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Suspendidos tres agentes del Servicio Secreto tras una borrachera

Tres miembros de la seguridad de Barack Obama son devueltos a EE UU después de una noche de parranda en Ámsterdam

Barack Obama, en La Haya.
Barack Obama, en La Haya.Getty Images

El grupo de élite que promete proteger con su vida la del presidente de Estados Unidos vuelve a ver su reputación comprometida después del escándalo de prostitución en Cartagena de Indias (Colombia) durante la Cumbre de las Américas a la que asistía Barack Obama. Dos años después de que los hombres del presidente se cubrieran de vergüenza internacional, tres agentes fueron enviados a casa el pasado domingo desde Amsterdam tras una noche de borrachera, según informa el diario The Washington Post citando fuentes familiares con lo sucedido.

Uno de los tres agentes fue encontrado inconsciente y ebrio en el hall de un hotel el domingo por la mañana, un día antes de que Obama aterrizase en Holanda. Los tres pertenecían al equipo conocido dentro de la agencia como CAT (Counter Assault Team, siglas en inglés), el grupo antiasalto de operaciones especiales que marcha al lado de la caravana presidencial.

Según relata el Post, el personal del hotel que encontró borracho al agente decidió llamar a la embajada de EE UU en La Haya, quien contactó a los responsables del Servicio Secreto que organizaban el viaje a Holanda, entre los que se encontraba la directora, Julia Pierson, que viajó a bordo del Air Force One con Obama al día siguiente.

Uno de los tres agentes fue encontrado inconsciente y ebrio en el hall de un hotel el domingo por la mañana

El CAT está considerado dentro del Servicio Secreto como “la última línea de defensa” del presidente, el grupo con más rango de élite dentro de la agencia. Los agentes que componen el CAT deben de ser tiradores de gran precisión y estar siempre en excelente forma física, ya que son quienes protegen al presidente si el convoy en el que viaja el mandatario es atacado. Su misión entonces es defender la posición con armas de fuego y extraer al presidente del área asaltada hasta conducirle a un lugar seguro.

El portavoz del Servicio Secreto, Ed Donovan, confirmaba la noche del martes que la agencia había enviado “a casa a tres empleados por motivos disciplinarios” y había abierto una investigación durante la cual los agentes estarán suspendidos de empleo.

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El escándalo de Cartagena sacudió los cimientos de una institución, en su gran mayoría compuesta por hombres, sobre la que reinaba la opacidad y que en los días que siguieron destaparon que entre el prestigioso boys club imperaba un lema secreto: “¡Despegamos, fuera los anillos!” (“Wheels up; rings off”).

Pero más allá de comportamientos reprobables, la actuación de los miembros del Servicio Secreto implicados en el escándalo de Cartagena generó una importante crisis de seguridad que puso en duda la credibilidad del cuerpo al dejar en entredicho la protección del presidente.

Lo que sucedió en Colombia salió a la luz después de que una de las prostitutas que pasaron la noche con los agentes iniciara un altercado después de que uno de ellos se negara a pagarla por los servicios prestados. El entonces director de la agencia, Mike Sullivan, declaró ante el Comité de Seguridad del Senado que lo sucedido se trató de “un incidente aisaldo” y que en absoluto representaba una conducta generalizada.

Lo sucedido ahora en Amsterdam, donde el presidente Obama inició una gira de alto calado político que le llevará por Europa –incluida una vista al Papa en Roma- y Arabia Saudí, justo cuando EEUU vive su peor crisis con Rusia desde el final de la Guerra Fría, supone la violación de las normas adoptadas por el Servicio Secreto tras el escándalo de Cartagena en abril de 2012, entre las cuales está la prohibición de beber alcohol 10 horas antes de estar de servicio. Debido a que formaban parte del equipo de preparación del terreno antes de la llegada de Obama el lunes, los agentes deberían de haber asistido a una reunión clasificada en la mañana del domingo. El hecho de que hubieran estado bebiendo hasta la madrugada vulnera esa regla.

Los miembros del CAT suelen tener jornadas de hasta 12 horas cuando viajan al extranjero con el presidente por lo que se espera de ellos que el tiempo libre lo empleen en descansar y estar en forma para el siguiente turno. El Pentágono, el Servicio Secreto y el Departamento de Estado movilizan a cientos de personas cada vez que el presidente viaja al extranjero para preparar los encuentros y garantizar la seguridad del mandatario, que en esta ocasión asistirá además a la Cumbre de Seguridad Militar en La Haya junto a una docena de líderes mundiales.

Hace casi un año, el 27 de marzo de 2013, Julia Pierson reemplazaba en la dirección del Servicio Secreto a Mark Sullivan, que antes de despedirse se disculpó por el capítulo más vergonzoso de la agencia –Cartagena-. Muchos vieron entonces en la designación de Pierson, 54 años, el intento de reformar una agencia en la que impera un estilo de club británico masculino del siglo XIX, con agentes encarnados en el cine por Clint Eastwood. El 90% de sus 3.500 agentes especiales son hombres y la plantilla total del Servicio Secreto está integrada en un 75% por varones. La primera mujer entró en el cuerpo en 1970 y al año siguiente, otras cinco juraban su cargo como agentes.

El Servicio Secreto hace honor a su nombre y muy poco es lo que trasciende de lo que sucede entre bambalinas. La propia Pierson reconoció en una entrevista tras su nombramiento que “la gente no se da cuenta de la cantidad de trabajo y preparación que hay en cada viaje que hace el presidente, desde donde va a dormir, hasta si va a ir en avión o en coche, por ejemplo”.

Pierson no concede entrevistas. Nadie en el Servicio Secreto lo hace. La agencia vive bajo el lema “Sin Comentarios”. Por eso, cuando Ronald Kessler publicó en 2009 su libro, In The President’s Secret Service, se convirtió automáticamente en un éxito de ventas. A más de 100 agentes se les concedió permiso bajo la Administración de George W. Bush (2001-2009) para hablar con ese antiguo reportero de The Washington Post y dieron rienda suelta a años de anécdotas, cotilleos y quejas acumuladas.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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