_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Diálogo de sordos, pero no mudos

El inicio de las protestas universitarias en el estado Táchira, al oeste de Venezuela y fronterizo con Colombia, fue casi coincidente en el tiempo con el llamado para salir a la calle que hicieran los dirigentes Leopoldo López y María Corina Machado bajo el lema “La Salida Ya”. Cuando las manifestaciones y protestas se extendieron por todo el país y reclutaron a ciudadanos de distintos sectores sociales y con diferentes maneras de manifestar su indignación, fue fácil para el gobierno culpar a los ya mencionados líderes de ser los instigadores de esas protestas. Sin que ello fuese cierto, Leopoldo López está hoy en prisión y María Corina Machado ha sido despojada de su investidura parlamentaria. En ambos casos la Constitución y las leyes han sido pisoteadas por una Asamblea Nacional y un poder judicial que son brazos ejecutores de las órdenes que emanan de la presidencia. Así fue en tiempos de Hugo Chávez y así es con Nicolás Maduro.

No cabe duda que las protestas que se iniciaron el 12 de febrero y continúan hasta estos días de abril, han sido lideradas por los estudiantes de distintas universidades del país que han asombrado a todos con su valentía y creatividad. Pero nadie ha podido evitar que, al mismo tiempo, se soltaran los demonios del radicalismo y de la irracionalidad. No se trata solo de las llamadas guarimbas que generalmente afectan a vecinos que comparten los sentimientos anti gobierno de los “guarimberos”, sino de una campaña de descrédito en contra de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y de Henrique Capriles Radonski, actual gobernador del Estado Miranda, quien hace apenas un año obtuvo más de 7 millones de votos y muy probablemente ganó las elecciones a Nicolás Maduro. Cuando se le recuerda este hecho a sus detractores de hoy, que entonces votaron por él, la respuesta casi unánime es: “ganó, pero no cobró”. Cobrar significaba convocar a sus votantes a salir a la calle para ser masacrados por la Guardia Nacional bolivariana y los grupos paramilitares del chavomadurismo, cuya manera de administrar la violencia ha sido suficientemente mostrada en estas últimas semanas de marchas y protestas pacíficas. Las críticas destructivas se extienden a la MUD, la misma entidad que logró reunir y poner de acuerdo a diecisiete o más agrupaciones políticas y organizar unas impecables primarias en 2012 para seleccionar al candidato que debía competir con Hugo Chávez Frías en las elecciones presidenciales de octubre de ese año, y a los candidatos a diputados, gobernadores y alcaldes. Lo que fue una tarea titánica, un esfuerzo ciclópeo si tomamos en cuenta la cantidad de intereses y ambiciones en juego, hoy carece de importancia para un sector de la oposición que ha retornado a la antipolítica como su deporte predilecto y que prefiere olvidar el espinoso camino transitado hasta lograr la unidad de las fuerzas opositoras, la que permitió que después de catorce años el chavismo resultara derrotable.

Es en medio de este escenario de descalificaciones de distinta índole y acusaciones de traición y colaboracionismo, que se produce un ensayo de diálogo entre el gobierno de Maduro, los cancilleres de Colombia, Brasil y Ecuador, un delegado de El Vaticano y la oposición representada por el único ente que aún goza de legitimidad representativa, la MUD. Ramón Guillermo Aveledo, su secretario ejecutivo, ha dejado muy claras las condiciones para que el diálogo prospere: amnistía para todos los presos políticos incluido, por supuesto, Leopoldo López, el sobreseimiento de todas las causas iniciadas con motivo de las protestas estudiantiles y vecinales, el desarme de los grupos paramilitares del gobierno, el retorno al país de los exiliados y la pronta designación de los poderes públicos que tienen sus lapsos vencidos, en condiciones que garanticen su autonomía. ¿Son tan ingenuos Aveledo y los otros dirigentes que han aceptado participar en el diálogo, para creer que el gobierno va a complacer tales exigencias? ¿Puede alguien imaginar a Maduro y a la mafia gubernamental admitiendo que el Tribunal Supremo y el Consejo Nacional Electoral sean integrados por personas independientes? Sería el principio del fin -un fin rapidísimo- del régimen socialista del siglo XXI inspirado en el estalinismo del siglo XX. ¿Van a liberar al Comisario Iván Simonovis y a los otros funcionarios policiales condenados a 30 años de presidio por las muertes de 17 personas en los sucesos del 11 de abril de 2002? Sería reconocer que esos asesinatos los cometieron pistoleros chavistas identificados en multitud de videos y fotografías.

El debate en torno a si la MUD, Henrique Capriles, el gobernador de Lara, Henri Falcón y otros líderes opositores deberían sentarse a dialogar con el gobierno, recuerda el viejo chiste del hombre que encuentra una lámpara oxidada en la playa, la frota y aparece un Genio que dice lo normal en estos casos: ¡Me has liberado, pídeme un deseo! El hombre le pide un puente que le permita viajar en automóvil desde Caracas a París. El Genio le responde que eso es algo imposible hasta para él, que le pida algo más fácil. El liberador cambia su petición porque se logre la paz definitiva entre palestinos e israelíes. Entonces el Genio le dice ¿de cuántos canales quieres el puente? 

Son incontables las reuniones y conversaciones de paz entre palestinos e israelíes, se repiten una y otra vez y todas fracasan porque los primeros se niegan a reconocer la existencia del Estado de Israel y los segundos jamás admitirán el desmembramiento de su país para regresar a la situación anterior a 1948. Sin embargo, se seguirán reuniendo y dialogando una y cien veces más y quizá algún día la paz sea más fácil que construir el puente. Los radicales de la oposición venezolana empeñados en la autodestrucción, deberían entender que los diálogos de paz se hacen entre enemigos y que la única manera de dialogar es sentarse unos con otros aunque sea con el pañuelo en la nariz. Quizá, el regaño de Lula Da Silva al obtuso Maduro por su manifiesta ineptitud y el derrumbe del gobierno en todas las encuestas, hagan el milagro de lograr, al menos, la libertad de los presos políticos y el retorno de los exiliados.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_