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ENTREVISTA MARCELO RUBENS PAIVA - 50 años del Golpe militalr

“El Estado aún considera al ciudadano como enemigo”

Cuando Brasil conmemora el 50 aniversario del comienzo de la dictadura, el escritor pide justicia por muerte de su padre, Rubens Paiva, uno de los primeros desaparecidos

El escritor Marcelo Rubens Paiva
El escritor Marcelo Rubens PaivaB. Martín

El novelista brasileño Marcelo Rubens Paiva lleva 43 años reviviendo la muerte de su padre el diputado Rubens Paiva, uno de los primeros desaparecidos políticos del régimen dictatorial, secuestrado y torturado hasta la muerte en 1971. La última vez que le golpeó el dolor fue el pasado 23 de marzo, al hacerse público el testimonio del coronel Paulo Malhães, exagente del Centro de Informaciones del Ejército, ante una de las comisiones que integran la Comisión por la Verdad, organismo que se encarga desde 2011 de la revisión de la actuación de la Junta Militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, una de las más largas del continente americano en tiempos recientes.

Según su escalofriante testimonio, Malhães, hoy retirado, intervino directamente en la desaparición del cadáver de Rubens Paiva. Se explayó en detalles sórdidos sobre los métodos de mutilación y eliminación de los opositores al régimen, entre ellos el entonces diputado del PTB (Partido de los Trabajadores brasileño, sindicalista), y cómo se arrojaban sus restos al mar para no dejar huellas. Dos días después, cambió su versión y dijo que no había intervenido en los hechos. Polémicas aparte, sus declaraciones confirmaron lo que ya es una obviedad: el Estado mataba a ciudadanos brasileños cuyo único crimen era defender la libertad.

Este 50 aniversario del comienzo de la dictadura está moviendo en Brasil muchos sentimientos y muchas complicidades. En 1985, cuando se abolió la censura, hubo un intento de exorcismo colectivo sobre lo que ocurrió desde el 31 de marzo de 1964, el día en que el entonces presidente João Goulart fue depuesto por un golpe de Estado militar. Pero no fue una revisión lo suficientemente profunda para reescribir la historia del país y muchas víctimas quedaron en el camino, víctimas cuyas familias son el recordatorio vivo de que Brasil asumió la democracia con muchos secretos en el armario. La familia Paiva es uno de los símbolos máximos de ese silencio.

Las nuevas revelaciones sobre la muerte de su padre han coincidido con la paternidad recién estrenada de Marcelo. Su primer hijo, de un mes y medio, se llama Joaquín, y su llegada le hizo rechazar las numerosas peticiones de entrevistas tras el testimonio de Malhães, "para no pasar energía negativa al bebé".

Sin embargo, aceptó conversar con EL PAÍS, y recomponer el rompecabezas de la dictadura. Para el hijo del diputado asesinado, que estaba contra la lucha armada y no era de filiación comunista, es urgente restaurar la verdad y castigar a los responsables de la muerte de su padre -cuyos restos no se han encontrado nunca- y que aún están vivos. Para él, es necesario reconocer que ciertas herencias de la dictadura se mantienen, como por ejemplo la desaparición de personas inocentes, en plena democracia. "Mi padre no era guerrillero ni era comunista. Era un típico representante de la familia de clase media brasileña", explica. "Amarildo [ el albañil desaparecido en Rio de Janeiro que fue asesinado por policías el 14 de julio de 2013], tampoco era traficante como se dijo injustamente. Su muerte, el año pasado, es una herencia evidente de la dictadura en Brasil".

Pregunta. Debe haber sufrido un asedio tras la sobreexposición en la prensa brasileña de los detalles de la muerte de su padre.

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Respuesta. No doy entrevistas. Estoy cansado de cargar desde hace 33 años con el estigma de ser el autor de Feliz Ano Velho [ una obra autobiográfica, escrita en los años 80, que aborda la tragedia del padre, y relata el accidente que lo dejó parapléjico a los 20 y de culto entre la juventud brasileña]. Soy escritor, prefiero retratar ese periodo a través de mis columnas (en el periódico O Estado de S. Paulo), en mi blog, y dejé la parte de representar a la familia (en actos sobre la dictadura) a mis hermanas. El teléfono no para de sonar con cada novedad que sale sobre mi padre. Estos días han sido un infierno. Todo esto y yo con un bebé en los brazos. No quería transmitirle esa energía negativa. Mi familia está muy expuesta, más que antes. Se ha convertido en un símbolo de estos 50 años del golpe.

