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División entre las víctimas por su papel en el proceso de paz colombiano

Los afectados directos por la guerra piden equidad para el diálogo de La Habana

Una mujer, en el foro de víctimas de Cali
Una mujer, en el foro de víctimas de CaliLuis Robayo (AFP)

Martha Herrera es una de las 1.400 víctimas del conflicto armado en Colombia que, durante tres días, se han reunido en Cali, al sureste del país, para hacer oír su voz. Han llegado de todos los rincones para presentar sus propuestas, que serán tenidas en cuenta en las negociaciones de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC. Mientras señala una foto en blanco y negro de su hija Luz Marina impresa en un gran cartel de desaparecidos, Herrera, de 62 años, expresa su única reivindicación: “Que nos digan la verdad”.

Herrera está cansada del silencio de la guerrilla. Vive en Caquetá, al sur del país, en una de las zonas históricas de las FARC. Perdió también a otra hija, a dos yernos y dos hermanos. “Quiero vivir para saber dónde enterraron a mis hijas”, dice. Espera que su mensaje llegue a La Habana (Cuba), donde el 16 de agosto empezará a discutirse el espinoso tema de las víctimas, después de 20 meses de diálogo.

En las últimas semanas, víctimas de todo el país han participado en cuatro foros, tres regionales y uno nacional que acabó el martes. Se han juntado aquellos que sufrieron por las guerrillas (FARC, ELN), pero también por los paramilitares y por policías y militares, víctimas de secuestros, amenazas, despojo de tierras, masacres, torturas, reclutamiento forzado. “Este salón está lleno de dolor, pero también de esperanza”, dijo en la apertura del Foro Nacional de Victimas de Cali, la periodista Jineth Bedoya, que sufrió violencia sexual por parte de paramilitares, que hizo un llamamiento a construir la paz en un país que espera terminar con 50 años de conflicto. “No podemos ser igual que esos victimarios que nos marcaron la vida, vamos a trabajar porque no se repita”.

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Pero en este foro también afloraron los dilemas que enfrenta un proceso que tendrá en cuenta la voz— sin restricción, ha dicho el Gobierno— de quienes han sufrido el rigor de la guerra. Algunas víctimas de las FARC expresaron su inconformidad con los organizadores del evento porque eran minoría, comparadas con víctimas de otros grupos armados. Muchas piensan que si el proceso de paz es con las FARC, las víctimas de esa guerrilla deben tener un mayor peso. Otras, solo quieren ser escuchadas. “Las víctimas no somos un juego, respétenos”, rezaba un cartel.

Y aunque los foros buscaron incluirlas a todas, las de las FARC insistieron en el desequilibrio de participación. “Respetamos a todas las víctimas, pero nos parece inadmisible que quieran mostrar al Estado como el gran victimizador cuando las FARC son las que han victimizado al pueblo colombiano”, dijo un exsecuestrado. La tensión también se palpa porque están por definirse los nombres de las 60 víctimas que viajarán a La Habana, en grupos de 12, para tener un cara a cara con los negociadores, que han prometido escucharlas en un marco de respeto y plenas garantías. La difícil tarea de elegir a quienes representarán a más de seis millones de víctimas está en manos de la ONU y la Universidad Nacional, que se rigen por los criterios de “equilibrio y pluralidad” y han dicho “que nadie será excluido”.

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Sin embargo, ha surgido un nuevo debate, ya que a la lista de víctimas civiles se podrían unir uniformados de la fuerza pública que sufrieron violaciones de derechos humanos. El Gobierno pidió que no sean excluidos por su condición de servidores públicos, por lo que los negociadores de las FARC propusieron que si se les va a escuchar, también se incluya a guerrilleros presos.

“Los guerrilleros que están en las cárceles ya están representados en La Habana por sus negociadores”, dijo Sigifredo López, un exdiputado que pasó casi siete años secuestrado por esa guerrilla y que insistió en que solo tiene sentido viajar a la capital cubana “si es a escuchar la verdad y una petición de perdón por parte del victimario”. A López se unieron otras voces que han sufrido por culpa de las FARC y que dejaron claro que exigir la verdad no es estar en contra de la paz. Adela Quintero, a quien las FARC le torturaron a dos hermanos y los paramilitares le mataron a su segundo esposo, insiste como Martha Herrera, en que se conozca lo que ocurrió. Cada cual lleva a cuestas su drama, pero coinciden en que todos deben ser escuchados y que el proceso de paz no puede dar marcha atrás.

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