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Macao sigue los pasos de Hong Kong en su protesta contra Pekín

Los habitantes de la antigua colonia portuguesa exigen un referéndum pro democracia

Macarena Vidal Liy
Manifestantes de Macao piden sufragio universal.
Manifestantes de Macao piden sufragio universal. Siu Chiu (REUTERS)

Macao también quiere un referéndum en favor de una mayor democracia. Tras el éxito del celebrado en Hong Kong el mes pasado, y en el que participaron casi 800.000 personas para reclamar el sufragio universal, un movimiento civil de la otra antigua colonia retornada a la soberanía china ha convocado una consulta a finales de agosto para reclamar el derecho a “una persona, un voto”. Como en el caso de Hong Kong, China ha negado tajantemente cualquier validez a esa iniciativa.

Tradicionalmente Macao, el único territorio chino donde está permitido el juego y cuya economía depende de manera abrumadora de esta actividad, no había mostrado gran interés en la política. Pero un deterioro de la economía local y el aumento de las desigualdades han cambiado esta actitud en los últimos meses. En mayo, 20.000 personas según los organizadores —una cifra insólita para la excolonia portuguesa, de 600.000 habitantes y que volvió a la soberanía china en 1999— salieron a la calle para protestar contra un proyecto de ley que hubiera concedido pingües beneficios a los funcionarios locales. La medida se acabó retirando.

Los organizadores de la consulta, los movimientos La conciencia de Macao, Sociedad abierta en Macao y Juventud dinámica en Macao aseguran que la idea de la convocatoria es anterior a la celebrada en Hong Kong. Hace dos años, recuerdan, se llevó a cabo una iniciativa similar, pero apenas participaron 2.600 personas. En esta ocasión esperan entre 50.000 y 100.000.

Esta vez, el referéndum coincidirá con la votación para nombrar al nuevo jefe del Gobierno local, a la que hasta ahora sólo se ha presentado como candidato el responsable actual, Fernando Chui Sai-on. El proceso de nombramiento en Macao es similar al de Hong Kong: tan sólo están autorizados a votar los 400 miembros de un comité formado principalmente por simpatizantes del Gobierno central chino. Para poder presentarse como candidato es necesario contar con el respaldo de al menos 66 de los miembros.

Los participantes deberán responder a dos preguntas: si desean el sufragio universal y si tienen confianza en Chui. Los ciudadanos podrán participar mediante voto electrónico o voto físico y la papeleta estará disponible en mandarín, inglés y portugués. Según ha declarado uno de los organizadores, Jason Chao, en afirmaciones que recoge el periódico local Macau Daily Times, en la consulta que han convocado “desde luego votarán más de 400 personas. En cierto modo será más representativo que el voto oficial”.

Aunque Hong Kong y Macao gozan de autonomías similares y derechos como la libertad de expresión desconocidos en el resto de China, sus Constituciones son diferentes. La de la excolonia británica estipula el sufragio universal como una meta, y el Gobierno chino ha prometido poner en marcha alguna versión de este sistema para los próximos comicios locales, en 2017. La Carta Magna de Macao no se pronuncia al respecto.

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Pekín ha reaccionado tajantemente ante la convocatoria del referéndum, anunciada el lunes pasado. El Macau Daily Times recoge un comunicado de la Oficina de Enlace con China en el que se declara que “una administración regional carece de autoridad para establecer un sistema de referéndum o de organizar actividades relacionadas con un referéndum”.

El martes, un portavoz del Ejecutivo local, Alexis Tam, señalaba que el referéndum “no tiene base en la Constitución, no tiene base legal y por lo tanto es ilegal e inválido”. Un lenguaje muy similar al que el Gobierno chino empleó para condenar el de Hong Kong.

Pekín contempla con preocupación el posible efecto contagio de los llamamientos en favor de una mayor democracia. Si hay algo a lo que el régimen comunista tiene temor es a la posibilidad de que se extiendan las reclamaciones de reformas que no vengan estrictamente controladas por el sistema. Desde la llegada al poder de Xi Jinping como jefe de Estado y secretario general del Partido Comunista de China, los esfuerzos por controlar la opinión pública se han multiplicado: desde mayores controles a las redes sociales, que incluyen ahora la posibilidad de penas de cárcel a quienes difundan “rumores” por internet, a largas condenas contra activistas que demandaban mayor transparencia del Gobierno, como las impuestas a integrantes del movimiento civil Nuevo Ciudadano.

Inmediatamente antes de la celebración del referéndum en Hong Kong el Gobierno central publicó un Libro Blanco sobre la excolonia que se interpretó como una advertencia. El territorio “tiene autonomía sobre los asuntos locales en la medida que se lo permite el poder central”, declaraba el documento.

El Libro Blanco tuvo el efecto contrario al que buscaba Pekín y espoleó la participación en un referéndum convocado por el movimiento civil Occupy Central y que había pasado hasta entonces sin mucha pena ni gloria. Una semana después, los hongkoneses se echaban además a la calle en la mayor marcha de la última década. Muchos declaraban que acudían para defender unos derechos que sentían amenazados. Según los organizadores, asistieron 510.000 personas, aunque un cálculo del periódico South China Morning Post rebajó dos días después esa cifra a cerca de 140.000.

Occupy Central amenaza con convocar sentadas en el distrito financiero de Hong Kong si el Gobierno no presenta una fórmula de sufragio universal que les parezca válida. Pekín ha advertido que sólo podrán presentarse como candidatos a las elecciones de 2017 aquellos que cuenten con su aprobación. Aunque por el momento no se ha fijado fecha para esas protestas, algunos simpatizantes del movimiento civil abogan por convocarlas para agosto o septiembre si para entonces el Gobierno central no ha respondido a sus reclamaciones.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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