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EE UU y la UE prolongan cuatro meses más las negociaciones nucleares con Irán

El acuerdo, que pondría fin a más de tres décadas de hostilidad, topa con resistencias en Washington y en Teherán

Marc Bassets
Catherine Ashton, representante de la UE y Mohammad Javad Zarif, ministro de Exteriores iraní.
Catherine Ashton, representante de la UE y Mohammad Javad Zarif, ministro de Exteriores iraní. SAMUEL KUBANI (AFP)

Irán ha acordado este viernes con Estados Unidos y otros cinco países prolongar durante cuatro meses las negociaciones sobre un acuerdo nuclear. El plazo vencía el domingo. Las negociaciones, que empezaron hace seis meses, han abierto una nueva etapa en las relaciones entre dos países enemigos desde hace más de tres décadas.

El objetivo es un acuerdo final que garantice a la comunidad internacional que el programa nuclear iraní sirve para fines civiles y no para obtener la bomba. Irán lograría el levantamiento de las sanciones internacionales, que han dañado su economía.

Los negociadores, reunidos en Viena (Austria), reconocieron las dificultades para alcanzar el acuerdo en el plazo fijado por el plan de acción firmado en Ginebra en noviembre de 2013.

“Hemos logrado avances tangibles en algunas cuestiones”, dijo Catherine Ashton, responsable de la política exterior de la Unión Europea. Ashton añadió que todavía existen “diferencias significativas en algunos temas centrales que requieren más tiempo y esfuerzo”. El negociador iraní, el ministro de Exteriores Mohammad Javad Zarif, leyó la misma declaración, informa la agencia Associated Press.

Además de EE UU, Irán y la UE, participan en las negociaciones Reino Unido, Alemania, Rusia y China. La negociación se centra en el programa nuclear, pero las consecuencias de un acuerdo puede ir más allá y reconfigurar los equilibrios en Oriente Medio. EE UU e Irán ya se han encontrado en el mismo bando en Irak, donde ambos países ayudan al Gobierno de Bagdad frente a la insurgencia suní.

Que los jefes de la diplomacia de EE UU e Irán — dos países que se habían demonizado mutuamente desde la revolución de 1979— lleven meses hablando cara a cara, es insólito.

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“No será fácil”, dijo por teléfono John Limbert, profesor de relaciones internacionales en la Academia Naval de EE UU y uno de los mejores conocedores de Irán en el Departamento de Estado, ahora jubilado. Limbert fue uno de los diplomáticos norteamericanos secuestrados en la embajada en Teherán tras la revolución, el episodio que provocó la ruptura de las relaciones que ahora empiezan a tejerse de nuevo.

“Lo triste es que nuestra relación ha sido una historia de oportunidades perdidas. Siempre es posible que algo haga descarrilar el proceso. Pero hasta ahora veo que ambas partes están decididas a que el proceso no descarrile”, dijo el exdiplomático. Un buen síntoma, en su opinión, es que la guerra en Gaza entre Israel y la organización Hamás no haya torpedeado el diálogo, algo que hace unos años probablemente habría ocurrido.

La oposición al acuerdo proviene de Washington y Teherán. En Washington, el Congreso, que observa con escepticismo las negociaciones, tendrá la última palabra a la hora de levantar las sanciones. En Teherán, los autoridades religiosas vigilan con severidad la política de mano tendida a EE UU el presidente Hassan Rohaní.

“Es una historia de 34 años de hostilidad entre ambas partes. En estos 34 años ambas partes aprendieron a insultarse y amenazarse. Se olvidaron de negociar. Ahora deben reaprenderlo. Es como tener unas herramientas que se han oxidado”, dijo Limbert, que interrumpió brevemente su jubilación en 2009 para trabajar en la Administración Obama.

“La diplomacia requiere tiempo y se necesita persistencia para decidir si podemos alcanzar nuestros objetivos de manera pacífica”, dijo en un comunicado difundido en Washington el secretario de Estado de EE UU, John Kerry. “Aunque hemos dejado claro que es mejor ningún acuerdo que un mal acuerdo, la posibilidad real de llegar a un buen acuerdo para alcanzar nuestros objetivos exige que pidamos más tiempo”.

La prolongación de las negociaciones deja en pie el actual acuerdo provisional, que suspende cualquier sanción nueva a Irán y alivia algunas las sanciones actuales. El acuerdo provisional también impide a Irán enriquecer uranio más allá del 5%, lo que aleja el tiempo necesario para enriquecerlo hasta el 90%, el nivel necesario para fabricar una bombar nuclear. Y paraliza la instalación de nuevas centrifugadoras usadas para enriquecer el uranio.

El principal escollo de la negociación son las futuras dimensiones del programa de enriquecimiento de uranio y la duración del acuerdo final. En una entrevista en The New York Times, publicada esta semana, el ministro Zarif explicó que Irán aceptaba un acuerdo que congelase su capacidad para producir uranio enriquecido en los niveles actuales, pero que estas restriccions deberían levantarse en un periodo de entre tres y cinco años. EE UU quiere imponer restricciones a Irán durante más de una década.

“Si viviéramos en un mundo razonable, Estados Unidos e Irán descubrirían que tienen más cosas en común y cosas de las que hablar, además de la cuestión nuclear”, dijo Limbert, que citó Afganistán, Iraq y la lucha contra el tráfico de narcóticos. El veterano diplomático no cree que ambos países acaben siendo aliados en un futuro próximo. “Pero vemos una capacidad de hablar en serio, algo que no ha existido en 34 años”.

Casado con una iraní, Limbert nunca ha regresado a Irán, país que abandonó en 1981, cuando fue liberado de la embajada. “Hasta ahora no soy bienvenido. Me gustaría regresar como turistas y llevar allí a mis hijos y nietos”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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