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Un pacto del Gobierno libio con los rebeldes tiene en vilo el precio del petróleo

Las milicias negocian concesiones políticas para desbloquear los tres puertos tomados en verano

Javier Casqueiro
Un tuareg vigila un pozo de la compañía Akatus Oil Operations, cerca de la ciudad de Ubari.
Un tuareg vigila un pozo de la compañía Akatus Oil Operations, cerca de la ciudad de Ubari.Álvaro Canovas (Paris Match (Contac))

El inminente desbloqueo de tres puertos libios exportadores de petróleo y tomados por las milicias rebeldes desde el verano tiene en vilo en las últimas horas el estratégico precio del petróleo y todo ese mercado clave para la geopolítica y la economía mundial. El petróleo Brent de referencia ha subido este jueves a casi 105 dólares por barril, situándose en mínimos de hace cinco meses, aunque aún contenido por la incertidumbre del acuerdo político sin cerrar totalmente entre los grupos armados que se hicieron fuertes hace ocho meses en los puertos de Ras Lanuf, Es Sider y Zueitina, en la región Cirenaica, y los responsables del Gobierno.

El pacto entre los rebeldes y las autoridades oficiales lleva anunciándose unos días aunque no acaba de cerrarse. Pero se da por hecho y parece que se concretará en horas. Hasta el ministro del petróleo de Libia, Omar Shakmak, le concedió este jueves cierta oficialidad al comentar que el Ejecutivo ha visto "buenas intenciones" en las charlas indirectas que se están produciendo con las milicias. Shakmak añadió, desde la ciudad de Benghazi, que los líderes tribales, las autoridades locales de la zona y los cabecillas rebeldes están trabajando duro para completar el acuerdo en breve.

Por su parte, Ali Al-Hasy, un portavoz del grupo rebelde Barqa, avanzó este jueves que existía ya un "principio de acuerdo" y un miembro del comité de energía del Gobierno, Sliman Qajam, aventuró incluso que los puertos controlados por las milicias podrían reabrir sus instalaciones en un plazo de entre 24 y 48 horas. Al-Hasy apuntó que si el Gobierno retira ahora sus advertencias y amenazas de una posible actuación de las fuerzas armadas sobre el terreno "todo será más fácil" y prometió: "Las instalaciones petrolíferas están en muy buen estado".

Al débil Gobierno libio le urge mucho esta reapertura. La producción Libia de petróleo ha caído desde los casi 1,4 millones de barriles diarios generados hasta hace apenas tres años, cuando fue derrocado el régimen dictatorial de Muamar Gadafi, a los apenas 230.000 actuales. Hay analistas que reducen incluso esa aportación. La compañía española Repsol está instalada hace tiempo en el país, dispone de ocho pozos y obtiene allí el 11% de su producción. Los responsables en la zona de Repsol han padecido parones en su actividad y problemas por este clima generalizado y arbitrario de inseguridad.

El más que probable pacto traerá beneficios a corto plazo para el Gobierno Libio, que había perdido muchos millones de dólares de ingresos con el bloqueo de las exportaciones de petróleo, y aportará algo de mayor estabilidad al mercado mundial, tras la crisis política en Crimea y con Rusia. Pero también podrá reportar significativas mejoras para los rebeldes que dirigen las guerrillas en la región Cirenaica, rica en petróleo e hidrocarburos, y que reclaman hace tiempo mayor autonomía política y económica.

El grupo rebelde Barqa está liderado por el comandante Ibrahim Al-Jedram, que hasta el pasado verano era precisamente el responsable de mantener la seguridad en las instalaciones petrolíferas del Golfo de Sirte. Los analistas internacionales expertos en el mercado del crudo también consideran que las milicias y el propio Al-Jedram están bajo escrutinio en estas negociaciones para cerrar un pacto que desbloquee la situación para demostrar así que son capaces de controlar a sus hombres y de ofrecer un cierto orden en el restablecimiento del negocio.

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Es el mismo grupo armado que intentó hace dos semanas emprender por su cuenta la negociación de la venta de petróleo al margen de las autoridades al permitir la entrada en el puerto de Es Sider de un carguero pirata de bandera norcoreana, el 'Morning Glory', para llenar sus bodegas. El buque logró sortear el bloqueo de las fuerzas armadas y escapar a Chipre, aunque luego fue rescatado en una operación de película de acción por las unidades de élite de la marina norteamericana. El estrambótico suceso acabó al mismo tiempo con la carrera política del primer ministro, Ali Zeidán, que perdió su cargo en una movida moción de censura y que tuvo que emigrar del país a Alemania. Los marines condujeron el buque, a su tripulación y a los apresados de nuevo de vuelta hacia Tripolí pero el abogado del Estado decidió liberarlos la semana pasada en un gesto de buena voluntad precisamente con los rebeldes.

El acuerdo político ahora entre el Gobierno y los rebeldes tiene, en cualquier caso, algunos puntos oscuros. Libia es un miembro clave de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y con un funcionamiento normal de los puertos espera retomar su actividad en la compañía estatal que maneja este sector. Pero el actual Ejecutivo está muy debilitado, carece de autoridad en muchas zonas del país y no tiene bajo su control la seguridad en muchas regiones, dirigidas más bien por líderes de tribus locales, exmilitares, federalistas o políticos retornados tras muchos años del exilio. Cuando el ex primer ministro huyó a Alemania aprovechó para mantener un encuentro con políticos británicos y para alertar del peligro de que su país se convierta en una base para Al Qaeda "para alguna operación contra Italia, Gran Bretaña, Francia, España, Marruecos o cualquier lado, porque las armas están por todas partes".

Las milicias, por su parte, demandan para la región más recursos económicos sobre los ingresos que generan sus riquezas, piden en concreto un 15% de esos beneficios, porque entienden que los pozos localizados allí podrían llegar a generar la mitad de todo el crudo del país. Pero, además, exigen otras mejoras y más autonomía política. Su portavoz estos días, Essam Al-Jahani, sí quiso anticipar que en las charlas con el Gobierno estaban reclamando también algunos gestos como el traslado del Banco Central de Libia a Benghazi, la principal ciudad de la región que se vio marginada durante la era Gadafi en favor de Tripolí, así como la opción de votar en un referéndum sobre la instalación en el país de un sistema federal. Y defienden que todas esas medidas deben figurar en una nueva Constitución, que retome las potestades que le otorgaba la vigente hasta 1951 en el reinado del Rey Idris, antes de la llegada de Gadafi.

 

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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