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El tesorero de la Camorra se arrepiente

Un mafioso del clan de los Casalesi desvela la relación del grupo con políticos y empresarios

Antonio Iovane, rodeado por policías, tras su detención en 2010.
Antonio Iovane, rodeado por policías, tras su detención en 2010.REUTERS

No es nuevo que un mafioso se arrepienta, ni siquiera demasiado relevante en muchos de los casos —el propósito suele ser cambiar unos cuantos cromos con las autoridades antimafia para obtener beneficios penitenciarios—, pero la situación cambia cuando el que decide contarlo todo es Antonio Iovine, uno de los capos de los Casalesi, la organización criminal más poderosa de la Camorra. Iovine, de 50 años, considerado durante años el “ministro de economía” del clan originario de Caserta, ha decidido “cerrar una página y cambiar de vida” y está relatando con puntos y comas las relaciones de la mafia con el mundo de la empresa, la política y las instituciones. “Generalmente”, ha reconocido el capo, “a mí me daba igual quién fuera el candidato a alcalde, en el sentido de que cualquiera que ganara, entraba automáticamente a formar parte del sistema gestionado por nosotros”.

Antonio Iovine inició su carrera criminal en los años 80, en 1996 fue incluido en la lista de los delincuentes más peligrosos de Italia y en 2008 condenado a cadena perpetua

Cuando Iovine, conocido en el mundo del hampa como “O Ninno (El Niño)”, dice “nosotros” se refiere al clan en el que se inspiró Roberto Saviano para escribir Gomorra, un superventas mundial que le obliga desde hace años a vivir escondido para conjurar la venganza de los mafiosos. Según Saviano, el arrepentimiento de Antonio Iovine “es una noticia que puede cambiar para siempre el conocimiento de la verdad sobre la relación de políticos y empresarios con el crimen organizado, no solo en la región de Campania, sino en toda Italia, porque él llegó a la cima del clan jovencísimo. No es un cuadro intermedio o un jefe militar; sino uno que lo sabe todo y, por tanto, ahora todo puede cambiar”.

Antonio Iovine, nacido en 1964, inició su carrera de fugitivo en 1996, después de que las autoridades lo incluyeran en la lista de los 30 delincuentes más peligrosos de Italia, al considerársele involucrado en un buen número de asesinatos desde los años ochenta. En 2008 fue condenado a cadena perpetua en rebeldía y en 2010 fue arrestado en una guarida de su propio pueblo, Casal del Príncipe. Ingresado en la cárcel de Nuoro (Cerdeña) bajo el sistema conocido como 41 bis —un régimen penitenciario durísimo—, el pasado 13 de mayo decidió colaborar con la justicia y ya son muchos los folios con sus confesiones que la fiscalía antimafia de Nápoles ha conseguido rellenar en el transcurso de cuatro interrogatorios.

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La parte fundamental de lo que sabe Iovine —también la más dura por intuida y ahora confirmada— es que prácticamente todo el mundo está en el ajo de la corrupción criminal. Tanto es así, explica El Niño en su extensísima declaración ante los fiscales antimafia que reproduce la prensa italiana, que ni siquiera tenía la necesidad en la mayoría de los casos de mancharse las manos de sangre: “No teníamos que usar la violencia ni de hablar de forma específica de ciertos hechos, porque en aquel ambiente que nosotros controlábamos todos sabían que las cosas debían funcionar de un cierto modo”.

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Un modo que conllevaba una cifra ya legendaria: el 5%. “La mentalidad de los Casalesi inculcada desde jóvenes”, explica el mafioso, “era la regla del 5%. Esa era nuestra comisión a cambio de las recomendaciones, de los favoritismos… Es la cultura de los sobornos que, antes incluso que los camorristas, ha sido el propio Estado el que la ha extendido en nuestro territorio al no ofrecer alternativas legales a la gente”. A cambio de pagar un 5% al clan de los Casalesi el empresario obtenía su contrato —para levantar un edificio o para recoger la basura—, el funcionario su sobresueldo y el político —además del regalo oportuno— una riada de votos en las siguientes elecciones.

“En algunos casos”, recuerda, “podía dirigir los contratos hacia los empresarios que a mí me gustaban o que tenían conmigo una relación que definiría como de sociedad. En otros casos, eran los empresarios los que mantenían la relación corrupta con los funcionarios de las oficinas técnicas para obtener el contrato. Y había casos los empresarios venían favorecidos solo porque eran cercanos a mí. Los funcionarios públicos estaban siempre corrompidos. Había dinero para todos en un sistema completamente corrupto, incluidos los alcaldes”.

Cualquier político que ganara, entraba automáticamente a formar parte del sistema gestionado por nosotros

Solo cuando las cosas no se arreglaban entre caballeros o algún miembro de una banda rival osaba entrometerse, El Niño tenía que ponerse serio. El mafioso ha reconocido ante los fiscales sus pecados de juventud: “Participé en el asesinato de un guardia municipal en San Cipriano… Recuerdo también el homicidio de Griffo Nicola… Y después de un tal Cicillo, El Pajarito, y otro asesinato de un hombre de color en Castel Volturno…”. La lista es larga. Solo interrumpida porque, desde 1991 a 1995, estuvo en la cárcel y, cuando salió, trató de vengar la muerte de su hermano Carmine. Gajes del oficio. Huida, cárcel o muerte. De ahí que, según cuenta ahora Antonio Iovine, una parte de las suculentas ganancias de la Mafia se destine a sostener a los presos y sus familias: “Durante el tiempo que estuve detenido, mi mujer recibió una pensión de cuatro o cinco millones de liras… El sueldo de los “41 bis” —el duro sistema carcelario previsto para los capos más peligrosos— oscila entre los 2.500 y los 15.000 euros al mes en relación con la importancia. Francesco Schiavone y Francesco Bidognetti [dos de los jefes de los clanes de la Camorra] recibían 15.000”.

Además de los datos concretos que ya analiza la fiscalía antimafia para cuadrar los crímenes irresueltos y preparar nuevas operaciones, hay una acusación de El Niño que deja en el aire una acusación muy grave: “No quiero alejar de mí la responsabilidad que la Camorra y yo mismo hemos tenido, pero probablemente nuestras conductas son también consecuencia del abandono del Estado a la hora de combatirnos. Incluso personalidades conocidas por su lucha contra la Mafia [y cita al exparlamentario Lorenzo Diana, del Partido Democrático (PD)] han permitido que siguiéramos con nuestros negocios cuando participaban alcaldes de sus partidos”. Diana, que ha llevado escolta durante 18 años, ha desmentido cualquier relación, ni siquiera lejana, con el crimen organizado, pero las acusaciones del rey de Gomorra amenazan con dejar al desnudo las relaciones inconfesables entre el crimen y el poder.

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