El enemigo número uno del chavismo

Para lograr la excarcelación de Leopoldo López (Caracas, 1971) sus abogados intentaron convencer a la jueza Adriana López, quien firmó su pase a juicio por los disturbios ocasionados el 12 de febrero en Caracas, del arraigo en Venezuela del dirigente político. Recordaron que el líder opositor ha enfrentado unos 20 procesos entre judiciales y administrativos en toda la era chavista sin marcharse del país. Es cierto: López tiene un amor casi suicida con Venezuela si se toma en cuenta el diagnóstico de organizaciones como Human Rights Watch sobre la utilización política de la justicia en este país. Lejos de quebrarse, dicen sus allegados, López se muestra fuerte y convencido de que pronto saldrá de esta, igual que de todas las que ha vivido.

López, casado con la deportista Lilian Tintori y padre de dos niños, es hijo de Leopoldo López Gil, expresidente de Fundayacucho, el programa de becas para estudiantes universitarios inaugurado en el gobierno de Carlos Andrés Pérez, y de Antonieta Mendoza, perteneciente a una de las familias más influyentes del sector privado en el país. Por su origen casi aristócrata –por la raíz materna desciende del Libertador Simón Bolívar y es pariente de Cristóbal Mendoza, primer presidente de la primera República en 1811- se convirtió en el rival por definición del chavismo que se asume como el traductor de los pobres. No parecía ese su destino cuando estudiaba secundaria en el colegio Santiago de León de Caracas, ni mucho menos cuando completó la educación media en el Hun School de Princeton.

Leopoldo López, que obtuvo un grado en Economía en el Kenyon College, parecía destinado a formar parte del elenco de alguna empresa transnacional, pero al regresar a Venezuela decidió participar en la formación que fundó la Asociación Civil Primero Justicia, la génesis del partido que años más tarde postuló a Henrique Capriles como su candidato presidencial. Para ello contó con dinero proveniente de Petróleos de Venezuela gracias a las gestiones de su madre, que entonces pertenecía a la nómina de la estatal energética.

En 2008 fue inhabilitado por la Contraloría General de la República para ejercer cargos de elección popular debido a ese aporte. Fue una dulce venganza para el chavismo, que nunca le perdonó su actuación durante el golpe de Estado de abril de 2002, cuando encabezó allanamientos policiales en búsqueda de los ministros del caído gobierno de Hugo Chávez. López, que entonces era alcalde del municipio Chacao, había tenido una gestión destacada, apuntaba a convertirse en el alcalde metropolitano de Caracas. Aunque logró una decisión favorable de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que se restituyeran sus derechos políticos, el Estado venezolano se negó a cumplir.

López parecía destinado a la élite de los negocios, pero al regresar a Venezuela decidió participar en política

Al no poder participar en elecciones se dedicó a establecer vínculos con los sectores populares a través de su trabajo en el partido Un Nuevo Tiempo, al que había llegado tras separarse en 2006 de Primero Justicia. En 2009 fue apartado de esa tolda por desobedecer la línea política para fundar el partido de centro derecha Voluntad Popular, una organización a la medida de sus intereses. Los constantes cambios de partido quizá evidencian la imposibilidad de López de amoldarse a las estrategias de otros. Ese modo de conducirse le ha ocasionado serias diferencias con los veteranos dirigentes de la socialdemocracia venezolana y con el ala moderada que controla la Mesa de la Unidad, la alianza de organizaciones políticas opuestas al Gobierno.

En 2012 fue precandidato presidencial en las primarias de la oposición, pero se retiró al comprobar sus escasas oportunidades de derrotar al favorito de la contienda Henrique Capriles. En 2014 quedaría nuevamente habilitado para correr por cualquier cargo público, pero decidió adelantarse y solicitar en la calle un cambio inmediato de gobierno. Ahora que está preso ha comenzado otro juego de impredecibles consecuencias.