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Los náufragos de la antigua URSS

Crimea se suma al grupo de territorios rusos no reconocidos por Naciones Unidas

Pilar Bonet
Un grupo prorruso se manifiesta este sábado en la localidad ucrania de Lugansk para reclamar la libertad de sus colegas detenidos por separatismo.
Un grupo prorruso se manifiesta este sábado en la localidad ucrania de Lugansk para reclamar la libertad de sus colegas detenidos por separatismo. ROMAN PILIPEY (EFE)

Tras la anexión rusa, Crimea se suma al grupo de territorios legados por la Unión Soviética, cuyas realidades políticas y militares sobre el terreno no son reconocidas por la ONU ni encajan en los mapas trazados tras la desintegración del imperio. La integración en Rusia no podrá proteger a Crimea de algunos de los problemas que afectan al Alto Karabaj, Abjazia, Osetia del Sur y el Transdnistria, los cuatro náufragos de la URSS (otrora denominados “conflictos congelados”) que se conectan con el mundo por cordones umbilicales estrechos.

El pago con tarjetas de crédito occidentales y las transferencias al extranjero son operaciones complicadas en los territorios “náufragos”, donde no operan las multinacionales de la hamburguesa o la pizza ni las líneas aéreas internacionales. La población local, ducha en identidades múltiples, emplea pasaportes armenios, georgianos, rusos (repartidos generosamente en época de Vladímir Putin), moldavos, ucranianos, según el caso, para viajar fuera de su entorno. Los “náufragos” no tienen dominios de Internet, ni moneda, con excepción del rublo de Transdnistria. El rublo ruso circula en Abjazia y Osetia del Sur y el dram armenio en el Alto Karabaj.

El apoyo ruso es clave para la supervivencia de Abjazia y Osetia del Sur, que se independizaron unilateralmente de Georgia, y también de Transdnistria, zona industrial poblada sobre todo por eslavos, que en el pasado fue ucrania y que se rebeló contra la política prorumana de Moldavia. El Alto Karabaj, controlado por armenios, pertenece jurídicamente a Azerbayán y es objeto de un litigio entre Yereván y Bakú.

El apoyo ruso es clave para Abjazia

En conjunto, los cuatro “náufragos” suman algo más de 21.000 kilómetros cuadrados y más de un millón de personas. Sus agravios afloraron en la perestroika, la fallida reforma de la URSS, emprendida por Mijaíl Gorbachov en los ochenta del pasado siglo. El origen de los conflictos está en el arbitrario trazado de las divisiones administrativas de la URSS y en la estructura jerárquica escalonada de aquel Estado, comparable con las matrioshkas o muñecas rusas.

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Solo las 15 repúblicas federadas (las unidades de rango superior) fueron aceptadas en la ONU. Desbordada por la crisis de Yugoslavia a principios de los noventa, la comunidad internacional no entró en detalles sobre los nuevos Estados postsoviéticos. Los problemas persisten casi un cuarto de siglo despúes. A la incomprensión cultural o étnica se añaden las tensiones de la guerra fría, cuyos protagonistas no quieren ceder ni un palmo de su esfera de influencia. En Moscú, Bruselas o Washington, los intereses geoestratégicos tienen prioridad sobre el bienestar de los habitantes de los territorios huérfanos.

Algunos foros para tratar los conflictos desaparecieron forzados por las circunstancias. La OSCE está implicada en el Alto Karabaj (Grupo de Minsk, integrado por Francia, EE UU y Rusia) y en el Transdnistria (“Mecanismo 5 +2”, formado por Ucrania, Rusia, EE<EN>UU, UE, OSCE, más las dos partes en conflicto). La ONU y la OSCE abandonaron Abjazia y Osetia del Sur después de que Moscú reconociera su independencia en 2008. La UE está presente con una misión fronteriza entre el Moldavia y Transdnistria y Ucrania (EUBAM) y otra, observadora (EUMM) basada en Tbilisi y no autorizada a entrar en Abjazia y Osetia del Sur.

Comenzando en 1988 en el Alto Karabaj, en todas estas regiones hubo episodios violentos o guerras con un balance conjunto de miles de muertos. Excepto en Transdnistria, los conflictos produjeron oleadas de refugiados. Los éxodos, intensos en el pasado siglo, continuaron en agosto de 2008, en el caso de los georgianos residentes en Osetia del Sur, tras fracasar el intento de Georgia de someter por la fuerza a los separatistas. Hoy Rusia tiene bases militares en Abjazia y Osetia del Sur y un contingente militar y tropas pacificadoras en Transdnistria.

La anexión de Crimea produce turbulencias que se reflejan en los cuatro territorios. Las más peligrosas parecen afectar a Transdnistria, ya que, por temor a una invasión rusa, Ucrania impide cruzar su frontera a los ciudadanos rusos que habitan en aquella zona independentista. Putin ha mencionado el tema a su homólogo norteamericano Barak Obama y ha insistido en que defenderá los intereses rusos en el extranjero.

No tienen dominios de Internet ni moneda propia, salvo Transdnistria

En septiembre de 2006 Transdnistria celebró un referéndum en el que el 97% de los participantes se declaró a favor de incorporarse a Rusia. El líder de Transdnistria, Igor Smornov, manifestaba entonces que el referéndum se celebró "cuando recibimos una señal de que Rusia no dejaría a sus ciudadanos en la estancada". Moscú no reaccionó a aquella consulta, con un planteamiento muy parecido a la del 16 de marzo en Crimea. Basándose en la presencia de 200.000 ciudadanos rusos, los dirigentes de Transdnistria piden ahora al Kremlin que los incorpore a Rusia como lo ha hecho con Crimea. Pero, para ello, Rusia necesitaría permiso de Ucrania o un corredor, algo que, sobre el telón de fondo de movimientos de tropas rusas y agitación prorusa en Ucrania, provoca temor por la seguridad de la zona de Odessa.

Rusia ignoró las declaraciones del presidente de Osetia del Sur, Eduard Kokoiti, que en 2008, pidió la unión a aquel territorio a Osetia del Norte (región de Rusia poblada también por osetios). Rusia dio una señal al pueblo de Crimea de que si hacían un referéndum para incorporarse a Rusia, los aceptaría. En el caso de Osetia del Sur, “Moscú no ha dado ninguna señal”, afirma Dmitri Medóev, embajador de Osetia del Sur en Moscú.

En Abjazia se teme que Georgia se refuerce y se vincule más con la OTAN. Pese a la protección de las bases rusas, algunos sectores nacionalistas abjazos se inquietan por la posibilidad de una quinta columna en Gali, una zona controlada por Abjazia pero poblada por georgianos.

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Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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