P. Su hermana afirmó que su padre era el antecedente de casos recientes y escandalosos, como el de Amarildo.

"Lo que el Gobierno ha hecho con Petrobras es imperdonable"

R. Cuando la gente comparó ese caso y el de mi padre vio que eran iguales. Todos los detalles. Nosotros vivíamos en Leblon, un barrio rico de Río, y Amarildo en Rocinha, uno más pobre. Amarildo era albañil, y mi padre, ingeniero. Amarildo tenía cinco hijos, mi padre también. Los dos fueron detenidos en sus casas, con la excusa de una investigación. Mi padre fue acusado de tener conexiones con los comunistas. Amarildo, con los traficantes. A mi padre lo torturaron detrás del cuartel del DOI CODI (que coordinaba las acciones de represión) en Río. Amarildo fue torturado en un container, detrás de la Unidad de Policía Pacificadora (UPP). Varios testigos oyeron sus gritos, los militares, los de mi padre. A ambos les aplicaron electroshock. Los dos murieron la misma noche en que sufrieron torturas, sus cuerpos fueron retirados durante la madrugada y desaparecieron. Y se inventaron una versión sobre los hechos. En el caso de mi padre, que había huido, y en el de Amarildo, que no había sido detenido. Y luego, castigaron a sus familias. Es impresionante que eso ocurra en un Estado democrático, que esa situación se repita con los brasileños comunes. Para mí, eso simboliza la lucha por la revisión de la ley de Amnistía de 1979. Y por qué hay gente que está contra esa ley que perdona a los torturadores y consagra en Brasil ese Estado en que la población está de un lado y la policía, de otro.

P. ¿Es la muerte o desaparición de inocentes una de las herencias de la dictadura?

R. Es un Estado que ve al ciudadano como a un enemigo, como a un combatiente. En la época de la dictadura, se oía mucho una expresión de los militares: "Murió en la guerra". Y la impresión que tenemos hoy es que Brasil aún padece una guerra civil entre la población y una policía interesada en mantener el orden y ciertos intereses. Los policías brasileños se visten con botas de media caña y uniforme del Ejército. Llevan un corte de cabello militar. No son profesionales entrenados para combatir la violencia urbana. Son guerreros, soldados. Eso es una herencia evidente de la dictadura, bastante difícil de quebrar. Tanto que en las manifestaciones de junio del año pasado una de las banderas era el fin de la policía militar.

P. Hay una sobredosis de historia sobre la dictadura en la prensa. Y mucha gente solo se convenció de que hubo tortura cuando Malhães relató las atrocidades cometidas contra su padre.

"José Dirceu no es el antagonista de la dictadura"

R. Creo que sí. Llevará tiempo, ¿eh? Mi generación, la de los años 80, estaba más concienciada sobre lo que fue la dictadura. La gente leía más, la gente sabía lo que había ocurrido. El debate era constante. En la época por la campaña del voto directo en 1984, se habló mucho de eso, hubo muchos suplementos especiales. Cuando llegó la apertura en 1985, estaban los libros de Fernando Gabeira, mi libro, películas e incluso una novela, Años Rebeldes, que narraba la vida de los guerrilleros. En mi época el tema estaba presente y luego desapareció.

P. Parece que hay una cierta nostalgia entre ciertas capas, como si la dictadura hubiera sido un tiempo mejor. ¿Qué opina?

R. Creo que se confunde la añoranza por el pasado con que la dictadura fuese mejor. En el pasado, los niños jugaban en la calle, había menos violencia y menos coches. Por otro lado, está el caso mensalão [compra de votos de diputados y congresistas] y la corrupción del PT, ahora Petrobras, Dilma que no es una buena presidenta... Esa confusión, en la que la gente piensa: "Espera, ¿no eran estos tipos los que lucharon contra la dictadura?'. Dilma, José Dirceu (ex jefe del Consejo de Ministros), Genoino. No son ellos. De hecho, combatieron incluso menos. Dirceu, por ejemplo, estuvo muchos años en el exilio. Quienes combatieron fueron los intelectuales, estudiantes, profesores, artistas, fueron Caetano Veloso, Chico Buarque, Glauber Rocha, Gilberto Gil, que se tuvo que exiliar en Londres, el director de teatro Ze Celso, que fue apresado, la prensa que fue censurada, mi padre... Esas personas son las que combatieron contra la dictadura. No esos pequeños grupos guerrilleros, algunos de cuyos integrantes están hoy en el poder. Hay cierta confusión entre una juventud que no lee, que no tiene buenas escuelas, que confunde un poco las cosas. Como si el antagonista de la dictadura fuese Dirceu, que no es. Mi madre fue fundadora del PT (partido gobernante). El hecho de que una exguerrillera como Dilma esté en el poder también alimenta ese debate.

