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La presión de EE UU e Irán aísla a Al Maliki

El primer ministro saliente pide neutralidad al Ejército mientras se resiste a abandonar el poder. Washington envía 130 asesores militares más al norte de Irak

Marc Bassets
El nuevo primer ministo iraquí, Haider al Abadi.
El nuevo primer ministo iraquí, Haider al Abadi.AP

La presión de Estados Unidos e Irán reforzó el martes el aislamiento del primer ministro iraquí, el chií Nuri al Maliki, que se aferra al poder pese a la designación de un sucesor, el también chií Haider al Abadi. La convergencia de intereses entre ambos países —enemigos durante más de tres décadas y ahora socios involuntarios en Irak y embarcados en una delicada negociación sobre el programa nuclear iraní— es un efecto involuntario de una deriva violenta que puede reconfigurar el mapa de Oriente Próximo.

El régimen de Teherán abandonó ayer de forma explícita a Al Maliki y apoyó a Al Abadi, que el día anterior recibió el encargo del presidente de Irak, el kurdo Fuad Masum, de formar un Gobierno multiconfesional en un plazo de 30 días. El gesto de Irán —junto a EE UU, el Estado tutelar de Irak— deja al primer ministro saliente sin uno de los pocos aliados que le quedaban.

EE UU atribuye al sectarismo de su antiguo protegido, Al Maliki, primer ministro desde 2006, el avance de los insurgentes del Estado Islámico (EI), un grupo suní que considera a Al Qaeda demasiado moderada y aspira a crear un califato en una de las regiones más inestables del planeta.

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El relevo del primer ministro iraquí y la formación de un Gobierno que integre a chiíes, suníes y kurdos es una de las condiciones del presidente de EE UU, Barack Obama, para aumentar la ayuda militar contra el EI. El viernes pasado EE UU inició ataques aéreos para impedir la toma de Erbil, capital del Kurdistán iraquí y uno de los centros petroleros de la zona, y prevenir una matanza de miles de yazidíes —una minoría religiosa perseguida por los radicales suníes— refugiados en el Monte Sinjar, en el noroeste de Irak.

La intervención militar, que ha marcado el regreso de Obama a un país del que retiró las tropas en 2011, se limita por ahora a estos objetivos. Pero podría ampliarse.

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“Estamos preparados para estudiar más opciones políticas, económicas y de seguridad en cuanto Irak empiece a construir un nuevo Gobierno”, dijo el secretario de Estado, John Kerry, en una rueda de prensa en Australia.

Poco a poco la misión se expande. EE UU ha empezado a suministrar armas a los kurdos por canales clandestinos de la CIA, según fuentes de la Administración Obama citadas por medios norteamericanos. Y el presidente autorizó le envío de 130 militares norteamericanos al norte de Irak para coordinar la ayuda humanitaria y preparar la posible evacuación de los yazidíes atrapados en el Monte Sinjar.

Los llamados "asesores" o "consejeros" —marines y miembros de las fuerzas especiales— se añaden a los cerca de 300 que se han desplegado en el país desde junio. Su  "Estas fuerzas no tendrán un papel de combate", dijo una fuente del Pentágono.

La presión a Al Maliki para que deje paso a un sucesor y un nuevo Gobierno parece funcionar. En un comunicado, el todavía primer ministro urgió a los mandos de las fuerzas armadas a mantenerse apartados de la crisis política en la capital. “Dejad esta cuestión al pueblo, los políticos y la justicia”, añade el comunicado, citado por The New York Times.

El despliegue de tanques y fuerzas especiales en Bagdad en los días anteriores desató los temores a un choque violento por el cambio en el poder. La Administración Obama instó a Al Maliki a no agitar las aguas. El comunicado apunta a que la batalla será legal y no armada.

“Ayer [por el lunes] Bagdad estaba muy tenso. Pero desde entonces, comandantes militares clave han contactado con el presidente y le han dicho que le apoyan a él y no a Al Maliki”, dijo una fuente gubernamental a Reuters.

Al Maliki argumenta que en las elecciones del pasado abril su grupo fue el que obtuvo más votos y por lo tanto le correspondía a él formar Gobierno. Pero su coalición se resquebraja. Según datos citados en su blog por el especialista en Irak Reidar Visser, las deserciones parlamentarias han dejado al primer ministro con sólo 45 de los 95 miembros originales de su coalición.

Poderes fácticos en Irak como el gran ayatolá Alí Al Sistani o el influyente líder religioso Muqtada Al Sadr —ambos chiíes— han indicado que favorecen el relevo, según varias agencias de información en Bagdad.

La posición del Irán chií —protector, hasta hace poco, de Al Maliki— es decisiva. “Felicitamos a Haider el Abadi por su nominación como primer ministro”, dijo Alí Shamkhani, representante del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei en el Consejo Supremo de Seguridad Nacional, según declaraciones recogidas por la agencia oficial Irna.

Los portavoces de la Administración Obama niegan cualquier presión para forzar la marcha de Al Maliki. Pero EE UU no ha ocultado en los últimos meses su impaciencia con un primer ministro en el que ve más un obstáculo que una ayuda para derrotar a los yihadistas del EI.

“La creciente sed de poder de Al Maliki, el autoritarismo, la corrupción, el desguace de la efectividad y el carácter nacional de las fuerzas de seguridad de Irak, y el uso del sectarismo chií contra suníes y kurdos es lo que ha hecho posibles los avances del Estado Islámico”, resume Anthony Cordesman, del laboratorio de ideas Center for Strategic and International Studies.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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