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OBITUARIO

Marc Blondel, el sindicalista de la protesta

Fue una figura clave del movimiento obrero francés de las últimas décadas

Marc Blondel, en 1996.
Marc Blondel, en 1996.B. BISSON (CORBIS)

Con su aspecto de bonachón, sus enormes gafas, siempre puro en boca, su bufanda y sus tirantes rojos, Marc Blondel ha sido una figura clave del sindicalismo francés. Duro en la negociación, dirigió durante 15 años el tercer sindicato francés, Force Ouvrière (FO). Adepto de la provocación y de la polémica, duro negociador, apodado “el general” por los suyos y “señor No” por la prensa, Blondel abogaba por un sindicalismo ofensivo y se volcó en su segunda vida en la defensa de la laicidad. El histórico líder falleció el pasado domingo 16 de marzo a los 75 años.

“Dejará el recuerdo de un socio decidido, exigente, a veces intransigente, pero siempre al servicio del interés general”, reaccionó el presidente, François Hollande, en un comunicado, en el que destaca la figura de “una de las mayores figuras del sindicalismo francés”. El secretario general de Force Ouvrière, Jean-Claude Mailly, su “hijo espiritual”, que le sucedió en 2004, rindió por su parte homenaje al “tribuno fuera de serie”.

Hijo de militar y nieto de minero, Blondel nació el 2 de mayo de 1938 en Courbevoie, en la periferia norte de París, pero la familia pronto se mudó a Hénin-Liétard, hoy Hénin-Beaumont, en el norte de Francia. De su infancia en esta ciudad minera guardaba el recuerdo del “fenómeno de la solidaridad”. “Nunca he tenido el reflejo de pensar: ‘Voy a apañármelas solo’. Siempre he tenido un enfoque colectivo”, aseguraba en un programa de televisión en 2003.

Blondel se mudó a París para iniciar la carrera de Derecho, que nunca acabó, y se curtió en el sindicalismo en la organización estudiantil UNEF. Militó, entre otros movimientos, en el de la independencia de Argelia, y en 1958 se integró en FO. Poco a poco fue escalando en la jerarquía hasta convertirse en 1974 en secretario general de la federación de empleados. A los cuatro años, entró en la oficina confederal de FO, donde tomó las riendas del sector económico y se convirtió en uno de los pesos pesados del sindicato.

Enemigo íntimo del entonces secretario general, André Bergeron, Blondel logró imponerse en su sucesión frente al delfín del dirigente saliente, Claude Pitous. Fue en 1989, al término de un congreso doloroso que partió en dos al sindicato y del que salió elegido con el 53,6% de los votos. En él defendió un “sindicalismo de la protesta”, en oposición a lo que denunciaba como un “sindicalismo de acompañamiento”. Las tres siguientes veces que se presentó fue reelegido siempre por mayoría aplastante.

Al frente de FO, Blondel rompió con el modelo consensual de su predecesor y convirtió al sindicato en uno más ofensivo. Su gran golpe lo dio en 1995 contra la reforma de la seguridad social del primer ministro Alain Juppé. “Mi trabajo no consiste en acostarme con los primeros ministros”, soltó entonces, en un ataque condenado como misógino dirigido a la secretaria general del sindicato CFDT, Nicole Notat.

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Miembro también del partido socialista, no dudó en oponerse a la aplicación de la semana laboral de 35 horas, obra del Gobierno socialista. Consideraba que supondría una pérdida de poder adquisitivo para los trabajadores. Tampoco escondía su cercanía con el presidente conservador Jacques Chirac, con el que solía quedar a comer. En 2011 fue de hecho condenado, aunque exento de pena, en el caso de los empleos ficticios del Ayuntamiento de París en la época del mismo Chirac como alcalde. El sueldo de su chófer corría a cargo del dinero público de la alcaldía.

Blondel, defensor de la francmasonería, se dedicó en la última década a su otro gran combate, el de la laicidad, desde la Federación Nacional de Libre Pensamiento, que presidió hasta 2007. También se volcó con la Organización Internacional del Trabajo, desde donde militó entre otros por la liberación de los sindicalistas encarcelados.

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