P.¿Y la Comisión de la Verdad?

"Marina Silva sería nuestra gran esperanza si no fuese porque participa en la iglesia más retrógrada"

R. En el caso de mi padre, la Comisión consiguió documentos, averiguar quién fue el responsable, pero no aclara porque no quiere. Hay muchas personas que están vivas y no hablan. Es muy penoso.

P. Usted siempre pidió que las Fuerzas Armadas investigasen los crímenes de aquella época y la revisión de la Ley de Amnistía.

R. Sí, ahora las Fuerzas Armadas han anunciado que van a colaborar. Sobre la ley de Amnistía, creo que no se revisará. Hay fuerzas muy poderosas, incluso de quienes estuvieron contra la dictadura, que están en contra.

P. Y en el caso de la presidenta Rousseff que está contra esa revisión. ¿Qué le ha parecido esa noticia?

R. La esperaba. Así como otros como Fernando Gabeira que fue nuestro gran icono intelectual y literario, que fue diputado del PT, y después del Partido Verde. No quieren abrir esa herida. pero la sociedad brasileña no son ellos. Eso es una parte de la lucha armada.

P. Esa izquierda del pasado parece defraudar. ¿Qué piensa de la actual?

R. Brasil vive una crisis ideológica muy profunda, recuerda mucho al México de los tiempos del PRI. El PT nació en los 80, exactamente para ser un partido diferenciado. Era un partido que no hacía alianzas, y no hizo durante décadas que mantenía su programa, su ideal puro, intacto y era una nueva vía. Tenía un programa muy simple, pero que percibió que sin alianzas no llegaría al poder federal. Tenía una enorme penetración entre los intelectuales, algunas prefecturas, pero no tenía votos. Hizo alianzas con Sarney, Maluf, Collor. Y se creó ese Estado en el que los dos partidos principales (PSDB y PT) son de izquierdas, pero su base está en la derecha. Estamos completamente huérfanos en la izquierda.

P. ¿Cree que el PT quiere seguir el camino del PRI?

R. Sí, exacto. Y el PT ha hecho todo para estar en el Estado. Corremos el riesgo de que ocurra lo mismo que en México, donde el PRI se quedo 70 años.

"Hay muchas personas que están vivas y no hablan. Es muy penoso"

P. Y Marina Silva, excandidata de los Verdes que se quedo en tercer lugar en las presidenciales de 2010 y que ahora no se sabe si se presentará en octubre, ¿no parecía ser la representación de la pureza de los ideales?

R. Es una evangélica, que reza antes de entrar en una reunión, que está contra las bodas gais, ¡que representa todo el atraso! Marina sería nuestra gran esperanza si no fuese porque participa en la iglesia más retrógrada y fundamentalista que es lo que los brasileños no quieren.

P. Parecía alguien nuevo.

R. Es una incógnita. Es una cosa nueva, ¿pero qué es? Nadie lo sabe. Digo, todos están hartos del PT y del Gobierno federal. Lo que hicieron con Petrobras es imperdonable. En mi caso, por ejemplo, mi jubilación está vinculada a acciones de Petrobras y Vale. Como todos los brasileños. Cuando la gente compra una acción de Petrobras está dando dinero para que la petrolera potencie su tecnología. Los petistas no entienden eso y creen que la gente quiere especular. Lo ideal sería una renovación, el problema es hacia dónde. Esa es nuestra duda.

P. ¿No tiene la sensación de que los brasileños quieren que el Estado cambie, pero no hacen nada por ello?

R. Las manifestaciones de junio de 2013 dejaron claro que la sociedad está inquieta, pero no sabe cómo organizarse, cómo canalizar su frustración... Por ejemplo, el lema No va a haber Copa.. Yo quiero que haya Mundial, tengo entradas... Brasil es el único país que ha jugado en todas las Copas y ha ganado cinco... Cuando recibí la carta de la FIFA, lo puse en Facebook. No es exactamente un movimiento No va a haber Copa, sino No den dinero para los estadios, ¿Dónde está el Metro o dónde está el tren? Pero el debate es muy pobre y está polarizado.

