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Columna
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Más de cincuenta mil niños deportados

El reto para EE UU, México y Centroamérica es crear de manera conjunta políticas públicas sustentadas en el derecho humanitario

Las imágenes han dado la vuelta al mundo. Más de cincuenta mil menores de edad que llegaron a Estados Unidos, sin documentos, ahora han saturado los centros de detención. Son tan solo niños y niñas que escaparon del hambre y la violencia que se padece en diversas regiones de México y Centroamérica.

Este hecho, por sí mismo, ha provocado un ríspido debate entre la clase política de ese país. Mientras el presidente Barack Obama pide dos mil millones de dólares para enfrentar el problema y admite que se trata de una “crisis humanitaria”, el Partido Republicano señala al mandatario como el principal “culpable” y las organizaciones conservadoras antimigrante ya hasta han bloqueado los accesos a dichos centros de detención para evitar el ingreso de los pequeños.

A la vez, no todos los demócratas aprueban la deportación, algunos como el legislador Joe García argumentan que regresarlos sería desastroso, “la solución no es mandarlos de vuelta a los lugares donde les han arrancado su derecho a soñar.” Agunos organismos civiles argumentan que los niños se encuentran hambrientos, muchos de ellos ni siquiera saben porqué son tratados como “detenidos”.

El Padre Alejandro Solalinde, director del albergue Hermanos del Camino, uno de los más destacados defensores de los derechos de los migrantes que vive en México, me dijo que los niños y niñas pueden recibir malos tratos, “yo quiero creer que no es por la mala voluntad de las autoridades sino porque la infraestructura no está preparada para eso, por ejemplo, en México vemos que el Instituto Nacional de Migración está colapsado desde hace una semana a tal grado que no han podido recibir más gente,” comenta.

El defensor de los migrantes explica que en la Estación Migratoria de Acayucan, localizada en Veracruz, “hay decenas de menores centroamericanos no acompañados que están a la intemperie. En su mayoría son hondureños y salvadoreños los que permanecen en este momento en lugares con capacidad para unas 700 personas. Esos espacios ya están rebasados,” añade el Padre Solalinde, el mismo que ha sido perseguido y amenazado de muerte por su férrea lucha a favor de los migrantes.

En este contexto, es indispensable que los derechos de los niños y las niñas cuenten con el más alto estándar de derechos humanos y, hoy en día, existen esfuerzos institucionales para protegerlos. En Oaxaca, México, la ONU, la ACNUR, el gobierno y otros organismos abordan el fenómeno para que se les permita un retorno seguro, con base en un derecho humanitario.

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Para la abogada Eréndira Cruz Villegas “estas decisiones de orden internacional deberían revelar el origen del porqué los niños son expulsados de sus países y cómo vamos a atenderlos.” Luego entonces, el reto para las autoridades de Estados Unidos, México y Centroamérica es crear de manera conjunta políticas públicas sustentadas en ese derecho humanitario.

Otro problema que señala el Padre Solalinde, generado a causa de la deportación masiva es que al cruzar la frontera ninguna autoridad mexicana los recibe, “insisto, yo quiero creer que es porque no contamos con las infraestructura adecuada para esta deportación masiva.”

En ese sentido, la deportación masiva representa el fracaso de la reforma migratoria que pretendía impulsar el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Por ello no tuvo más remedio que buscar que el Congreso cambie las leyes para concretar la deportación de un total de 52,000 menores de edad.

En suma, varias preguntas quedan en el tintero. Estamos hablando del presente y futuro de millones de seres inocentes. ¿Qué autoridad garantizará su plena seguridad y su desarrollo después de la deportación? ¿Cómo volverán a ver sus padres y familiares a su regreso? ¿Seremos capaces de resolver esta crisis humanitaria de la mejor manera? ¿Es válido hablar de refugiados o de racismo? La respuesta requiere de inteligencia y sensibilidad para recordar que es nuestra obligación velar por los derechos de la infancia a una vida digna y resolver la problemática de quienes están solos, sin documentos, ni familiares.

Por lo pronto, el Gobierno mexicano propone la creación de una base de datos migratoria regional, una campaña mediática para desalentar la emigración y fomentar la participación de donantes privados a instituciones dedicadas a la defensa y protección de los migrantes.

Me parece que, en medio de tales decisiones, el estado físico y emocional de quienes son deportados es lo más importante. Comprender el sufrimiento y estrés que experimentan al ser capturados y transportados por los agentes debe ser contemplado por las autoridades. El tema es delicado y para darle un resultado positivo se necesita mente y corazón.

Por último, hay una canción que me ha marcado en los últimos años y la comparto con el afán de que llegue a los sectores más conservadores: “jugar con los niños pequeños y ayudarles a realizar su sueños… eso es amor.”

* Mariana Escobedo es productora de Aljazeera en árabe, directora de El Portal TV, reportera de investigación en TVEducativa y Canal 22

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