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El petróleo escocés falla como ancla de la campaña por la independencia

Salmond fracasa en su intento de rentabilizar el auge de Aberdeen gracias al crudo

Un barco con provisiones para una plataforma petrolífera zarpa del puerto de Aberdeen.
Un barco con provisiones para una plataforma petrolífera zarpa del puerto de Aberdeen. s. dawson (bloomberg)

Alex Salmond, líder del independentismo escocés, eligió la pasada primavera Aberdeen como escenario del último congreso del Partido Nacional Escocés (SNP) antes del referéndum secesionista del 18 de septiembre. Aberdeen no es una ciudad cualquiera: es la capital del petróleo, la ciudad que parecía sumida en un letargo eterno hasta que en los años setenta apareció el oro negro. Para Salmond, Aberdeen y petróleo es lo mismo que Escocia e independencia. Una fórmula mágica que permite cumplir todos los sueños.

Pero, a un mes vista del referéndum, las encuestas siguen apuntando a una nítida victoria del no. Ni el SNP ni la campaña del han sido capaces de demostrar que la independencia vaya a convertir Escocia en un lugar mucho mejor de lo que es ahora. El sueño de Salmond empieza a parecer una quimera.

“Soy lo bastante mayor como para acordarme de cómo era Aberdeen sin el petróleo”, explica Alex Kemp, profesor de Economía del Petróleo y director del Centro para la Investigación de la Economía y las Finanzas de la Energía de la Universidad de Aberdeen. “Desde el final de la II Guerra Mundial hasta 1970, el noreste de Escocia era una economía estancada. Apenas había crecimiento. Las industrias tradicionales, como la agricultura y la pesca, casi no crecían o estaban en declive. La gente emigraba y los salarios eran muy bajos, por debajo de la media nacional”, explica.

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“Cuando llegó el petróleo, a principios de los setenta, la población volvió a crecer con fuerza, los salarios se pusieron por encima de la media, la vivienda subió muchísimo, el coste de la vida se disparó… Por un lado, el petróleo llevó al cierre de industrias tradicionales que no podían competir en salarios pero, por otro, el sector creció y creció”.

Ahora, el cielo de Aberdeen está lleno de helicópteros que van y vienen desde las plataformas del mar del Norte, el puerto se ha convertido en el principal centro marino de apoyo a la industria energética y por las calles de Aberdeen, los escoceses de toda la vida, sonrosados, grandes y a menudo en mangas de camisa haga el tiempo que haga, se mezclan con ejecutivos de traje, corbata y maletín, e inmigrantes de cualquier parte del mundo.

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“El petróleo y el gas son muy importantes para las economías escocesa y británica”, puntualiza el profesor Kemp. Crea más de 200.000 empleos entre directos (la extracción), indirectos (empresas terceras, muchas de ellas de alta tecnología, que se mueven en torno al petróleo) e inducidos (hoteles, taxis…).

“Además”, añade el profesor de la Universidad de Aberdeen, “el cluster, el nicho de empresas terceras, es muy competitivo internacionalmente, sobre todo en tecnologías submarinas, y puede generar otros 100.000 empleos”.

La extracción de hidrocarburos genera más de 200.000 empleos

Pero, ¿es el petróleo pan para hoy y hambre para mañana, como insiste en presentarlo la campaña del no a la independencia? Alex Kemp admite que la volatilidad de precios puede ser un problema pero coincide con su tocayo Salmond en que hay que crear un fondo de estabilización a nutrir en tiempos de vacas gordas y usar en tiempos de vacas flacas.

El petróleo no durará siempre, reconoce también, pero ese cluster energético puede mantenerse con un mínimo de actividad extractora. Y habrá ese mínimo al menos hasta 2050, según un reciente estudio del equipo que dirige Kemp. Luego, la economía de Aberdeen se tendrá que diversificar. “Quizás a través de las renovables offshore [fuera de la costa] porque hay una gran capacidad de transferencia de tecnología entre los dos sectores. O en otras áreas en las que ahora ni pensamos, como Defensa”, pronostica.

Las empresas del sector ven riesgos en la secesión, según un experto

Las petroleras, sin embargo, no parecen entusiasmadas con la independencia. “Quieren clarificaciones sobre sus derechos y obligaciones. Ahora tienen licencias a largo plazo, de hasta 30 años, que querrán mantener. El Gobierno escocés ya ha dicho que las respetaría. Y respecto a los impuestos, ¿se mantendrá el actual sistema británico? Con la independencia, las compañías tendrán que tener una contabilidad para Escocia y otra para Reino Unido, lo que tendría cierto coste”, dice el profesor.

Sin embargo, relativiza el llamado “riesgo político” que puede conllevar para las petroleras: “Es pequeño al lado del que corren en otros países donde operan, como Rusia, Libia, Egipto, Ucrania”.

¿Y la gente corriente? ¿Cree que un sector tan importante estará en buenas manos en una Escocia independiente? “Supongo que hay opiniones diversas”, apunta Kemp. “El Gobierno escocés es más dependiente del empleo generado por el sector del petróleo que el británico. Y en ese sentido sería más flexible para abrir discusiones sobre cómo incentivar más actividad. Históricamente, el Gobierno escocés ha estado más abierto a los apoyos a la industria para mantener el empleo”.

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