P. Las manifestaciones de junio del año pasado ya entraron en el calendario mental brasileño. ¿Cree que van a dar frutos en algún momento o será como ahora una indignación desgobernada?

R. Buena pregunta, no lo sé. Participé en varios momentos de la historia brasileña que fue transformada debido a las manifestaciones. La amnistía, el fin de la dictadura o el movimiento por las elecciones directas, el impeachment de (ex presidente) Fernando Collor de Melo, la elección de Lula, fueron movimientos populares, de la calle, dieron frutos. Ahora no es así. Es una manifestación horizontal, como ellos dicen, sin liderazgo, sin bandera partidista, ideológica. No sabemos. Puede ser que ya haya comenzado, puede ser que hasta la Comisión de la Verdad sea resultado de eso, no lo sé.

P. ¿Es crítico con la Comisión de la Verdad?

R. La Comisión de la Verdad es como si usted va a un restaurante a comer y le dan un panecillo con mantequilla y mucha agua. Usted no se alimenta. La Comisión puede tomar declaraciones, pero no puede exigirlas. Si una persona no quiere ir, no va. Y no se le puede castigar. Entonces es así, descubrió que quién torturó a Rubens Paiva fue fulano de tal.¿Y qué más da? ¿Solo la verdad basta? Creo que es una forma de resolver los problemas sin resolverlos completamente. Por eso ahora todo el mundo está cuestionando la ley de amnistía. Mostrar un documento aquí, otro allá, una declaración aquí, otra allá ayuda pero no resuelve el problema. Creo que la gente quiere más.

P. Queda muy diluido...

R. La Comisión fue lo que se pudo hacer. Lula tenía un grave problema porque admiraba la dictadura militar en algunas cosas, era una contradicción. Vivía hablando bien de los avances de la dictadura. Y hablaba: "Compré mi Fusca (Volkswagen escarabajo) cuando era metalúrgico". Fueron ocho años en los que se no se fue al fondo. Dilma no, Dilma ya tenia un poco más de motivos para exigir cuentas. Pero nunca se combatió el mismo hecho mismo del secreto o del silencio o del desprecio que tienen los militares por ese periodo.

P. ¿No tiene eso que ver con la personalidad del brasileño?

"Quienes combatieron fueron los intelectuales, estudiantes, profesores, artistas"

R. Complaciente.

P. Que se repite en conflictos exteriores como Crimea o Venezuela...

R. Puede ser. ¿Pero no parece que ya es hora de que la gente cambie ese carácter?¿No es hora de que Brasil comience a imponer sus ideas?

P. ¿Es por esta razón que a los extranjeros la dictadura brasileña les parece menos mala que la argentina o la chilena?

R. Fue diferente porque la dictadura argentina fue mucho más violenta en un periodo corto. La dictadura brasileña no fue numéricamente violenta.

P. ¿No le sorprende que se trabaje con una cifra de víctimas de 350?

R. La cuestión de los números es muy relativa. La dictadura brasileña tuvo tres o cuatro periodos. Fueron dictaduras dentro de dictaduras. No una sola. Hubo la del 64 al 68, después del 68 al 76... Di una charla el lunes con una mujer que fue torturada y estuvo presa cinco años porque encontraron un revólver en su coche. Ella llevó en su autor a un estudiante que tenia un arma, que se cayó después, y la policía la paró. No supo explicar que aquel arma no era suya. Tengo muchos amigos que fueron torturados y encarcelados varios años porque les confundieron con otra persona o fumaban marihuana. ¿Eso no es violento? En Brasil uno podía ser detenido por cualquier cosa. Numéricamente no sé explicar qué es peor o mejor, pero fue una dictadura bastante violenta, bastante agresiva...

P. Pero las dictaduras en Argentina o en Chile...

R. Fueron un baño de sangre. El salvajismo total. Recuerde una cosa. El fenómeno de los desaparecidos políticos comenzó en Brasil en 1971. Y después llegó a Chile (1973) y a Argentina (1976). Mi padre fue uno de los primeros desaparecidos.

