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La izquierda busca nuevas vías para echar abajo la reforma

Los sectores moderados y radicales buscan un referendo popular en 2015

Luis Pablo Beauregard
Senadores del PRD en una manifestación contra la reforma energética
Senadores del PRD en una manifestación contra la reforma energética

“Le pese a quien le pese, somos mayoría”. Las palabras de Javier Lozano, un senador del PAN (derechas) conocido por sus bravuconadas, fueron muy claras. En cuatro días de debate nadie había dicho de forma tan clara por qué las críticas de la izquierda no llegarían a cambiar una sola coma a las leyes que abren el sector energético. Fue esa condición, la de la mayoría, la que permitió aprobar de forma avasalladora al PRI, el partido en el Gobierno, junto al PAN, el Partido Verde (PVEM) y Nueva Alianza (NA) cuatro dictámenes que forman parte de la reforma energética. La izquierda fue un convidado de piedra a pesar de haber encendido la tribuna con calurosos debates durante más de 60 horas.

El petróleo no solo ha unido a la izquierda, ha unido a todos los mexicanos Luis Espinosa, diputado PRD

Con la batalla legislativa perdida, la izquierda busca nuevos escenarios para defender el petróleo. Aseguran que en las calles sí cuentan con la mayoría. Una encuesta publicada en junio pasado por GEA ISA parece darles la razón. El 65% de los encuestados está en favor de que se lleve a cabo una consulta nacional sobre los cambios al sector. La dirigencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) ha apostado por esta vía, presumiendo que “echarán abajo” la reforma en 2015. Se ha formado un frente común. Sus dos figuras más importantes, que están distanciadas entre sí, Cuauhtémoc Cárdenas, hijo de Lázaro Cárdenas, el presidente que llevó a cabo la expropiación petrolera en 1938 y Andrés Manuel López Obrador, ambos excandidatos a la presidencia, han llamado a la recolección de firmas. Necesitan cerca de dos millones para que el Congreso acepte convocar a un referendo. Fuentes del partido aseguran tener más de cuatro millones. “Se presentarán el 15 de septiembre [el día de la independencia] en el Congreso. Habrá consulta”, asegura un militante del PRD.

La geografía de la izquierda en México está conformada por un archipiélago. Las islas que lo conforman representan corrientes encontradas. Cada una tiene una visión de lo que significa ser oposición. El rechazo a la reforma energética, sin embargo, logró unir a los partidos que componen este espectro político después de meses de señalamientos entre ellos. El PRD, que decidió aliarse con Enrique Peña Nieto en el Pacto por México, el Partido del Trabajo (PT), un organismo “popular y antimperialista” y los que simpatizan con Andrés Manuel López Obrador, excandidato presidencial en dos ocasiones y quien abandonó las filas del PRD para fundar su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), han esgrimido críticas similares al proyecto de la derecha y el Gobierno, al que acusan de violar la soberanía al entregar el petróleo a las trasnacionales extranjeras.

“El petróleo no solo ha unido a la izquierda, ha unido a todos los mexicanos. Así lo ha hecho desde 1938”, dice el diputado Luis Espinosa, del Partido de la Revolución Democrática (PRD). El año marca la gesta de Lázaro Cárdenas, que quitó a los estadounidenses y a los ingleses la industria energética. El pasado jueves, cuando comenzó la discusión de las leyes reglamentarias de la reforma, los senadores del PRD llevaron máscaras de cartón con el rostro del militar.

El PRI de Peña Nieto va en contra de la visión nacionalista. Es una filosofía impuesta por los grandes intereses económicos Manuel Bartlett, senador PT
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La figura de Cárdenas es un legado del nacionalismo revolucionario que marcó a la política mexicana. López Obrador la ha usado en mítines en los que llama a defender el petróleo. Los cercanos al dos veces excandidato presidencial también se han aferrado a la efigie. Manuel Bartlett, de 78 años, es uno de ellos. El exgobernador del Estado de Puebla fue, durante cuatro décadas, uno de los personajes más importantes del PRI. Fue Secretario de Gobernación (ministro del Interior) y Educación cuando el PRI era una monolítica maquinaria política con escasa competencia. En las elecciones de 2012 dio un bandazo y se convirtió en uno de los cinco senadores del Partido del Trabajo, un organismo que ha ensalzado las “grandes hazañas” del régimen norcoreano de Kim Jong Un. “El PRI de Peña Nieto no tiene nada que ver con el mío. El de hoy es un partido que va en contra de la visión nacionalista. Es una filosofía impuesta por los grandes intereses económicos”, explica. Por esa razón los senadores del PT han calificado desde la tribuna una y otra vez al presidente Peña Nieto de “traidor a la patria”.

Los priístas de viejo cuño, como Bartlett, coinciden con el credo de la izquierda. “Hace falta una reforma, pero que no privatice sino que erradique la corrupción de PEMEX [la petrolera estatal] y que dejen de sangrarla con el régimen fiscal”, señala Espinosa, que durante la próxima semana discutirá en la Cámara de diputados los dictámenes enviados por los senadores. “Este no es el camino que le conviene a México, esto le conviene a las trasnacionales”, asegura. El diputado prevé un nuevo “monólogo” del PRI y el PAN, que tienen la mayoría en la cámara baja, con lo que volverán a arrollar a los partidos de la izquierda.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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