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Desbarajuste

Crece la sensación que se ha perdido el control de la historia

Francisco G. Basterra

Los protagonistas, los imperios de la época, caminaron sonámbulos hacia la Gran Guerra hace un siglo, ciegos a la realidad del horror en el que iban a sumergir al mundo. Así concluye Sonámbulos (Galaxia Gutenberg), el libro del historiador Christopher Clark, clave para entender cómo y por qué Europa fue a la guerra en 1914. Hoy ya solo queda un imperio digno de tal calificación. La Primera Guerra Mundial acabó con cuatro de una tacada: la Rusia zarista, el imperio militarista alemán, el austrohúngaro y el otomano. Europa ya no es el centro del mundo, ni Alemania es lo que era. Sin embargo, vivimos un desbarajuste internacional, en el sentido de confusión y desorden, desde Europa hasta Asia, pasando por el gran Oriente Próximo. Lo que no implica el regreso de los sonámbulos o que China sea la Alemania del emperador Guillermo.

Crece la sensación de que hemos perdido el control de la historia y que, en palabras del analista Ian Bremmer, “asistimos a la destrucción creativa del viejo orden geopolítico”. Por la paulatina desaparición de una nación dominante en exclusiva del orden internacional: un mundo de nadie. Quien podría ejercer todavía de superpotencia, abandona escaldada las guerras exteriores y se repliega sobre sí misma. Al tiempo que nadie, ni China, ni Europa, están dispuestos o en condiciones de asumir cargas globales. ¿Quién va a responder al renacimiento de la amenaza terrorista procedente del islamismo radical o detener la ambición nuclear iraní?

Washington ha hecho el ejercicio teórico de pivotar hacia Asia en un fútil intento de abandonar Oriente Próximo, asegurando que no trata de contener a China. El resultado es decepcionante: Pekín responde con la afirmación de su hegemonía en el teatro de Asia Pacífico, aviva los nacionalismos regionales, despierta el militarismo japonés y hace dudar a los aliados de Washington de su compromiso defensivo ante el gigante chino. Estados Unidos pagará un precio por su fracaso en comprender que la competición geopolítica con China no se jugará únicamente en el Pacífico, sino que importantes partes de esa batalla se desarrollarán en Oriente Próximo, fuente indispensable para calmar la sed energética de la segunda potencia mundial. Así lo advierte Vali Nasr, que sirvió dos años en la Administración Obama, en el ensayo The dispensable nation (Anchor Books).

El monopolio del orden occidental es retado a la vez en tres escenarios. Por Putin, en la frontera oriental de Europa, en Ucrania, jugando al ratón y el gato con Europa y EE UU en una guerra de desgaste que aún no ha perdido. Por China, en Asia en un océano que antes era solo estadounidense. Y por el yihadismo suní que crea un estado islámico a horcajadas de Siria e Irak, que amenaza con desintegrar a este país y desencajar el rompecabezas de la región. Y reabre la incierta, por inabarcable, guerra contra el terror. ¿Obama se está echando la siesta como claman los republicanos? No, sólo acepta que Irak no es un lugar perfecto y que EE UU no tiene recursos ilimitados para hacer que lo sea.

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