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Farage aventaja a Le Pen en la lucha por apoyos para formar grupo propio

Los populistas necesitan sumar diputados de al menos siete Estados

La presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen, en una rueda de prensa en Nanterre.
La presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen, en una rueda de prensa en Nanterre.Chesnot (Getty Images)

Guerra abierta entre los partidos eurófobos para la formación de grupos en el Parlamento Europeo. Los líderes de los dos mayores partidos antieuropeos, la francesa Marine Le Pen —del ultraderechista Frente Nacional— y el británico Nigel Farage —del populista UKIP— ambos con 24 escaños, luchan cuerpo a cuerpo por el apoyo de los partidos eurófobos y euroescépticos que compondrán el nuevo Europarlamento, en aras de lograr grupo propio. Tanto los extremistas galos como los nacionalistas británicos se encuentran, por ahora, muy alejados de su objetivo final para el que requieren del visto bueno de partidos que sumen en total más de 25 eurodiputados y, sobre todo —y aquí viene el problema para ellos— que estén radicados en al menos siete Estados miembros. La ventaja de poder formar grupo propio es nítida: contarían con más financiación y un potente altavoz para lograr que sus mensajes trasciendan de la árida arena política comunitaria.

La Eurocámara resultante de las elecciones del pasado domingo puede recibir cualquier calificativo menos el de gobernable. El auge de los partidos contrarios a Europa es palmario, pero su peso sobre el total de la Eurocámara no parece suficiente, a priori, para poner en juego la adopción de grandes decisiones. La suma de Frente Nacional, UKIP y el resto de partidos radicales eurófobos ni siquiera alcanza el 13% del recién elegido hemiciclo y solo llega a la quinta parte del Parlamento si se incluyen en el mismo saco a los euroescépticos de ECR —con los conservadores británicos y Forza Italia al frente—, que sí cuentan con grupo propio y que no parecen muy por la labor de coligarse con los partidos más ultras.

El FN cuenta con Wilders y la Liga Norte; UKIP, con los ultras nórdicos

En esta tesitura, la pugna por los apoyos para formar grupo parlamentario se ha recrudecido en las últimas horas en una situación que se asemeja bien a una guerra fratricida. Las diferencias entre ambos bandos no son tantas ni tan relevantes como para justificar la inviabilidad del pacto, pero todos tratan de marcar distancias entre sí y aprovechan para sacar músculo frente al resto de la Eurocámara.

La lucha intestina se libra en dos frentes y en ambos UKIP sale, por el momento, victorioso por un margen tan estrecho que no le permitiría su objetivo final de formar grupo propio. Fuentes parlamentarias, apuntan que Le Pen tendría asegurado el apoyo del partido xenófobo belga Vlaams Belang (un escaño), del Partido de la Libertad del holandés Wilders (cuatro), del austriaco FPÖ (cuatro) y de los cinco eurodiputados de la italiana Liga Norte, por lo que aún necesitaría del apoyo de dos partidos más para cumplir con el requisito de diversidad nacional que exige el reglamento de la Eurocámara.

Por su parte, Farage contaría con la palabra —“provisional”, remarcan— del partido libertario checo Svobodní (un escaño), del griego Anel (uno) y del lituano Orden y Justicia (uno). El grupo de los nórdicos —el ultraderechista Partido Popular de Dinamarca (cuatro), los Verdaderos Finlandeses (dos escaños), y el nacionalista sueco SD (dos eurodiputados)— probablemente apoyará a UKIP o en todo caso a los tories de Cameron, pero no a Le Pen.

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Con la balanza ligeramente decantada a favor de los nacionalistas británicos, si Le Pen no logra aumentar su nivel de apoyo parlamentario o si alguno de los partidos que ha hipotecado su palabra a Farage finalmente se decantara por otras opciones, tanto UKIP como el Frente Nacional se verían abocados a la peor de las situaciones posibles: echar mano de los neonazis, los griegos de Aurora Dorada (tres eurodiputados) o el parlamentario alemán del NPD.

“Ambos se afanan por evitar a toda costa esta situación; sería peligroso para su imagen”, admiten las citadas fuentes en la capital comunitaria. Calculadora en mano, los equipos de Le Pen y Farage tratan de apurar los tiempos para que la aritmética les sonría a finales de junio, cuando los grupos del nuevo Parlamento deben estar a punto. Una sonrisa que le saldría muy cara a Europa.

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