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Tribuna
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Acompañar a las víctimas, un compromiso social

Es un error pensar que el reconocimiento del daño se circunscribe únicamente al momento actual de las conversaciones

Las víctimas del conflicto armado colombiano han adquirido un protagonismo nunca visto desde que en el país se aprobara la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras hace algo más de tres años. Gracias a su empeño, lucha y resiliencia, han alcanzado un lugar más destacado en el espacio público.

Todos los días somos testigos de la entereza de miles de personas que continúan con sus proyectos de vida, dejando atrás los golpes de la violencia. La emoción de contemplar un gesto solidario se hace más evidente cuando este se da en medio del horror. Las víctimas son ejemplo de coraje y fraternidad en una sociedad demasiadas veces indolente, indiferente al dolor ajeno.

A raíz de los 10 principios anunciados en junio por el Gobierno y las FARC-EP para abordar el punto de las víctimas en la mesa de conversaciones de La Habana, han aparecido múltiples comentarios sobre la participación en el proceso. No obstante, vale la pena aclarar que la incidencia de las víctimas en la política pública que les atañe es anterior a este momento.

Si bien las afectaciones son diversas y variados los responsables de los crímenes, la dignidad de las víctimas es la misma

Además de la labor de agrupaciones que han defendido tradicionalmente los derechos humanos, tras la aprobación de la Ley de Víctimas se han constituido alrededor de 900 mesas de participación a nivel municipal, distrital, departamental y nacional, donde las víctimas han elegido democráticamente a sus representantes, teniendo en cuenta los distintos hechos victimizantes y lo que en Colombia llamamos “enfoque diferencial”, de manera que también se ven reflejados los adultos mayores, la población LGTBI o aquellas personas con habilidades especiales, entre otros.

Incluso durante el 9 de abril, día nacional de la memoria y solidaridad con las víctimas del conflicto, el Congreso y las asambleas departamentales abrieron sus puertas para que los más afectados expusieran sus demandas, anhelos y propuestas para el futuro de una Colombia más incluyente y en paz.

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La dignidad de las víctimas no está en cuestión

Si bien las afectaciones son diversas y variados los responsables de los crímenes, la dignidad de las víctimas es la misma. Son similares en su dolor y todas ellas merecen atención. Por eso, la Ley de Víctimas aprobada en 2011 por el presidente Juan Manuel Santos no discrimina en virtud del autor, así como tampoco obliga a la persona que presenta su declaración para ser incluida en el registro oficial a identificarlo. De hecho, muchas de ellas no saben quién les infligió el daño.

La experiencia en la Unidad para las Víctimas, el ente gubernamental encargado de la reparación, demuestra que todas tienen una historia que contar y una voz que merece ser escuchada. Corresponde al Estado y a la sociedad acercarse a ellas -¡a todas ellas!-, arropar su sufrimiento y transitar de la mano el camino que conduzca a la sanación, a la construcción de puentes que lleven a la reconciliación. Son diferentes las vías por las que ya se avanza en esto.

Es un mal enfoque plantear dicotomías o categorías de víctimas, aludir a cercanías con sectores políticos, o creer que si alguien es víctima de un actor armado está automáticamente a favor o en contra de otro sector de la población. Mensajes como estos no ayudan al diálogo actual que se intenta ni favorecen una perspectiva futura de reconciliación. Al mismo tiempo, es un error pensar que el reconocimiento a las víctimas se circunscribe únicamente al momento actual de las conversaciones.

Es mal enfoque plantear dicotomías o categorías de víctimas, aludir a cercanías con sectores políticos

Como sociedad, nos toca cuestionarnos el papel que desempeñamos en la inclusión de las personas golpeadas por el conflicto y enfocarnos en planteamientos que les ayuden. “Todo trabajo que enaltece la humanidad tiene dignidad e importancia y debe emprenderse con excelencia esmerada”, dice una frase atribuida a Martin Luther King. Llegó la hora de que mostremos excelencia al afrontar nuestro pasado y la existencia de más de seis millones de víctimas.

Ellas son fuente inagotable de aprendizaje e inspiración. Aun después de sufrir violaciones a sus derechos, son capaces de sobreponerse, de ayudarse, de mostrar su humanidad a pesar del dolor. Esto nos invita -hoy más que antes- a trabajar en conjunto por la superación de su vulnerabilidad.

La Unidad para las Víctimas lleva más de dos años facilitando procesos positivos y seguirá haciéndolo, pues sabemos que se trata de una tarea a largo plazo. Estemos a la altura del momento histórico que vivimos y seamos solidarios con quienes más han sufrido la guerra. Soñemos un país mejor y sigamos trabajando para convertirlo en realidad.

Paula Gaviria Betancur es directora de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas

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