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De la frontera a Boys Town

Los albergues de los menores cubanos que viajaron solos a EE UU en los años sesenta alojan a 1.600 pequeños indocumentados

Protesta en Miami contra la deportación de indocumentados.
Protesta en Miami contra la deportación de indocumentados. A. Belchi (EFE)

Allí pasaron sus noches y sus días el actual alcalde de Miami, Tomás Regalado, el exsenador republicano Mel Martínez y otros miles de niños cubanos menores de 16 años que volaron solos a Florida entre 1960 y 1962 durante la Operación Peter Pan. La mayoría se convirtió luego en empresarios, abogados y académicos. Eran 14.048 niños en total y su periplo, planeado por la diócesis de Miami y el Departamento de Estado de Estados Unidos, es recordado como el mayor movimiento de niños refugiados conocido en el hemisferio occidental.

En su lugar duermen ahora unos 1.600 pequeños centroamericanos, de los 60.000 que han viajado solos a Estados Unidos desde octubre de 2013 huyendo de la violencia del narco y de las maras de Guatemala, Honduras y El Salvador, y que han sido enviados a dos refugios del sur de Florida tras saturar los centros de detención de la frontera.

En medio de la Operación Peter Pan, la diócesis de Miami fundó el refugio de Boys Town, rebautizado como Children’s Village, y junto con el hogar para niños His House, este es uno de los centros privados de acogida para niños migrantes que viajan sin compañía. Ambos son administrados por organizaciones católicas y financiados por Washington. El abogado Randy McGrorty dirige la oficina de los Servicios Legales Católicos de la diócesis de Miami que, desde 2011, brinda asesoría a estos niños y a sus familias para lograr un estatus legal en Estados Unidos una vez que son liberados de los centros de detención.

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Cada entrevista con estos chicos le convence más de que no deben ser tratados como simples migrantes sino como perseguidos. “Muchos de estos niños han sido perseguidos por estructuras criminales. No se trata solo de pandilleros, sino de organizaciones vinculadas con los Gobiernos. Eso eleva el miedo de estos niños a la categoría de persecución. Si logramos establecer esa relación, muchos podrían obtener el derecho de asilo. Está en nuestras leyes y en la tradición de Estados Unidos proteger a las personas de la persecución”, argumenta McGrorth. Espera que esta vez se repita la buena acogida que recibieron los niños de Peter Pan en el sur de Florida.

Hasta ahora ha habido respuesta favorable. Hace una semana, el superintendente de las escuelas públicas del condado de Miami-Dade, Alberto Carvalho, informó de que están preparados para recibir a esta oleada de menores centroamericanos: “Vamos a abrazarlos, enseñarlos y darles toda la ayuda necesaria para que su adaptación sea rápida”, dijo.

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Pero en el Estado han surgido también voces en contra, como la del senador republicano Rich Nugent. Días atrás afirmó a una emisora local: “Muchos de estos niños, entre comillas, son miembros de pandillas. (…) Si tienes 14, 15, 16, 17 años de edad, y estás viniendo de un país que está infestado de pandillas (…) ya eres un niño en esta situación. Estos niños han sido educados en una cultura de robo. Una cultura de asesinatos, de violaciones. ¿Y ahora vamos a infundirles la cultura americana? Es simplemente absurdo”.

Francisco Portillo, director de la Organización Hondureña Francisco Morazán de Miami, teme que ocurra una deportación masiva si en Washington no se produce un acuerdo político para responder a esta crisis. “Ya hay niños que están siendo deportados. Y lo que más nos molesta es que los gobiernos centroamericanos se prestan al juego de recibirlos. Dicen que cuentan con albergues, pero no: los montan en un bus y los devuelven a sus lugares de origen, donde corren peligro”.

Portillo se queja de las críticas que ha llegado a escuchar entre los propios migrantes latinos. “De vez en cuando sale alguno diciendo que esas madres [que pagaron por traer a sus hijos] son unas irresponsables. ¿Pero cómo llegaron la mayoría de ellos aquí y les abrieron las puertas? Esta es una realidad también a la que hay que buscarle solución”.

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