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Japón recupera el paso firme

La reinterpretación de la Constitución y las reformas estructurales avanzan los cambios de Abe

Macarena Vidal Liy
Manifestación contra el giro militarista y el primer ministro este sábado.
Manifestación contra el giro militarista y el primer ministro este sábado.KIMIMASA MAYAMA (EFE)

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, es un hombre muy ocupado. Tras su llegada al poder por segunda vez hace 18 meses, trata de cumplir la promesa de “traer a Japón de vuelta” y reafirmar al país como potencia económica y política, frente a la pujanza de China. Las dos primeras flechas de su programa económico, conocido como Abenomics, se basaron en medidas monetarias y fiscales para devolver al país a la senda del crecimiento, tras casi dos décadas de recesión.

Acaba ahora de presentar la tercera flecha, la más complicada: unas reformas estructurales que espera que sirvan para consolidar la recuperación. Y la semana pasada su Gabinete ha aprobado una reinterpretación de la Constitución pacifista japonesa para permitir que sus Fuerzas Armadas puedan acudir en ayuda de Ejércitos aliados en la región, un cambio histórico al que se oponen no sólo países como China o Corea del Sur, sino también buena parte de los ciudadanos nipones.

Con una fuerte carga simbólica, el Gobierno del Partido Liberal Demócrata (PLD) y el Nuevo Komeito escogió el martes pasado, cuando se cumplía el 60º aniversario de la creación de las Fuerzas de Autodefensa japonesas, para introducir el cambio y permitir la intervención en casos de “autodefensa colectiva”. Hasta ahora, los soldados solo podían ser desplegados para responder a una amenaza directa sobre Japón desde que en 1946, tras la derrota nipona en la II Guerra Mundial, se introdujo el artículo 9, que estipula que “el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como un derecho soberano del país y a la amenaza o el uso de la fuerza como manera de resolver disputas internacionales”.

Abe considera la reinterpretación imprescindible para reafirmar el papel de Japón en la región de Asia-Pacífico, donde China defiende cada vez más enérgicamente sus reivindicaciones territoriales y mantiene una agria disputa con Tokio por la soberanía de las islas Diaoyu/Senkaku (en su denominación china y japonesa). Asegura asimismo que permitirá una participación más activa en las operaciones de paz internacionales. El primer ministro, que ha evitado un cambio constitucional, subraya que la “idea básica” de la Constitución “no ha cambiado” y que cualquier participación militar será “reducida”.

Estados Unidos ha dado la bienvenida al cambio, que por el contrario ha sido condenado con energía por China y Corea del Sur, dos de los países donde el recuerdo de la ocupación japonesa durante la II Guerra Mundial está más a flor de piel. La medida es impopular incluso en el propio Japón. Según una encuesta de la agencia de noticias Kyodo en junio, el 55% de la población no apoya la reinterpretación. Dos días antes del cambio, un ciudadano se prendió fuego a lo bonzo en las calles de Tokio en señal de protesta.

El giro militarista japonés no se ha limitado a la reinterpretación de la Ley Fundamental. Tokio ha aumentado su presupuesto de defensa en un 2,2% para este año y ha relajado los controles de venta de armas al exterior.

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Pero el nuevo paso más firme japonés se extiende también a otros terrenos. En los últimos días Tokio también ha presentado la nueva versión de la tercera flecha de su Abenomics: las reformas estructurales. Se trata de flexibilizar una economía llena de rigideces y que ocupa el puesto 25º en el Índice de Libertad Económica que publican conjuntamente el think tank estadounidense The Heritage Foundation y el diario The Wall Street Journal.

El Gobierno japonés quiere, entre otros objetivos, aumentar la presencia femenina en el mercado laboral —aún muy escasa pese a su alto grado de cualificación—, reformar las leyes migratorias y recortar los impuestos a las empresas. Propone también un recorte del impuesto de sociedades del 35% actual a menos del 30%, al tiempo que aumenta el IVA. Pretende asimismo dar un impulso a las negociaciones para el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (TPP), un pacto comercial que englobaría al 40% de la economía mundial y que está encallado, entre otras razones, por obstáculos japoneses a la apertura de algunos sectores de su economía.

La puesta en marcha de estas medidas conllevará un auténtico cambio de mentalidad en muchos aspectos. La firma de tratados de libre comercio como el TPP obligarán a abandonar las tendencias proteccionistas de sectores como el agrario. Los ciudadanos japoneses deberán acostumbrarse a la llegada de trabajadores inmigrantes. Y la incorporación de la mujer al mercado laboral forzará cambios como un mayor número de guarderías o el abandono de actitudes tradicionales más machistas.

Es una tarea ambiciosa y estos días la popularidad de Abe se encuentra en el 52,1%, la segunda más baja desde que llegara al poder, según la encuesta de Kyodo. Vista su ingente tarea, el primer ministro japonés, sin duda, seguirá siendo un hombre muy ocupado.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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