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El ataque al Boeing encona el conflicto separatista en el este de Ucrania

Distanciarse de los rebeldes o apoyarlos son dos opciones que tendrán un coste para Vladímir Putin

Pilar Bonet
Representantes de la OSCE negocian con separatistas prorrusos en el lugar donde se estrelló el Boeing.
Representantes de la OSCE negocian con separatistas prorrusos en el lugar donde se estrelló el Boeing. D. L. (AP)

El conflicto separatista en el Este de Ucrania ha dado un salto cualitativo y se ha convertido en una seria amenaza para la estabilidad internacional a raíz del derribo del Boeing 777 de las líneas aéreas malasias sobre la región de Donetsk. La muerte de 298 personas ha desatado las emociones y —además de reproches cruzados entre Kiev, Moscú y los independentistas—, avienta nueva violencia.

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Si las acusaciones del presidente norteamericano Barack Obama que apuntan hacia un misil lanzado desde la zona controlada por los separatistas se ven confirmadas por una rigurosa investigación internacional, Rusia deberá decidir si se distancia de los insurgentes (que en parte son sus propios ciudadanos, servidores del Estado ruso en Crimea) o sigue respaldándolos (materialmente y mediante una retaguardia segura). Cualquiera de las dos opciones tiene un coste para el presidente Vladímir Putin y para su país.

Un equipo de 30 inspectores de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) aterrizó el viernes en helicóptero en el lugar del siniestro, cerca del pueblo de Grabovo. El embajador suizo en la OSCE, Thomas Greminger, comentó que el equipo no tuvo pleno acceso a la zona y que había sido parado por grupos armados ilegales, informa la BBC. Los insurgentes tratan de hacer compatibles sus promesas de garantizar el acceso a los investigadores al lugar del accidente y la continuación de las refriegas que mantienen con las fuerzas leales a Kiev.

Los rebeldes dicen que los combates continúan salvo en el lugar del siniestro

El denominado ministro de Defensa de los separatistas, el ciudadano ruso Igor Girkin (Strelkov), ha dicho que los combates con el Ejército ucranio continúan “en todas partes, excepto el lugar donde cayó el Boeing”. Los insurgentes aparentemente no quieren renunciar al cerco que mantienen sobre un importante contingente militar leal a Kiev en el sudeste de Donetsk, cerca de la frontera con Rusia. El viceprimer ministro de la autodenominada República Popular de Donetsk, Andréi Purguin, manifestó que los restos de los pasajeros serán llevados posiblemente a la localidad de Mariúpol para su identificación. Sin embargo no está claro si los parientes “vendrán”.

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Si los separatistas derribaron el Boeing, Moscú se habría enredado en su propio juego por estimular a personajes que, además de radicales, son o bien ineptos o bien ignorantes sobre las consecuencias internacionales de sus actos. Los separatistas probaron ya que no están dispuestos a someterse como marionetas a las decisiones de Moscú, por lo que ahora podrían ser un problema para el mismo Vladímir Putin, si es que éste trata de abandonarlos.

Tras la anexión de Crimea, Moscú aventó las reivindicaciones del Este de Ucrania, pero posteriormente dio marcha atrás en el apoyo al proyecto independentista aunque sin poder regular la intensidad de presión desestabilizadora que pretendía ejercer para obligar a Kiev a hacer concesiones políticas que tuvieran en cuenta los intereses rusos y de los rusoparlantes de las regiones orientales de Ucrania.

Moscú ha dado marcha atrás en su apoyo al proyecto independentista

En Moscú, algunos dirigentes rusos, como el jefe de la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento), Serguéi Narishkin, parecen preocupados ante la dimensión que ha adquirido la resurrección de Novorósia. Este concepto histórico controvertido que hace referencia a una zona del sureste de Ucrania ha sido utilizado desde el Kremlin como potencial arma desestabilizadora de una amplia zona desde Odessa a la región del Transdniéster en Moldavia.

Antes de que Obama responsabilizara a Rusia de la entrega de equipo bélico a los separatistas, el ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, había calificado las acusaciones de Kiev sobre la participación de Rusia en el derribo del Boeing como “injustificadas”. “En los últimos meses no he oído ninguna palabra verdadera desde Kiev”, dijo al canal de televisión Rusia 24. “Insistiremos en una investigación extremadamente objetiva, extremadamente abierta e independiente. Estamos dispuestos a contribuir, pero, claro, consideramos que los que deben mostrar iniciativa son los países en cuyo territorio ha ocurrido esta tragedia”, dijo el jefe de la diplomacia rusa.

Este viernes, la violencia se cobró daños materiales y humanos en la región de Lugansk. Allí las instalaciones de refinado de Lisichansk, pertenecientes a Rosneft —la compañía petrolera estatal más importante de Rusia—, quedaron en parte destruidas por un incendio que siguió a un tiroteo. Rosneft acusa del incidente a las fuerzas leales a Kiev, cuyo fin, según la compañía, fue permitir a los oligarcas ucranios deshacerse de la competencia de la refinería rusa y permitirles incrementar los precios de su propio combustible. “Ucrania se libra de la mejor industria petroquímica que asegura casi 3.000 puestos de trabajo para los ciudadanos de Ucrania”, dice la nota de Rosneft, que califica el tiroteo como “una provocación y un crimen al mismo nivel que el exterminio el 17 de julio de 2014 del avión de pasajeros de Malasia”.

En la ciudad de Lugansk, por otra parte, hubo muertos, según fuentes de Kiev y de los separatistas, que dan diferentes versiones de los hechos y diversas cantidades de víctimas. La página web Gazeta.ru se refería a ocho muertos tras la explosión de un proyectil en un paso subterráneo. En. Kiev, el jefe del Gobierno, Arseni Yatseniuk, exhortó a “prepararse para prácticamente una total limitación del comercio bilateral con Rusia”. “Si el mercado ruso se cierra para Ucrania, eso supondría una disminución de 5.000 millones de dólares en las exportaciones”, dijo Yatseniuk, que instó al Gobierno a hacer todo lo posible para diversificar los mercados de exportación de Ucrania a corto plazo.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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