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Un pilar de la integración europea

El Rey personifica en Bruselas la transición democrática de España y su ingreso en la UE

Juan Carlos I, en una imagen de 2011.
Juan Carlos I, en una imagen de 2011.TOBIAS SCHWARZ (REUTERS)

Juan Carlos I personificó en Europa la transición desde la dictadura franquista hasta la democracia y el ingreso en la actual Unión Europea. El Rey ha sido en los últimos casi 40 años una especie de contrafigura de Francisco Franco en Europa, según las fuentes consultadas en la Comisión Europea, en el Consejo Europeo y en la Eurocámara. Así fue desde finales de los años setenta: en medio de las negociaciones sobre el acceso de España a las comunidades europeas, y con una acuciante necesidad de estabilidad para allanar ese camino, era visto en Bruselas como el envés de Franco, un jefe de Estado que no viajaba ni sabía idiomas, frente a una figura de renovación, capaz de hablar varias lenguas y con habilidades diplomáticas, apto para pilotar la transición política desde una sociedad cerrada a un régimen de libertades, que quería ser homologable a Europa.

"Representa para los europeos un ejemplo en el que inspirarse", según la Comisión

El presidente de la Comisión, Europea, José Manuel Durão Barroso, calificó al Rey como “artífice y defensor de la democracia” y “valedor fundamental del europeísmo y de la modernidad de España durante los 39 años de su reinado”. “Figura histórica, sin él no se entendería la España actual. Personalmente y en nombre de la Comisión Europea quiero expresar mi profunda admiración por los valores que encarna; representa para todos los europeos un ejemplo en el que continuar inspirándonos”, aseguró. Barroso está “convencido” de que el futuro rey Felipe VI afrontará “con gran sentido de responsabilidad” las necesidades de España y garantizará, “con su personalidad y su preparación”, la continuidad de la labor de su predecesor.

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Aunque siempre había gozado de aprecio, el Monarca se ganó el respeto definitivo de los dirigentes europeos con su papel en el golpe de Estado del 23-F. “¡Un gran tipo!”, dijo de Juan Carlos I el excanciller alemán Helmut Schmidt, según relata Enrique Barón en su libro Más Europa, ¡unida! Pese a ser nombrado directamente por Franco, se erigió en el continente como el símbolo de que España había dejado atrás su pasado. En sus primeros viajes por Europa, incluso después de designar a dedo a Adolfo Suárez —ministro secretario general del Movimiento antes de convertirse en gran artífice de la Transición—, “se vio que, con su presencia, la democracia española, todavía joven, apasionaba”, según fuentes europeas.

Durante esos años, España esculpió su imagen continental hasta el ingreso en la CEE, el 12 de junio de 1985, con la firma solemne en el Palacio Real. El epítome de esa relación entre don Juan Carlos y Europa es esa rúbrica, que llegó tres años después de la concesión del premio Carlomagno, en 1982. El jurado le premió por los méritos demostrados “al servicio de la reconciliación y la cooperación internacional en Europa” y por su contribución a la defensa de las libertades en España. En su discurso en Aquisgrán, habló de Europa como “escuela general de civilización”, destacó los lazos entre España y la futura Unión y advirtió de que una “Europa cerrada, egoísta, desdeñosa de los demás, sería ciertamente menos europea”.

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Su labor allanó el camino para su adhesión a la Comunidad

Atlantista convencido, uno de los gestos que en Bruselas se valora como ejemplo de europeísmo del Rey fue la decisión de enviar a su hijo don Felipe a hacer un curso en las instituciones europeas en los años noventa para familiarizarse con los procedimientos comunitarios. “Ahí está la educación del Rey”, aseguraban fuentes comunitarias. Al cabo, el Rey lleva el europeísmo en su propia historia: nació en Italia y después vivió en Suiza y Portugal antes de regresar a España para prepararse en la sucesión de Franco. Aunque fuera por obligación, aprendió antes que nadie lo que el proyecto europeo significaba.

El Rey ha mantenido esa imagen positiva en Bruselas desde entonces, aunque en los últimos años no ha conseguido aislar la Corona de los escándalos de corrupción que iban minando la imagen de España. En febrero del año pasado, en una nota diplomática, la Comisión Europea hacía un análisis descarnado de la situación, pocas semanas después de la publicación de los papeles de Bárcenas y los escándalos que salpicaron al PP: “El caso [Bárcenas] es sólo el último de una serie de casos de corrupción de alto perfil, incluyendo uno en el que está involucrado el yerno de Rey Juan Carlos, [Iñaki Urdangarin], acusado de malversar de millones de euros a través de una fundación. (...) Como consecuencia de todo eso, los españoles han perdido la confianza en su clase política”, decía la nota.

Más allá de las instituciones comunitarias, Juan Carlos I también ha sabido forjar relaciones en el continente a través de las excelentes relaciones que ha mantenido con otras monarquías europeístas (principalmente las centroeuropeas) y de los fluidos contactos con dirigentes de otros Estados comunitarios, entre ellos Alemania.

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