P. Desde la llegada de la democracia, su padre murió varias veces. Hubo excavaciones en el litoral en los años 80 para encontrar su cuerpo. Y en 1996, el Gobierno emitió su certificado de defunción. Y ahora, de nuevo, una declaración con nuevos detalles. ¿Ese sentimiento de muerte, de luto, se repite todas las veces?

R. Sí, es duro. Estaba con mi hijo en mi regazo y un amigo me preguntó si había leído O Globo (que reveló la declaración de Malhães). Era una descripción de la tortura, mis hermanas se quedaron sin dormir, lloraban, se deprimieron. Infelizmente, la gente vive con eso desde 1971. Siempre aparece una nueva versión.

P. ¿Ser escritor le ha ayudado a convivir con todas esas versiones de los hechos?

R. Una cosa rara de mi vida literaria es que nunca me dediqué a escribir mucho sobre política. Me dediqué a escribir sobre relaciones. Mujeres, bodas, hijos, celos. Pero de repente, por ser quién soy, comencé a posicionarme. Como brasileño, soy un ser político, pero en la literatura eso me frena un poco. Por ejemplo, estos días tendría que escribir en mi columna en el periódico sobre el asunto. Y estoy obligado a escribir sobre la dictadura. ¿Quién dice que no me gustaría escribir sobre otras cosas, como la película Ninfomaníaca?

P. ¿Le gustó la película?

R. No, me pareció una mierda. Me gustó la actriz de la primera versión.

P. ¿Por qué nunca escribió sobre su padre?

R. En mi primer libro Feliz Ano Velho, hablo un poco de él, y escribí otro (No eres tú, Brasil) sobre la guerrilla del Ribeira, que sucedió en una zona donde mi familia tenía tierras, y creo que cuando investigué el caso, en realidad investigaba lo que le sucedió a mi padre porque fue detenido en aquella época. Pero no hablé de él directamente.

P. ¿Qué le ha gustado de lo que ha visto en el cine? ¿Qué le llamó la atención?

R. Soy de la tribu que se ha hecho fan de las series. Incluso estoy escribiendo series, una para HBO, sobre pactos con el diablo, varios episodios, escritos por varios escritores. Y ahora, una serie en el canal Multishow, sobre un libro mío, La segunda vez que te conocí. Me he vuelto un serie maníaco. Las veo todas.

P. ¿Qué está escribiendo?

R. Voy a lanzar dos libros. Uno de ellos es una historia infantil de un chico que era un crack del fútbol y se cambia a una escuela donde nadie sabe de su habilidad. Y nunca es escogido en los equipos de la escuela, porque nadie conoce su talento.

P. ¿Tiene que ver con su paternidad?

R. No, fue una coincidencia. Yo viví ese problema de tener que imponerse en una nueva escuela. Realmente estoy escribiendo sobre mi adolescencia.

P. ¿Y cuál es el papel de la paternidad en su trayectoria?

R. Fue casual. Me casé pero no quería tener hijos. Gran parte de mi generación no quería tener hijos. Tengo cuatro hermanas, dos que tienen hijos y otras dos, no. Fue una generación que privilegió sus carreras. Ahora me casé de nuevo, y sucedió. A los 54 años.

P. ¿Es una esperanza tras esta larga historia?

R. Creo que sí.

P. ¿Está durmiendo poco?

R. De noche me quedo con él, y veo series.

P. ¿No se siente como se estuviera terminando un rompecabezas?

R. No, porque todo lo que se está diciendo la gente ya lo sabía. Realmente, nunca se hizo oficial. Sabíamos que fue asesinado el segundo día, que fue enterrado en el Recreo dos Bandeirantes. Pero apareció un documento, un oficial hablando, confirmándolo. Sabíamos porque hablaban entre bastidores, y también por testigos de la propia izquierda, que vieron a mi padre siendo torturado. En el libro sobre la guerrilla de Ribeira, solo al final me di cuenta de por qué estaba escribiendo aquello, que me llevó seis años de investigación, porque quería entender lo que había sucedido con mi padre. Quería entender cómo funcionaba el DOI-CODI (policía política) en aquella época. Entendí que había un equipo de prisiones, otro de interrogatorios..., entendí por qué mi madre y mi hermana fueron detenidas. Ya había montado el rompecabezas. Para mí, nada es una sorpresa. Pero es bueno que aparezca. La farsa es bueno que salga a la luz. Y apareció alguien para contarlo. "Yo hice la farsa" .

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