el objetivo de la emboscada—viajaba un niño pequeño. Los tres ocupantes de los asientos delanteros resultaron muertos en el acto, mientras que los otros dos niños, que viajaban detrás, no fueron alcanzados por ningún disparo. Los tres menores eran fruto de la anterior relación de Carla Maria Fornari con Domenico Petruzzelli, asesinado en 2011.

Además del horror en sí del asesinato de un niño, se da la circunstancia de que es el segundo en un corto espacio de tiempo. El pasado 20 de enero, un niño de tres años al que llamaban Cocò murió carbonizado en el interior de un coche junto a su abuelo, Salvatore Iannicelli, de 52 años, en la provincia de Cosenza (Calabria). El niño vivía con su abuelo y con su novia –una joven marroquí de 27 años-- porque tanto el padre —al que todavía no había llegado a conocer— como la madre se encuentran en prisión cumpliendo una condena relacionada con el tráfico de drogas, que en Calabria está controlado por ’Ndrangheta, la mafia calabresa.

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