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Las urnas examinan la unidad europea

El expresidente Sarkozy dinamita la campaña con su propuesta de eurozona de dos velocidades El exmandatario aboga por la suspensión temporal de la libertad de circulación de personas

El primer ministro británico, David Cameron (izquierda) y el alcalde de Londres, Boris Johnson, esperan el tren tras un mitin en Newark.
El primer ministro británico, David Cameron (izquierda) y el alcalde de Londres, Boris Johnson, esperan el tren tras un mitin en Newark.reuters

Reino Unido y Holanda, dos de los países donde más han calado los populismos antieuropeos, iniciaron este jueves el maratón de elecciones al que han sido convocados 380 millones de votantes en 28 países para examinar el estado de la unidad europea. Los comicios a la Eurocámara —la cita con las urnas más importante del año junto con las recientes elecciones en India— son una especie de expedición al horizonte: a partir del 25-M, Europa se mide con un ramillete de sensacionales desafíos para redefinir un proyecto tocado, “en fase de fracaso crítico”, en palabras del expresidente Felipe González.

El único control efectivo que ejerce el electorado sobre la política es su capacidad para expulsar (o no) a un partido del poder. En Europa eso ha sucedido una y otra vez —con contadas excepciones: Alemania— desde que empezó la Gran Recesión. Pero el examen, que se alargará hasta el domingo, va más lejos que esa primera evaluación de la gestión de la crisis: están en juego los planes de mayor integración y la posible devolución de competencias a las capitales, el rediseño de la eurozona, las consecuencias del ascenso de las fuerzas antieuropeas en medio de un eurodesencanto creciente, la amenaza que supone una guerra cerca de las fronteras de la UE —Ucrania— y la potencial fractura que representan los proyectos secesionistas puertas adentro, entre otros asuntos.

La crisis plantea cuestiones fundamentales sobre la forma de vida europea. Hay partidos que ponen en duda la viabilidad del Estado del bienestar, el denominado modelo social europeo que el brasileño Lula da Silva califica de “patrimonio de la humanidad”. Y el resultado de las elecciones influirá incluso en el futuro de alguno de los pilares básicos de la Unión: la libre circulación de personas está en entredicho como efecto secundario de los problemas económicos. El expresidente francés Nicolas Sarkozy salió este jueves de su retiro y dio una fenomenal sacudida a la campaña con una propuesta en la que reclama un euro de dos velocidades y una suspensión temporal de los acuerdos de Schengen, que garantizan la libre circulación de personas. Sarkozy quiere impedir que los extranjeros puedan retorcer los procedimientos que les permiten penetrar en el área Schengen para elegir el país con prestaciones sociales más generosas. Los datos no apoyan esa tesis: no hay apenas turismo de prestaciones, a pesar de la insistencia de Londres, París y Berlín al respecto, denuncia la Comisión Europea.

El auge de los populismos cala en algunos grandes partidos

Las ideas de Sarkozy nunca pasan desapercibidas. La líder del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen, acusó al expresidente de copiarle sus recetas por motivos electorales. Le Pen encabeza los sondeos con un 23% de los votos, a la par del partido conservador de Sarkozy y cinco puntos por delante de los socialistas. Pero no es solo Francia: las encuestas dan una foto fija parecida en varios países, incluidos los dos que votaban este jueves. El grupo antieuropeo y antiinmigración UKIP encabeza los sondeos en Reino Unido, por delante de los laboristas y los conservadores. En Holanda, las encuestas auguraban en la campaña un gran resultado a Geert Wilders, partidario de que el país salga del euro y de expulsar a los marroquíes.

Ese auge de los populismos —que podrían copar en torno a una cuarta parte de los escaños en la Eurocámara— va haciendo mella en los debates nacionales; va calando incluso en algunos de los grandes partidos tradicionales. Y pone en peligro bastiones intocables hasta ahora. Las palabras de Sarkozy cuestionan una de las grandes conquistas del proyecto europeo, la libre circulación de ciudadanos. El espacio Schengen, que no coincide exactamente con el de la UE sino que amplía la movilidad a otros países como Suiza, ha eliminado cualquier obstáculo a la movilidad desde 1995, con grandes ventajas económicas y sociales. “La UE abre un debate peligroso: si se deben restringir los movimientos de los ciudadanos para evitar el llamado turismo de prestaciones. Pero los estudios demuestran que la gran mayoría de las personas que se desplazan lo hacen por trabajo o por reagrupación familiar”, explica Katharina Eisele, investigadora del Centre for European Policy Studies, un laboratorio de análisis bruselense. Esta experta señala la necesidad de crear una política migratoria común, con un enfoque que supere las actuales restricciones y la fragmentación de los Estados miembros. Frente al discurso del miedo que impera, Eisele asegura que en apenas unos años Europa “va a necesitar más inmigración para sostener los sistemas europeos. Y lo mejor sería empezar ahora a crear un marco”.

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Está en juego seguir con la receta conservadora o permitir cierto viraje

Judy Dempsey, analista de Carnegie Europe, aporta otra razón para mantener conquistas como la libre circulación: “Si Europa debilita esas bases, pierde influencia en el mundo. Y son otros los que ganan”. Esta experta combate la idea del coste social que supone mantener la libertad de movimientos. “Los jóvenes españoles que se van, por ejemplo, a Irlanda, dejan de consumir prestaciones sociales en su país para ir a trabajar a otro. En eso consiste Europa”, dice.

Pero el examen a la unidad europea tras el 25-M va más allá de la política migratoria. Medirá a los partidos proeuropeos contra los antieuropeos. Y pondrá en juego el signo de las grandes políticas de la Unión para los próximos tiempos: seguir con la actual receta conservadora o permitir cierto viraje en la política económica; devolver competencias a los socios o seguir con la apuesta federal. Incluso detalles aparentemente más técnicos como poner en marcha proyectos de mutualización de deudas o permitir reestructuraciones en los países más enfangados, como Grecia, dependen en parte de los resultados electorales. “Europa está en estado de negación”, avisa Philip Legrain, exasesor del presidente de la Comisión, José Manuel Barroso. “La recuperación es extremadamente débil, y sin un cambio de políticas podemos ver serias crisis políticas y sociales. Sin un cambio de rumbo el jaleo volverá por donde solía; quizá no con tanta dureza, pero hará mucho daño en los países donde ha golpeado más fuerte. Se necesita una especie de primavera europea: la UE debe llenar de contenido lemas vacíos como el actual Una unión cada vez más estrecha o sufrirá de lo lindo”, advierte Legrain.

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