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El rapto de Izolyatsia

Pilar Bonet

“Izolyatsia” ha sucumbido a la guerra. La plataforma cultural instalada en una antigua fábrica de materiales aislantes de Donetsk se ha convertido en un cuartel de los independentistas prorusos. Los representantes de la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD) llegaron con sus fusiles el 9 de junio y requisaron la fábrica. En dos automóviles, el personal de Isolyatsia evacuó parte del patrimonio cultural acumulado. El resto, que incluye algunas obras muy cotizadas, es hoy el decorado-- e incluso el instrumento-- de la nueva funcionalidad revolucionaria del local.

Paco de Blas es el español que en el otoño de 2013 lo dejó todo por venir a gestionar la plataforma cultural Izolyatsia, y Liuba Mijáilova es la economista que privatizó la fábrica de aislamiento donde su padre fue director durante décadas. Ambos buscan la forma de continuar el trabajo que consistía en la creación de un espacio postindustrial dedicado al arte que al mismo tiempo contribuyera a formar un nuevo tejido económico y a la educación estética de la sociedad. De Blas está en Madrid y Mijáilova, en Kiev y con ellos hablo por Skype. De entrada, su idea es informar al mundo sobre la suerte que está corriendo Izolyatsia en estos tiempos turbulentos. La exposición del Consejo de Europa dedicada al “deseo de la libertad” ha sido aparcada de momento.

Pero la historia de Izolyatsia es compleja, tiene múltiples actores y dimensiones. En los años noventa del pasado siglo, cuando los clanes locales luchaban por el control de las fábricas y las minas de Donetsk, Mijáilova se marchó de Ucrania. “Pero llegó un momento en que pensé que había que pararse y pensar para qué vives y para qué haces dinero”, dice. Corría el 2010 y Mijáilova encontró un “fondo de inversión” que con ciertas condiciones y pagos me compró en Inglaterra todos mis activos en Ucrania, incluida Izolyatsia” agrega. Mijáilova debía acabar este año el proceso de transición de sus activos en Ucrania, que además de Izolyatsia incluyen fabricas en Górlovka (Donetsk) y Stajánov (Lugansk).La “compañía internacional de Pittsburg (EEUU) a la que debía traspasar sus activos “había calculado todos los riesgos, económicos, energéticos, pero nadie calculó los riesgos políticos”, explica. Izolyatsia se conservó entera, a diferencia, de más de dos docenas de empresas ubicadas en la vecindad, en la calle el Sendero Luminoso. Justamente por haberse mantenido íntegra Izolyatsia, que tiene un total de 7,5 hectáreas, constituye un tentador espacio para los insurgentes. La empresa tiene un extenso bunker subterráneo, señala Mijáilova. Eso puede ser un valor añadido en tiempos de guerra. En Kiev se ha formado ya una colonia de exiliados de Donetsk, artistas, intelectuales, que se reunieron recientemente en una exposición organizada por “Izolyatsia en el exilio”. Formalmente, la capital de Ucrania es solidaria con estos exiliados culturales. En la realidad, hay que pagar altos precios por los locales de exhibición y nadie está dispuesto a ceder esferas de influencia a los recién llegados, señalan fuentes de los “exiliados”. Cree Mijáilova que en Kiev se ha llevado a cabo una revolución burguesa y en Donetsk, una revolución proletaria de gentes que fueron héroes en época socialista y que hoy se sienten engañadas. Para entenderlo mejor recomienda el documental “Entusiasmo” (La sinfonía de Donbás, 1930) del documentalista soviético Dziga Vertok. Reducir el conflicto en torno a Izolyatsia a una lucha de la barbarie con el arte sería simplista. Son muchas las batallas inacabadas que se superponen y se mezclan en Donetsk. Entre sus protagonistas están los clanes locales, incluido el del ex presidente Víctor Yanukóvich, los “perdedores” de las privatizaciones de la década de los noventa, que utilizan en su beneficio la retórica proletaria (tanto real como inventada). Y además, están los portadores de los intereses rusos, que son varios y diversos. Para contemplar el caso en perspectiva, ampliamos el marco de observación hasta la calle Sendero Luminoso donde está ubicada Izolyatsia y también el colmado de Alexéi. “Izolyatsia no llegó a tender puentes con gente como Alexéi”, comentó Paco de Blas en mayo, mientras nos tomábamos un refresco en esa tienda que tiene el mismo nombre de la calle. Llamo a Alexéi por teléfono. Cuenta que la gente se ha empobrecido y que sus ventas han disminuido de forma drástica. “Gano prácticamente lo mismo que mis dependientas, es decir muy poco, pero tengo que estar aquí porque la gente tiene que comer y yo vendo pan subvencionado socialmente”, dice. ”Hace unos días corrió el rumor de que se había acabado la sal y el precio de la sal se disparó”, agrega. Le pregunto por los ocupantes de Izolyatsia. “Son chicos normales que entran a comprar cigarrillos. Vinieron a avisarnos de que no nos asustemos por los disparos que hacen cuando se entrenan”, dice. Alexéi ha trasladado a su familia a la casa de sus padres en Crimea, y allí ha dejado también su querido mapa, el que muestra que la región de Donetsk era parte del imperio ruso en el siglo XVI. Sirva este texto, el tercero ambientado en el Sendero Luminoso de Donetsk,como esbozo de puente entre dos lados de esta calle.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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