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El asesinato de una líder de la revolución empaña las elecciones en Libia

La violencia campa en Bengasi y solo 630.000 personas votaron en las elecciones del miércoles

Javier Casqueiro
La activista libia Salwa Bughagis el pasado 10 de mayo en Bengasi.
La activista libia Salwa Bughagis el pasado 10 de mayo en Bengasi.ABDULLAH DOMA (AFP)

Era muy difícil y se está demostrando casi imposible. Las autoridades locales, los vecinos de otros países del inestable Magreb, la comunidad internacional, mediadores y observadores, estaban muy esperanzados en que las elecciones legislativas del miércoles en Libia, las segundas tras la caída del dictador Muamar el Gadafi, provocaran un primer paso hacia alguna estabilidad en el país. Pero la violencia está muy descontrolada, sobre todo en la zona de Bengasi, la segunda ciudad, en permanente disputa entre las guerrillas yihadistas, otros grupos terroristas y ahora el cerco militar del general golpista Jalifa Hifter. El miércoles, tras ir a votar, unos pistoleros asesinaron en su casa de Bengasi a la activista Salwa Bughagis, feminista y una de los líderes de la revolución que derrocó en 2011 a Gadafi.

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La noticia del asesinato de Bughagis provocó una gran conmoción. La activista y abogada era muy respetada no solo en Bengasi, donde vivía, también en el resto del país, y además era muy conocida y valorada en las más relevantes organizaciones internacionales de lucha por los derechos humanos. En 2011 fue una de las cabecillas del movimiento que tumbó el anterior régimen.

El mismo miércoles, por la mañana, acudió a votar a las segundas legislativas, animó a la participación y volcó esas últimas fotos en su página de Facebook. Por la tarde regresó a su casa, en el distrito de Hawari, y allí esperó viendo la televisión con su familia el transcurrir de una jornada electoral que se anhelaba histórica para la estabilidad de su nación, muy convulsionada desde hace meses tanto en el aspecto político como de la violencia. Económicamente Libia ha dejado de producir 1,5 millones de barriles de petróleo al día y apenas llega ahora a los 200.000, con muchos de sus principales puertos bloqueados por milicianos armados y fuera de control.

Según distintas fuentes y agencias internacionales, cinco pistoleros encapuchados y vestidos con uniformes militares llegaron a su casa, la barrieron a tiros y acabaron con su vida. Bughagis fue trasladada al Benghazi Medical Centre y murió poco después de ingresar. En su casa había destinado un vigilante al que los agresores también dispararon, aunque su estado es estable. Del que no se sabe nada es de su marido, Essam Al-Ghariani, que estaba con ella en ese momento y que ahora está desaparecido. Se sospecha que haya sido secuestrado.

Tanto Bughagis como su hermana Iman formaron parte del Consejo Nacional de Transición, que medió tras la caída de Gadafi, y ahora estaban involucradas en los acuerdos entre distintos partidos y asociaciones para favorecer un diálogo que sacara al país del marasmo en el que está enredado hace meses. Su apoyo radical a los derechos de las mujeres, además, le granjeó también enemigos entre los grupos yihadistas, entre los Hermanos Musulmanes y entre otras facciones violentas. Había recibido amenazas de muerte y a primeros de año abandonó Libia con su familia y había vuelto ahora para votar. Nadie ha asumido el atentado.

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El asesinato de Bughagis en Bengasi ocurrió al final de la jornada electoral, y tras un ataque violento en este caso entre un grupo terrorista islamista y una cuadrilla de militares. Se estima que murieron siete soldados y otros 50 resultaron heridos. Bengasi es el centro de operaciones contra el que se está volcando el general renegado Hifter, que ha intentado varios golpes en los últimos meses y que pretende acabar por su cuenta contra la alianza que observa entre el terrorismo yihadista, la Hermandad islamista y algunos sospechosos apoyos externos. Hifter dispone de respaldos dentro del Ejército libio, especialmente en Bengasi y entre las fuerzas aéreas.

En el resto del país, y en general, las elecciones habían transcurrido con bastante normalidad y sin apenas incidentes, excepto en la ciudad de Derna (al este) y en algún otro núcleo aislado donde los colegios electorales tardaron más tiempo en poder abrir. En la capital, Trípoli, mucha gente aprovechó el buen tiempo para acudir a la playa.

La primera rueda de prensa oficial de los responsables del Ministerio del Interior sirvió para constatar que la afluencia de votantes había sido bastante escasa. Acudieron a las urnas apenas 630.000 libios de los 1,5 millones que se habían inscrito sobre los 3,5 millones que tenían la posibilidad de votar. En las elecciones de 2012 se registraron 2,7 millones.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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