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Brasil no para de seducir a China

El gigante suramericano tiene tierras fértiles para la agroindustria y para los minerales

Carla Jiménez

Las dimensiones continentales de Brasil seducen a China desde hace una década. Los chinos no esconden la ansiedad en hacer negocios en el país y favorecen sobre todo la producción de granos y minerales. Pero están presentes en todas las áreas: industria, comercio, bancos y, claro, en la agroindustria. Según la Sociedad Brasileña de Estudios Empresas Transnacionales (Sobeet), de 2004 a 2013 los chinos han invertido en más de 130 proyectos productivos en país, que sumaban aproximadamente 30.000 millones de dólares.

Se anunciaron siete grandes inversiones chinas entre julio y diciembre de 2013 en Brasil. Una de ellas, del BBCA Group, prevé 320 millones de dólares en la implantación de una unidad de procesamiento de maíz, para 600.000 toneladas de granos, en la ciudad de Maracaju, en el Estado de Mato Grosso do Sul, en el centro del país. Se trata de una de las regiones más ricas del mundo para la agroindustria. De esa producción, un 60% será destinado al mercado chino y un 40% al mercado nacional.

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Marcas de vehículos, como JAC Motors y Cherry, circulan en las avenidas de grandes ciudades y sus fabricas cambian la rutina de los municipios en los que se han instalado —la primera en Camaçari, en Bahia, y enseguida en Jacaréi, en el Estado de São Paulo—. Pero el territorio brasileño está codiciado sobre todo por sus tierras fértiles para la producción agrícola. Hasta 2011, los chinos compraron una gran cantidad de haciendas, tal volumen llegó a asustar a Brasil. En aquel año, el Gobierno restringió las inversiones extranjeras en la compra de grandes propiedades y argumentó que se trataba de seguridad nacional. Los chinos tenían 4.000 millones de reales (1.305 millones de euros) para gastar y aún intentan revertir la decisión.

Este apetito por recursos naturales acompañó la conversión de la China socialista al capitalismo de las últimas décadas. El gigante asiático tiene hambre de materias primas. Minerales, soja y alimentos son los principales negocios chinos en América Latina, además del petróleo. La tierra de Mao Tse Tung se convirtió el año pasado en el principal importador de petróleo del mundo, según la Administración de Informaciones de Energía (AIE) de Estados Unidos. A través de las petroleras estatales, empezó expandirse por el continente. La PetroChina, por ejemplo, llegó a Perú en 1994 para entrar en negocios de exploración y producción de petróleo. Hizo lo mismo en Venezuela, en 1997, y enseguida en Ecuador, en 2003. Otra estatal, la CNOOC, ya es la segunda mayor exploradora de Argentina.

El año pasado China adquirió, el campo de Libra, en Río de Janeiro, que tiene una reserva de 12.000 millones de barriles de petróleo
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El año pasado China adquirió, a través de subasta, el campo de Libra, en el Estado de Río de Janeiro, que tiene una reserva de 12.000 millones de barriles de petróleo en la capa pre-sal. Junto a Shell, la francesa Total y la brasileña Petrobras, la CNOOC y la PetroChina suman un 20% del consorcio, que tiene previsto invertir 500 millones de dólares en exploración este año.

Pero ante la necesidad de alimentar a más de mil millones de habitantes, la solución ha sido importar alimentos de América Latina. Argentina y Uruguay, junto a Brasil, buscan satisfacer esta expectativa. Hace una década Brasil enviaba el primer barco de soja a China, con más de 100.000 toneladas de granos, según Paul Liu, presidente honorario de la Cámara Brasil China de Desarrollo Económico. “El año pasado fueron 33 millones de toneladas de soja, una cifra que se puede repetir este año”, asegura. En los últimos tiempos, se ha incrementado también la demanda por alimentos procesados en Brasil. La BRFood, una de las mayores industrias del sector, tiene siete unidades capacitadas por China para exportar pollo.

La evolución china beneficia a los países latinoamericanos, pero preocupa a algunos expertos. Un informe de Global Development And Environment Institute apunta a que, en los últimos cinco años, más de un 70% de la exportación de América del Sur y América Central para los chinos se centró en seis materias primas, sobre todo agrícolas y minerales, para acompañar la expansión de la infraestructura del gigante asiático.

La evolución china beneficia a los países latinoamericanos, pero preocupa a algunos expertos

El diplomático Sergio Amaral cree que no hay motivo para preocuparse. “Nos quejamos de que la Unión Europea compra poco nuestros productos agrícolas, pero no podemos quejarnos de que los chinos compren demasiado”, opina. Para él, el problema no está en la concentración de los productos primarios, sino en la falta de una política para añadir valor a la cadena productiva brasileña. “Algunas empresas ya lo están haciendo, como la BRFoods, con sus alimentos procesados”, explica.

La cierto es que China podría invertir mucho más en Brasil. “Pero por la dificultad cultural, y la complejidad de la economía brasileña, hay muchas pegas", cree Liu, de la Cámara Brasil China. Liu utiliza como ejemplo las dificultades para obtener las licencias ambientales en obras de infraestructuras. Aunque haya aparentes dificultades, los chinos no paran de anunciar nuevos negocios en el país, aprovechando el aumento de la renta de la población. Y esquivando de los obstáculos locales.

El sector automovilístico chino empezó a instalarse en el país después de que el Gobierno brasileño aumentara un 30% los impuestos para la importación de coches en 2011. Este incremento empezó a afectar a la balanza comercial. Y entre las marcas que más preocupaban destacaban las chinas, que empezaban a tener éxito en el país. Dos de ellas decidieron, entonces, anunciar planes en Brasil. Y la promesa es que otras marcas sigan el mismo camino.

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Sobre la firma

Carla Jiménez
Directora de EL PAÍS en Brasil desde 2018. Trabajó en O Estado de S. Paulo, Agência Estado, revista Época e IstoéDinheiro. Nació en Chile, creció en Brasil. Es formada en Periodismo por la Universidad Cásper Líbero, con especialización en Economía en la Fipe/USP. Forma parte de EL PAÍS desde 2013.

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