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La Comisión Europea exige a Francia que cumpla el déficit y acelere las reformas

La Comisión y los ministros de Finanzas presionan a Hollande para que cumpla con el déficit

Claudi Pérez
Los ministros de Finanzas de Finlandia, Reino Unido y Alemania en Atenas.
Los ministros de Finanzas de Finlandia, Reino Unido y Alemania en Atenas.L. GOULIAMAKI (AFP)

La crisis alcanza ya el mismísimo corazón del euro. Es una vieja historia: una economía que entra en declive, que pierde competitividad, que empieza a acumular déficits públicos, que embalsa una enorme deuda en la panza de un Estado reacio a adelgazar. Grecia, Irlanda, Portugal y España han sido amonestados repetidamente por Bruselas por su incapacidad para salir de ese círculo vicioso una vez sumergidos en el mar de los sargazos de la austeridad, a pesar de que en puridad solo Grecia tenía al principio un verdadero problema fiscal.

La novedad es que llega el turno de los grandes: de Francia, que pese a su inmensa riqueza y a que conserva empresas como portaaviones presenta un ramillete de datos preocupantes. Solo Italia, que va por el mismo camino, ha crecido menos en los últimos 25 años. La dégringolade —la decadencia francesa— es aún más puñetera si se atiende a la comparativa con Alemania: el desempleo duplica al alemán; en exportaciones, en renta per cápita, en costes laborales, en casi cualquier dato estadístico Francia no resiste la comparación con su vecino, que hace solo una década era oficialmente el enfermo de Europa. Francia es seria candidata a ese puesto: su presidente, François Hollande, reclamó este martes a sus socios comprensión, más tiempo para cumplir las metas del déficit a la vista de sus promesas de recortes y reformas. Los socios del euro salieron por donde suelen: el vicepresidente de la Comisión, Olli Rehn, y el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, desoyeron olímpicamente esa petición.

Rehn recordó en Atenas que hace unos meses ya le ofreció dos años más a Francia para restañar el agujero fiscal y apuntó que espera que ahora cumpla su compromiso a rajatabla. El presidente del Eurogrupo fue aún más explícito y exigió a París “que se ciña a los objetivos presupuestarios marcados”. Dijsselbloem reclamó a Hollande que apruebe de una vez las reformas prometidas “aunque sea duro a corto plazo”.

No será fácil para Francia ganar una batalla en la que todos los demás socios del euro han sucumbido al consenso de Bruselas, Berlín y Fráncfort. Los fríos números van desnudando lentamente a Hollande, que acaba de sufrir una fenomenal derrota en las elecciones locales.

La economía francesa creció el 0,3% en el último trimestre del año, pero el paro supera el 11% y, sobre todo, el agujero fiscal no termina de cerrarse. El déficit cerró el año en el 4,3% del PIB, dos décimas por encima del objetivo de Bruselas, y esa brecha se agrandará este año si nada cambia, según las previsiones del equipo de Rehn. Hace menos de un mes, Bruselas invocó un nuevo reglamento y le lanzó una advertencia —el paso previo a las sanciones— si París no hace lo posible por cumplir el déficit. Las fuentes consultadas en la Comisión explicaron el martes que Hollande debe combinar “consolidación presupuestaria y reformas”. Y anuncian que, a la vista de los datos, Bruselas preparará en las próximas semanas —de la mano de París— un paquete de medidas económicas que será presentado en junio para corregir las desviaciones presupuestarias, una vez Francia presente en abril su plan de estabilidad y reformas.

El lío está servido con uno de los grandes motores de la Unión, que nunca ha aceptado de buen grado imposiciones de ese calibre. París ya ha avanzado que lo que quiere es más tiempo para cumplir con el déficit. Hollande ha anunciado una rebaja de impuestos a las empresas —que podría ampliarse a las familias— parcialmente financiada con recortes de gasto por importe de 50.000 millones de euros en los tres próximos años. Pero Francia tiene que explicar a la Comisión a lo largo de este mes cómo va a cuadrar ese círculo para dejar el déficit público en el sacrosanto 3% del PIB en 2015. Hollande —que busca la autoridad, la frescura, la ambición que le falta en su nuevo hombre fuerte, Manuel Valls— ganó las elecciones con promesas de combatir la dogmática austeridad europea, y por ello tiene ante sí un reto mayúsculo. A medida que va decantándose por la austeridad y las reformas, pierde el apoyo de sus votantes; como esa aproximación no es ni mucho menos veloz, tiene que enfrentarse a las suspicacias de Bruselas y Berlín.

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Para la Comisión tampoco va a ser fácil. La última vez que conminó a Hollande a reformar las pensiones, su respuesta fue rotunda: "Bruselas no va a dictarnos lo que tenemos o no tenemos que hacer". Fuentes europeas explicaban el martes en uno de los pasillos del centro de convenciones en el que se reunieron los ministros de Finanzas del euro -con la sonora ausencia del francés Pierre Moscovici- que el paquete de medidas que se le va a pedir a París "es esencialmente el mismo que se ha aplicado en otros países, y no hay razón para pensar que con Francia las cosas vayan a ser diferentes". "París necesitaría una mayoría para bloquear el paquete que se presentará en junio", explicaron las mismas fuentes. Pero Francia sigue conservando un enorme poderío en Europa. Con la Comisión de salida por la cercanía de las elecciones convocadas para finales de mayo, tampoco ese pulso con París tiene un final nada claro.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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