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Suiza condena a cadena perpetua al exjefe de la policía de Guatemala

Erwin Sperisen es hallado culpable del asesinato de siete reclusos de la cárcel de Pavón en 2007

Sperisen (d), junto al entonces ministro del Interior, Carlos Vielman, en la cárcel de Pavón
Sperisen (d), junto al entonces ministro del Interior, Carlos Vielman, en la cárcel de PavónNUESTRO DIARIO

Un tribunal de Ginebra, Suiza, condenó este viernes a purgar cadena perpetua al exdirector de la Policía Nacional de Guatemala, Erwin Sperisen, de 43 años, tras encontrarlo culpable de la ejecución extrajudicial de seis reos y autor material del asesinato de un séptimo, durante un operativo realizado en la cárcel de Pavón, la mayor y más peligrosa de Guatemala. El exfuncionario fue exonerado en otras tres muertes de prisioneros ocurridas en 2007.

De acuerdo con cables de agencias internacionales, era la pena solicitada por el fiscal general de Suiza, Yves Bertossa, al considerar que quedaba probado que el exfuncionario fue el autor material del asesinato del reo Abraham Tiniguar y coautor en la muerte de los otros seis. Fue “un crimen de Estado”, subrayó. En tanto, Alec Raymon, abogado de la parte ofendida, calificó los asesinatos como un crimen contra la humanidad. “Hay que restituir la dignidad de los asesinados”, expresó durante el alegato final. En la lectura de la sentencia se señala que “Sperisen estuvo en lugares clave en momentos clave dentro de Pavón”.

Cuando ocurrieron los hechos, en la cárcel de Pavón la anarquía llegaba hasta tal extremo que algunos reos habían construido en el interior del recinto chalés equipados con lujos como televisión satelital, comidas llevadas desde restaurantes, licores importados, drogas, prostitutas y salidas a la calle en coches último modelo. Las autoridades no tenían acceso a este sector.

Los tiros se hicieron de frente, en zonas vitales, lo que demuestra que las muertes se dieron por disparos a corta distancia
María Morcillo, de la Comisión contra la impunidad

Se trataba mayoritariamente de narcotraficantes, algunos próximos a cumplir su sentencia y cuya libertad pondría en riesgo negocios en los que estarían involucrados altos funcionarios. Se ideó entonces un asalto a la prisión, con la excusa de retomar el control. En la acción, en septiembre de 2006, siete reos fueron ejecutados tras un falso enfrentamiento con la policía. La escena montada era muy burda y, para colmo, un vídeo de la televisión local mostraba a algunos de los asesinados saliendo de la prisión entre un grupo de presidiarios que serían trasladados a otras cárceles.

A lo largo del proceso Sperisen negó toda responsabilidad en los casos. “Fui notificado de que los reos murieron en enfrentamientos con la Policía”, mantuvo todo el tiempo.

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Sin embargo, la Fiscalía logró testimonios que, a la postre, fueron determinantes. “Los tiros se hicieron de frente, en zonas vitales (…) lo que demuestra que las muertes se dieron por disparos a corta distancia, y no a consecuencia de un intercambio de balazos, cuando las heridas son generalizadas y dispersas”, dijo María Morcillo Méndez, experta de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, CICIG.

A este testimonio se suma el de un antiguo guardia de presidios, Luis Alfredo Linares Pérez, quien acusó a Erwin Sperisen de organizar el asesinato de los reclusos. “Soy militar y como tal sé que existe una cadena de mando, y que en un área de responsabilidad nada pasa sin el conocimiento de los superiores”, precisó. Un ciudadano francés, Philippe Biret, encarcelado en Guatemala durante 16 años, fue más lejos: “Vi como Erwin Sperisen mató al reo Jorge Abraham Tiniguar en la cárcel de Pavón, el 25 de septiembre de 2006”, afirmó. 

Funcionario atípico

Erwin Sperisen, un suizo ciclópeo nacido en Guatemala en 1971, ha sido el director general de la Policía Nacional Civil más atípico en la historia de la institución. Por su aspecto físico –mide 1,92, tiene ojos claros y el pelo rojo– era apodado el vikingo. Nadie se explica cómo llegó al cargo. Solo era conocido por su participación, rayana en el fanatismo, en una secta fundamentalista, y por haber trabajado como cámara para un noticiero de la televisión local.

Al trascender su nombramiento, una reportera del telediario que laboró junto a Sperisen se negó a hacer comentario alguno, pero su lenguaje corporal denotaba desencanto. En las filas de la Policía se le veía como a un advenedizo que confirmaba que el dedazo volvía a imponerse sobre las promesas de dirigir la institución sobre la base de méritos alcanzados en el ejercicio de la carrera.

Es posible que estas presiones lo llevaran a extremar la dureza de su accionar, en un afán de afianzar su autoridad. Durante los tres años que permaneció al frente de la Policía, las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos y limpieza social –eufemismo para disfrazar los asesinatos selectivos–, empezaron a multiplicarse.

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